viernes, 26 de enero de 2007

Trescientas...

El otro día, mientras tomaba una copa, casi me da un derrame cerebral.

La responsable de tal cosa fue mi amiga Bettina, que trabaja para una ONG y además es una voraz lectora. Así como no quiere la cosa, a media conversación, me dice: “¿Sabes cuántas librerías hay en México?”
Y le dije “Este, no sé… ¿mil?”

“Trescientas.”

“En el De Efe, claro,” respondí yo, dándole un trago al Bourbon que acto seguido por poquito escupo, cuando aquella me dijo “No. Trescientas a nivel república.”

¿Nunca pensaron cómo se sintió el personaje de Charlton Heston, en la escena final de El Planeta de los Simios? Pues así me sentí cuando lo dijo: horrorizado y encolerizado al mismo tiempo. Y no sé qué resulta peor.

El que sólo exista este número tan limitado de librerías en todo el país es realmente no sólo motivo de vergüenza ajena, también de inquietud y alarma: ¿dónde están esas librerías? ¿Se concentran sólo en ciudades? ¿Esto quiere decir que en un nivel más suburbano, por no decir ya de plano rural, no hay forma de conseguir libros? ¿Cómo despertar entonces interés en la lectura en la chaviza que vive en lugares donde una librería no existe y las bibliotecas surtidas de libros espantosos y zalameros como El Triunfo del Espíritu o tabiques infumables y vetustos como El Periquillo Sarniento?

No, no, no.

Me resisto a creer que sólo haya 300 librerías, o aprox, en todo el país. Esto sólo demuestra que no sólo abunda el analfabeto funcional, sino que además, la industria editorial sobrevive por los pelos, por lo que aquí dedicarse a escritor (o tener la vana noción de que quieres vivir de escribir) es equivalente al suicidio a mediano plazo.

Les contaré una pequeña anécdota. Los que viven en esta ciudad, ¿conocen una librería llamada A Través del Espejo, sita en Álvaro Obregón? Su dueña es una mujer excepcional llamada Silvia López Casillas (sí, de la famosa familia de libreros de viejo). Junto con su esposo, Jaime Hernández Campos, han buscado crear un espacio de literatura más plural de lo que se puede esperar en una librería de usados convencional.

Esto se ha extendido a que suyas sean dos o tres librerías más sobre la misma avenida. Hace 15 años, una de mis primeras incursiones en el mundo laboral, fue bajo la tutela de Silvia, que me enseñó todo el amor que se puede tener por el arte (más que negocio) de vender libros.

Esto lo incluía todo: desde limpiar la tienda, sacudir los estantes, acomodar y memorizar el catálogo, saber lo que estás vendiendo (Algo que, tristemente, sin la ayuda de una computadora casi ningún empleado de librería sabe hacer), amar los libros.

Recuerdo mientras escribo esos días como una experiencia vital importante sin la cuál no podría decir que estoy completo. Eso es lo que me hace pensar que, así como Silvia y Jaime (y sus hijos), deben existir otros locos que desean ver sobrevivir el arte de ser librero.

La cifra no puede ser tan raquítica. Debe haber más de 300 librerías en el país… porque, si no las hay y (lo que es peor) se están volviendo especie en peligro de extinción, entonces sí hay que temer.

Mañana, estaremos en manos de la telenovela y la telebasura, que habrán devorado letra por letra un mundo de palabras.

¡Ay, ay, ay Ray Bradbury! ¿Quién diría que el mundo profetizado por tu pluma en Fahrenheit 451, poco a poco sería una realidad?

Mientras me meto a la cama, con un libro entre mis manos (la magnífica y perturbadora El Huésped, de Guadalupe Nettel), ruego que no sea verdad, que sea un error y que haya más.

Unas poquitas más.

Aunque sea.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Miguel

Long time no see you here!

Por desgracia, el dato de tu amiga es, probablemente muy cercano a la realidad. Unas más, otras menos (menos, porque quiebran como negocio), hay pocas librerías en este país.

Encajado el problema del libro y lectores dentro del de la cultura en general, nos da un círculo vicioso de educación y nivel cultural. En nuestro país hay niveles muy bajos, y cada vez que aplican una encuesta o una prueba, se alborota el gallinero pero nadie intenta poner remedio.

Para colmo, el problema se retroalimenta negativamente. Me basta ver las opiniones sobre Apocalypto en el otro blog. el problema no es que se opine, sino que se opina sin bases. Para colmo, cuando la opinión va en contra de algo que se aseveró primero (por ejemplo, tu crítica), en lugar de criticar las ideas afirmadas veo una actitud notoriamente vetarra no contra las ideas contrarias sino contra quien las expone.

Si así estamos en el mundo de la gente que va al cine, imagínate en el caso de libros. Entonces resulta que el sistema autor-editorial-librería-lector está cargado de equívocos, publicidad, falsos prestigios y demás yerbas. Súmale las élites literarias o lectoras (o pseudoélites vetarrescas: yo se todo y los demás cállense, apaguen la luz y escúchenme).

Entonces, como dices hay que temer...

O buscar una alternativa.

Como lectores, queda la selección de lecturas y hacer difusión de los mejores libros, desde cualquier lugar en donde uno esté: internet, CV, boca a boca con los cuates, regalarle algo a amigos, parientes, hijos y demás. Parece imposible al ser una labor hormiga... Pero como uno parece no tener otra tribuna...

Cuando andas en los medios, se pueden colar en ocasiones ciertas recomendaciones (lo has hecho varias veces, desde tu blog personal hasta tus artículos). Parece que es una botella lanzada al mar donde nadie sabe cual es su destino, pero...

Esta actitud de difusión que has tomado, desde cualquier tribuna que está disponible, es positiva (no necesariamente optimista).

Ambas formas descritas son acciones contra la ignorancia y la soberbia antiintelectual. Son positivas porque no forman parte de la inercia general y se le oponen. Al irse sumando trabajo hormiga más trabajo hormiga, artículo tras artículo, se va sumando la gente interesada. No es el número deseable, mucho menos el óptimo, pero se suma.

Al menos, el deterioro va más lento en su ritmo, y surgen islas en medio de la entropía que se fortalecen. A partir de ellas (un programa de radio, una columna, un sitio de internet, un blog) se forman bastiones de cultura que resisten a la espera de condiciones mejores.

El hecho de que el mundo del libro, como circuito de producción de autores-libros-lectores, sea un desastre, no debe paralizarnos. Quizás, a mediano plazo, sea mejor buscar otro mercado y regresar a éste, el mexicano, con el apoyo del mercado exterior.

Pero no porque se "sienta" perdida la batalla hay que bajar el esfuerzo (No lo has hecho desde que te conozco, pero entiendo los momentos de desaliento, que en muchas ocasiones comparto contigo o a destiempos). Prefiero caer con la cara frente al enemigo de la ignorancia. Se que tu también lo haces, luchas a diario, profesionalmente como crítico y periodista, luchas a diario como creador literario, como escritor.

Vendrá el tiempo de tu buena cosecha, y esa cosecha ayudará a que el panorama editorial -y cultural- del país sea menos desértico.

Vamos, que finalmente, tu amor por la literatura será retribuido en sí mismo.

Un saludote apresurado.

Faramir.

Anónimo dijo...

Claro que son cifras desmoralizantes. Yo sin embargo, soy una firme convencida del método que comenta nuestro amigo Faramir.

Este es un buen medio para contribuir en algo a fomentar el hábito de la lectura. A través de comentarios como los tuyos sobre qué están leyendo otros, o directamente recomendaciones del tipo "no dejes de leer tal cosa" yo he llegado a libros variados, desde los que simplemente entretienen sin pedir más, a los que te cambian con la lectura.

He llegado libros desde un juego, investigando a qué libro corresponde un comienzo.

Creo que se despierta la curiosidad, tanto del que habitualmente lee como del que no. Y eso ya es hacer algo, por poco que parezca; y tú lo hacés habitualmente en tus escritos.

Es cosa entonces de tratar de seguir en eso, a ver si desde nuestro lugar cada uno puede acercar a otros a los libros, por más desmoralizantes que sean las cifras y las realidades que vemos en nuestros países.

Un abrazo
Patricia

Miguel Cane dijo...

A los tres:

¡Gracias por consolar mis temores!

Creo que lo más importante es no dejar de lado la escritura y la lectura, ya que eso es lo que eventualmente nos lleva a la desidia y al embotamiento y no, señor.

La idea de Ben me parece muy buena. También he hecho lo que Patricia/Penélope.

Y sí, Frank. En parte, este blog para eso está.

Un abrazo x triplicado

El asustadizo y alarmista de yo