lunes, 31 de marzo de 2008

El Búho y la Gatita

Hay muchas canciones que aprendí, tendido a la sombra de mi árbol genealógico.
Canciones de lo más variopintas. Y poemas.

En 1871, Edward Lear, un inglés excéntrico (no podía ser de otra manera) y encantador, escribió este 'nonsense poem', que con el paso del tiempo, igual que algunos otros textos de su contemporáneo Lewis Carroll, se convirtió en una canción popular para la infancia; un nursery rhyme, que con su propia cadencia alguna vez hemos oído todos y que yo aprendí a cantar siendo muy pequeño. A mi abuelo Miguel (el padre de mi padre) le hacía una gracia supina que en mis años de precoz cantara esta canción y si bien no recuerdo haberme sabido todos los versos, aquí se las reproduzco, sobre todo por algo que me llamó la atención, relacionado con ella.

Sírvanse leer, por favor (mientras se imaginan a un M. Cane de cuatro años o así cantando muy inspirado, acompañado de un piano de juguete)

The owl and the pussycat
went to sea
In a beautiful pea-green boat.

They took some honey
and lots of money
Wrapped in a five pound note.

The owl looked up to the stars above
And sang to a small guitar,

O lovely pussy!
Pussy my love!
What a wonderful pussy you are.

You are!

Pussy said to the Owl,
'O, you elegant fowl!
How charmingly sweet you sing!'

Let us be married,
Too long we've carried
But what shall we do for a ring?
a ring,
a ring?
What shall we do for a ring?

They sailed away for a year and a day
To the land where the bong-tree grows

And there in a wood a piggy wig stood
With a ring at the end of his nose,
His nose,
His nose,
a ring at the end of his nose.

'Dear piggy wig, are you willing
to sell for one shilling
your ring?'

Said the Piggy wig,
'I will,
I will.'

So they took it away, and were married next day
By a Turkey who lives on the hill.
They dined on mince,
and slices of quince,
Which they ate with a runcible spoon;

And hand in hand, on the edge of the sand,
They danced by the light of the moon,
The moon,
The moon,
They danced by the light of the moon.

¿Verdad que es una cancioncita muy bonita?

Como pueden ver, nada tiene de especial o mortificante el poema original tampoco.
Es la clase de ronda que se canta en la infancia, que, como ya dije, aprendemos del seno materno o bien, como ramas de nuestro propio árbol genelógico, antes de que nos lleve el aire y creemos nuestro propio árbol.

Pero no todo mundo piensa lo mismo. A continuación les traduzco una nota que me vine a encontrar en Internet, que no me habría llamado la atención si no hubiera mencionado al Búho y la Gatita.

Salt Lake City, UTAH(AP).- Mary Anne Rodgers, vecina de la población de Taylorsville, suburbio de Salt Lake City, presentó una moción ante tribunales y autoridades escolares para solicitar que en una guardería de la localidad se prohíba la canción infantil "The Owl and The Pussycat".

De acuerdo a la declaración presentada por Rodgers, encabezando a un grupo de padres de familia, cuyos hijos tienen edades que fluctúan entre los nueve meses y los cuatro años de edad (previo al ingreso a Pre-Escolar), la canción que por años ha sido un estandard en temas infantiles, presenta un contenido objetable, al repetir varias veces la palabra 'Pussy', que en la jerga actual es también una manera vulgar de referirse al órgano reproductor femenino.

Esto, junto con 'referencias a drogas', más concretamente en la alusión al 'bong-tree' como paralelo de las pipas para fumar estupefacientes, ha causado una controversia entre padres de familia de la localidad, quienes aducen que es 'políticamente incorrecto' exponer a sus hijos a lo que ellos consideran 'controvesial' y han solicitado un cese a que se siga utilizando el tema. La intervención de un juez de lo familiar ha sido el siguiente paso de la solicitud.

Al respecto, Margaret Loate, vecina de la localidad y directora de un centro de atención infantil ha descartado el caso como 'ridículo y exagerado'.


Sigo pensándolo.

La corrección política y la gente con criterio de hormiga son los dos más grandes problemas que tiene el mundo de hoy. Cuando acabemos con ellos, habrá un futuro mejor.

Lo malo es que, como bien decía mi abuelo Faustino (el padre de mi madre) "el problema con los pendejos no es que lo sean, sino que siempre son muchos."

miércoles, 26 de marzo de 2008

Si yo pudiera retroceder el tiempo...

...¿qué podría hacer?

Algunas veces lo pienso. ¿Qué cosas podría hacer si esto fuera posible?

Volvería a mi infancia, para arreglar todo lo que a veces siento que salió mal; decir las cosas que no dije y omitir las que no debí haber dicho. Despedirme bien de quien debí hacerlo, apartarme de quien debí estar lejos y así salvarme de cosas que no debían haberme ocurrido.

Volvería a mi juventud, para encarar cosas que dejé de lado. Para corregir mis errores. Para volver a disfrutar, aunque fuera sólo brevemente, de mis alegrías.

Pero luego pienso, ¿para qué haría retroceder el tiempo realmente? Creo que el resultado de todas las situaciones y decisiones, encuentros, desencuentros, acontecimientos y sorpresas que me fueron sucediendo, son las cosas que me hacen ser quien yo soy ahora, en el momento de mi vida en el que me encuentro.

Y -- para bien o para mal- la persona que ahora soy, es quien me corresponde ser.

Sin embargo, la idea de poder hacer retroceder el tiempo es muy atractiva, irrepresiblemente: es un tema recurrente en nuestras fantasías.

¿Ustedes qué harían?

Echen a volar su imaginación y cuéntenme.

martes, 25 de marzo de 2008

Intervista

Después de pasar el fin de semana literalmente febril y encamado, luego de haberme puesto una empapada tremenda el viernes después de haber hecho algo de turismo rural con mi amigo Alex (¡gracias, Alex!), ayer me aventuré por primera vez a la calle, a echarle un ojito al mar, aún si todo el día el cielo estuvo dale que te dale con las amenzas de lluvia y la caída de la misma. Cosas inevitables de tener temporal.

Mientras caminaba por ahí, con los ojos bien puestos en el suelo (después de haberme roto el hocico, ¿verdaaaaad?), sonó el celular en mi bolsillo. Siempre que suena, me da un vuelco algo (no necesariamente el corazón), pero digamos que me emociona un poquito -- nada más un poquito- cuando suena. Yo sé que a algunos les fastidia, pero a mí me gusta. Además, me gusta porque mi celular suena bien pachequísimo (o bien, en España: colocadísimo) con el Skyyyyyyyyyyyy Piiiiiiiiiiiloooootttt de los Animals.

Contesté y era una de las formidables redactoras de El Comercio, insigne diario local -- donde tuve el honor de ser invitado a colaborar y exhibirme sin pudor alguno este verano for one night only-, Leticia Álvarez, quien junto con Marifé y la Señora Duquesa es una especie de Euménide. Me dijo que precisamente Su Gracia (la Señora Duquesa) había tenido a bien darle mis generales, para hacerme unas cuantas preguntas.

Yo le dije que encantado, siempre y cuando no tuviera qué ver con álgebra o con la selección de libros para niños.

No, las preguntas eran para un especial acerca de escritores residentes en el área, que además de escribir tuvieran (tuviéramos) un blog.

En suma: ¿por qué blogueas? ¿Para qué? ¿Para quién?

Las respuestas ya las he dado anteriormente aquí, de una forma u otra. Cómo nació este blog, de qué forma fue evolucionando, de una misiva dominical que hoy ya no existe, para convertirse en esto. Para quienes comencé a escribir y todo la gente sorprendente que me vine a encontrar en el camino: cómo de repente este blog tenía su vida propia. Cómo en 2007 se me ocurrió actualizar a diario y cómo éste año me he vuelto más vago...

...todo eso.

El resultado de la intervista es una aparición pequeña, un cameo. Hay otros blogueros locales que son mucho más interesantes que yo o más sustanciales en temas de interés a la región y la cultura. No obstante, estoy satisfecho de lo dado, que es más de lo que uno merece. Aparece en la edición digital y les pongo aquí el enlace directo al reportaje en El Comercio Digital para los que quieran verlo en la red.

Leticia fue generosa y me dejó soltar mi rollo (cómo me enrollo, señor mío) y se reía con las burradas que yo soltaba. Ya saben, lo de siempre.

Luego que colgamos, me quedé pensando un poco en las razones de este blog. En que no lo actualicé en cuatro días. Que pareciera que ya no lo quiero. O, por extensión, que ya no quiero a mis lectores.

No, nada de eso. Se los prometo que no.

Trataré de enmendarme y de seguir blogueando. Tratatré que mi estado de ánimo no influya y buscaré la manera, si ustedes me tienen un poquito más de paciencia.

Gracias.

viernes, 21 de marzo de 2008

Primavera de un hombre solo

La semana santa y yo no somos muy buenos amigos.
Si he de ser honesto, es una de las temporadas que menos me gustan del año, no por motivos religiosos, si no por otras razones que me traen recuerdos desagradables.

Con ella, ha llegado la primavera a mi ciudad. Sopla mucho viento y hace frío, pero menos que en el invierno, aunque éste no fue tan crudo como temía.

Al menos no fue crudo en ese aspecto.

Ayer salí a caminar por ahí. La ciudad está vacía. Todos mis amigos están fuera, así que yo camino. Camino y camino. Me paseo por el muro (donde me caí esta semana, ahora les cuento de eso) y por las calles y los parques y el jardín botánico, solo.

Y estar solo no es malo. Aunque es muy distinto sentirse solo. Pero comprendo la diferencia y además la acepto. Esto es, finalmente, lo que yo quise. No le debo nada a nadie, yo decidí hacer esto y no me estoy quejando, que eso quede bien claro.

'Vas a pasar los días más solitarios de tu vida en Gijón', me dijeron y yo dije que lo sabía y lo cierto es que sí, lo sabía y ahora que lo experimento, lo siento en mí, no me arrepiento. Podrá pesar (a cada quién nos pesa nuestra soledad) pero la acepto.

El miércoles, mientras caminaba por el muro, al caer la noche, me tocó un poco de llovizna y me resbalé en una grieta de las lozas que cubren el camino. Me caí, solo, y me levanté solo. Claro, por un momento, el pánico de no tener los lentes a la mano, de darme cuenta que tenía sangre en el labio (me corté) pero toda vez que estuve en pie, me sentí mejor. No me vio nadie. Así, que me bajé a caminar por la arena.

El mar huele, su olor es siempre muy distinto, según la hora del día que sea. Ayer por la tarde, olía a melancolía. Al menos así era para mí. Otros días, a otras horas, huele a dicha.

Y sigo caminando, hasta llegar a los montes que también rodean mi puerto. He visto cosas; nubes, cielos que cambian de color, la luna (siempre a los ojos. Porque al sol hay que bajar la cara para hablarle, pero a la luna siempre podremos mirarla a los ojos), orreos y hermosas ermitas.

También, entre las cosas que he visto, he encontrado algunos árboles. Camino entre ellos, toco sus troncos. Sé que uno de esos árboles es mi árbol. Que hay muchos, pero ese, ese árbol es mío.

Llegó la primavera, entonces y la veo extenderse, poco a poco, por cada rincón.

Y sigo siendo solo.

jueves, 20 de marzo de 2008

¿Qué fue de...?



Nada más por que hoy amanecí con ganas de reírme malamente y con ánimo de ser indulgente con alguna vacilada.

(Sí, es totalmente camp. ¿Y qué?)

Mañana, ta vez acabe como Baby Jane Hudson.
Pero eso será (si es) mañana.
Hoy, sólo tengo ganas de bailotear.

What seems to be the trouble?

miércoles, 19 de marzo de 2008

Padres

Yo no soy padre de nadie.

Al menos no todavía. Pero como ya dije antes, es algo que me gustaría... aunque falta mucho tiempo, si es que llega el día, para que lo sea. Me falta madurar para llegar.

Pero es no quiere decir que no reconozca, aún si no soy padre, lo difícil que es serlo y significarlo. Tan difícil como ser madre. O acaso más.

Curiosamente, esto se realciona con mi texto anterior, pero de otra manera. Ahora me expongo.

El padre es, al menos en mi percepción y en una gran mayoría de casos, incluso en la cultura popular, la figura más estricta por antonomasia. Es el patriarca. Es Abraham -- cuya historia con Isaac siempre me ha dado pesadillas- y también es Zeus (caprichoso e irracional) y también es esa figura esquiva que se fue un día por cigarros a la esquina y no volvió. El padre es todo eso, ¿no? Es el pastor y el vampiro, la calidez y el hielo.

Es ingrata la posición del padre, supongo. Y difícil. Mi madre suele decir que nunca sabemos realmente cuánto nos aman nuestros padres, hasta que no tenemos hijos. Tal vez nunca lo sabré, pero lo que sí sé, observándolo a lo largo de los años, es que el amor más incondicional que he visto, es el de los padres por sus hijos.

No sólo el de las madres (tengo amigas que son madres notables), que muchas, muchas veces han tenido que hacer de madre y padre al mismo tiempo, sino -- hoy que me ocupa- el de los padres.

He conocido a quienes como padres, han sido valientes (como mi compadre Alejandro), generosos, conflictuados, tiernos. Que hacen, han hecho, y seguramente harán, literalmente cualquier cosa por sus hijos.

Sobre la experiencia descrita en mi texto anterior, también he presenciado situaciones que no juzgo, pero que tampoco apruebo. No obstante, concedo que se han dado, con el mejor interés por los hijos. Aunque esto no lo sé de cierto, meramente lo supongo, igual que todo lo anterior, porque finalmente, yo no soy padre.

Soy hijo. Y he tenido con mi padre una relación complicada, algunas veces muy hostil -- especialmente en el pasado- y otras cordial y afectuosa, siempre llena de aristas, muy distinta a la que tengo con mi madre. Pero eso no quiere decir que no piense en, o que no quiera a mi padre. Sé que, a su manera, él también lo hace. Y sé el trabajo que le ha costado llegar ahí.

Esto, ojo, no quiere decir que no haya conocido el amor incondicional de un padre. Porque también lo tuve, y me alimenté de él mientras vivió conmigo. Es parte de lo que me ha hecho lo que soy.

Quizá algún día, seré el padre de alguien.

Sí, sé que me falta madurez.

O tal vez no sea el padre de nadie. Y eso está bien. Pero a mis amigos que son padres -- y algunos de ellos (que lo saben) son buenos padres-, quiero dejar manifiesto mi reconocimiento. Por haber sido padres de hijos propios, de hijos adoptados, de hijos que les han dolido y los han llenado de satisfacción, también.

Los reconozco, me descubro la cabeza ante ellos y bajo la vista al suelo, mientras pasan.

lunes, 17 de marzo de 2008

Una luz que no brilla en el norte

Me pasó algo que no sé cómo explicar.

Hace algún tiempo, como premio a su dedicación a los estudios, y también como un regalo de su primera comunión, le prometí a la hija de un muy querido amigo, residente en este Finisterre, que le regalaría el libro que ella me pidiera. Yo suelo cumplir mis promesas, más aún si se la he hecho a un niño, o a una niña. Cuando era pequeño, muchas cosas que me fueron prometidas no siempre se cumplieron, por cualquier razón que no viene al caso. Por eso procuro cumplirle a los niños que entran en mi vida, ya sea por lazo sanguíneo, o por nexo afectivo -- casi siempre, como en este caso, derivado del que me une con sus padres.

Luego entonces, el otro día, tuve la oportunidad de cumplir mi promesa. Llevé a la hija de mi amigo (cuya esposa, la madre de la pequeña, también es mi amiga) a la Casa del Libro, establecimiento fecundo en la Plaza de Italia, que desde que vine a Gijón por primera vez, ha sido un punto referencial para muchas cosas. Es un sitio en el que me siento cómodo y siempre viene a mano (aunque confieso, mi librería es siempre, Paradiso). para encontrar material que no sólo cumplirá una promesa hecha, sino que puede arrancar una sonrisa, convertirse en un tesoro.

O, como en este caso, la causa de mi desazón, mi sinsabor, que no es sólo mío.

La pequeña y yo subimos, tomados de la mano a la segunda planta del local, donde se encuentran los ejemplares de literatura para niños. Le dije que podía elegir lo que más le gustara, lo que ella quisiera y ella de inmediato quiso Luces del Norte, llevada al cine como La Brújula Dorada, que es la primera novela en la trilogía escrita por Phillip Pullman.

La pequeña iba feliz con su libro -- la edición de lujo, en pastas duras, con una ilustración muy bonita- cuando fuimos a reencontrarnos con sus padres. Su padre, que es mi amigo y a quien deseo hacer hincapié, le tengo mucho cariño, le preguntó qué había elegido y, orgullosa, la nena le mostró el ejemplar del libro, que anunció, pensaba comenzar a leer en seguida.

Y ahí fue donde comenzó el problema.

Su padre exclamó que de ninguna manera iba a leer ese libro. De inmediato me miró y me dijo, a voz en cuello, atrayendo miradas (estábamos en un lugar público, un bar que frecuento, al que he llegado a estimar como una extensión de mi casa) ajenas, ¿cómo te has atrevido a darle esta cosa a mi hija?

Pensé que bromeaba. Tan así que me sonreí y le dije ¿de qué me hablas?

¡¿Cómo has podido?! ¡Eres de lo peor! ¡Eres como un... un... un pederasta!

Cuando usó esa palabra, mi corazón y mi estómago dieron vuelcos simultáneos. Era en serio. La madre de la peque, que tal vez había pensado que era un chiste, se puso muy seria y le preguntó de qué hablaba, que no me llamara así.

Entonces me enteré de que el libro ha sido acusado por el Vaticano como una obra pecaminosa, que promueve el ateismo y la apostatía. Que era anticristiano y que era lo peor de lo peor, según la Santa Madre Iglesia. Todo esto revelado a mí a gritos.

Sentí ganas de vomitar y de llorar, pero no hice nada. Sólo me quedé inmóvil, mirando a mi pequeña amiguita, cuyos ojitos sí se llenaron de lágrimas. Mi amigo, al percatarse de que estaba haciendo un espectáculo -- hasta el dueño del bar, en la barra, nos miraba con estupor.

- Perdóname, yo no sabía que pensabas así, yo sólo le dije que eligiera lo que ella quisiera...

-¡Entonces, si hubiera elegido pornografía, se la habrías dado también!

Le contesté que eso era absurdo, que yo tenía criterio y que precisamente, creía que la niña (que ya para entonces estaba llorando) también tenía criterio, o por lo menos el derecho de formarse uno...

Me dijo que no, que él y su madre se encargarían de formar el criterio de su hija. Que ese libro sólo la haría una atea. Cometí el error de contestar que si la niña decidía ser atea, lo haría de mayor y no sería por un libro, sino por una decisión propia y que no cambiaría en nada lo que era.

Mi amigo me echó en cara ser ateo (que no lo soy, pero tampoco creo en la iglesia, de este tema ya habíamos hablado, con total cordialidad, mientras cenábamos una noche en su casa, en presencia de su esposa y otras amistades y él dijo que respetaba mi postura y hasta la defendió). Me dijo que los niños son vulnerables a toda clase de propaganda (¿qué habría dicho si le hubiera dado a la niña Los Mitos de Ctulhu o un libro de Truman Capote, me pregunto ahora?) Que debí darle un libro de Julio Verne, o El Conde de Montecristo...

-¡Pero si ese es un libro sobre traiciones, crueldades y venganzas!

-¡Pero en este, la niña mata a Dios!

Me quedé estupefacto. Todos esos ojos puestos en nosotros y ni toda la serenidad de su cónyuge bastaba para aplacar el desmadre. La niña no dejaba de llorar, pero también rehuía mi mano. Eso me dolió. -¿Pero es que tú has leído el libro?

- No. ¡Para nada! ¡Pero es lo que dice el Vaticano y el Vaticano es una institución que sabe lo que dice!

La cosa fue agarrando tintes surrealistas. Le llamó por teléfono móvil a un amigo suyo que es de filiación Carlista (no voy a entrar en detalles sobre el Carlismo, pero baste decir que es una facción de extrema derecha) y éste sugirió que se quemara el libro de inmediato y que la niña presenciara la quema. A esto se opuso la madre terminantemente. No sólo porque yo había comprado el libro (sería un insulto, dijo) sino porque los libros simplemente no se queman "esto no es el Nazismo", dijo. Acto seguido, reconvino a su esposo y me prometió que, en todo caso y en vista de la controversia, ella leería el libro primero, para decidir si era prudente que lo leyera su hija.

Sentí un brote de vergüenza y también una pena honda y repentina. La nena no paraba de llorar y cuando le dije que lo sentía, me dijo "Mi papá es un aguafiestas y tú eres malo, por hacerlo enojar. Ahora no voy a leer mi libro nunca."

Claro, ella tiene nueve años. Pero su padre tiene más de cuarenta. Y se supone que es mi amigo, que me quiere y que me honra. Y es más, no dudo de su afecto -- tan se arrepintió del exabrupto, que trató de compensarme ordenando un whisky en la barra, pero lo decliné. No podía ni tragar- ni de su buena voluntad, no lo rechazo (aún si eso fue lo que sentí como bofetada), pero me estremeció ver con qué facilidad puedo causar un problema y hacerle daño a alguien inocente.

Así, mi buena intención acaba en las lágrimas de la pequeña y en mi humillación (sí, me sentí humillado. Tal vez ustedes piensen que exagero, pero así me sentí. No les recomiendo que pasen por la experiencia para que opinen). No creo que mi amistad con los padres sufra. Espero que no. Pero tampoco sé cómo voy a acercarme ahora, no tanto a ellos, como a su hija, a la que, sin proponérmelo, expuse a una herida que le va a dejar marca.

Y eso es algo que me remuerde.

Pero tampoco puedo hacer nada. Ella tendrá que -- irónicamente, como Lyra Belacqua- recorrer su propio camino, para encontrar su propio tren de pensamiento. Formar su propio criterio.

Espero, de todo corazón, que lo consiga.

viernes, 14 de marzo de 2008

¿Qué fue de ti? ¿Dónde estás ahora...?

La verdad es que nunca fui un niño muy 'amiguero'.

Salvo algunas honrosas excepciones, no formé amistades perdurables y auténticas, hasta que fui adulto (y de hecho, doy fe de que incluso a algunos de mis mejores amigos los vine a encontrar entre los veinte y los treinta) y supongo que eso es algo que forma pate de la vida como es; de niños tenemos una noción más ingenua de la confianza, el afecto y la amistad. En esa época de nuestras vidas, surge espontánea, pero su perdurabilidad no depende exclusivamente de nosotros, si no de los muchos factores que nos rigen la vida cuando somos pequeños.

No tuve una "cuadrilla" de amigos cuando crecí -- la vine a tener (más o menos) hasta hace pocos años- y tampoco era muy popular entre mis primos o mis compañeros de escuela o entre los hijos de las amistades de mis padres (que no por serlo eran mis amigos, aunque me obligaran a convivir con ellos).

Pero hubo, como dije, honrosas excepciones.
Hoy me acordé de una de ellas. Un amigo que tuve en mi niñez y a quien no he visto en veinte años (¿o más?). Fuimos juntos a la escuela primaria en nuestros últimos tres años y es el personaje más curioso que conocí en esa época de mi vida.

Se llama Bolívar.
Así, como el caudillo independentista -- su papá era fan. Nos conocimos a los nueve años, en el Colegio Jean Piaget. Éramos un grupo pequeño y era inevitable que llegáramos a conocernos entre nosotros.

Bolívar era impetuoso, por no decir alborotador nato. Era propenso a hacer cosas como ésta: en medio de una lección se levantaba de su pupitre sin más ni más, exclamaba a grito pelado "¡Ay, me muero!" o variaciones como "¡Ay que me privo!" o "¡Ay que me da!" y se derrumbaba en el piso, poniendo los ojos en blanco y agitándose en convulsiones tan convincentes, que la primera vez que lo hizo la reacción fue de terror absoluto, pensamos que de veras le estaba pasando algo.

Bolívar era bravero. Eso no puedo negarlo, aunque tuve suerte: era su protegido. No me hubiera gustado estar del lado de sus enemigos. Era muy bueno para pegar, donde yo nunca supe meter las manos. Era rápido y feroz, como Muhammad Ali -- y también era igual que él a la hora de hacer alarde de la debilidad de sus contrincantes- y pegaba duro (lo vi sacar sangre de varias narices en su momento). Sin embargo, en su favor puedo decir que no era bravero de manera gratuita; tenía una especie de nobleza implícita, libre de crueldad -- en una era en que los niños pueden ser particular y viciosamente crueles-. Básicamente la excusa de su arrojo era así: "¿qué, por qué chillas, manís? ¿Quién te hizo llorar? ¡Orita me los chento!" y sí. Lo hacía. Pobres de nuestros maestros, que tenían que mandarlo tiro por viaje al despacho del director -- que seguramente se moría de la risa nada más verlo salir.

Con Bolívar de acmpañante tuve algunas de las más extrañas experiencias de mi vida y algunos de los primeros asomos a la vida más "adulta". Algunas veces iba a casa por las tardes para "hacer la tarea" (que yo hacía) y a "jugar un rato" (que era básicamente inventar alguna cosa para molestar al prójimo). Supongo que su mamá -- una mujer generosa y de trato exquisito, con la consigna de criar bien a cuatro chamacos, de los cuales Bolívar era el segundo- estaría feliz de tenerlo fuera de casa alguna tarde. Mi abuela María lo quería bien y él le pidió permiso para llamarla "Abuelita" (sus abuelos -- los que le quedaban- vivían en el estado de Guerrero, de donde era su familia originalmente y los veía poco). Veíamos la televisión (nuevamente sobredosis de caricaturas y de los video-rocks que presentaba la enigmática y maquilladísima Elsa Saavedra) o caminábamos por ahí. A mi otro amigo de la infancia, Zhabi, no le gustaba mucho Bolívar, le parecía violento y agitado. Supongo que en cierta medida lo era. Supongo que también era una cuestión de dividir las lealtades.

El padre de Bolívar era abastecedor de carnes. Es decir, él la compraba a los ganaderos y la vendía a los carniceros, directamente en el Rastro (que se ubicaba en Ferrería, un barrio muy cerca de donde yo vivía. La familia Pineda Bustos vivía muy cerca del Rastro en ese entonces). Cuando estuvimos en Quinto Grado, hubo una actividad mensual en la que podíamos acompañar durante una tarde al papá o la mamá de alguno de nuestros compañeros para ver cómo o dónde trabajaba. Así fuimos a ver una planta de gas, donde trabajaba la madre de nuestro compañero Quique (era contadora), a una compañía de televisión (donde trabajaba mi papá; el tour, que incluyó conocer a Chabelo -- el amigo de todos los niños- y ver a Lucía Méndez de lejecitos, me valió ser el niño más popular de la escuela por cinco minutos) y al Rastro, a ver dónde y cómo trabajaba el papá de Bolívar.

Recuerdo (ahora con una inexplicable ternura) que a esa visita fuimos muy pocos niños, donde a las otras, hubo mucha más afluencia. Cuando vi lo que ocurría en el Rastro, entendí por qué. Sin embargo, mi coleguilla lo veía como algo natural, acostumbrado como estaba, aunque me dijo que su papá no quería que él ni sus hermanos, se dedicaran a eso. Que ya bastaba con que él lo hiciera.

Lo que Bolívar quería, al menos a los diez años, era ser piloto.

El viernes 9 de junio de 1984, justo el mismo en que yo cumplí diez años, por primera vez en un buen tiempo, me animé a tener una fiesta (creo que no he contado aquí la fea experiencia de cuando cumplí ochoy prefiero no), invité a la clase, a algunos niños de la cuadra y la fiesta fue buena; yo la aceptaba con cierto resquemor, e incluso, esperé a mis invitados no sin ansiedad (las cosas que te puede hacer un plantón). También invité a los maestros que teníamos (eran tan jóvenes, incluso más jóvenes de lo que yo soy ahora... ¡y tan pacientes! El maestro Lalo y la maestra Lupita, que eran extraordinarios) y todo iba muy bien, con Bolívar portándose excepcionalmente bien con todos los niños y niñas -- hasta los que le caían mal, no buscó camorra- pero en un momento que yo no ví, se trepó a la barda que separaba el garaje de la casa vecina del nuestro -- no sería más de un metro de barda- y anunció que iba a volar.

y ¡Zaz!

Recuerdo que íbamos a cortar el pastel de cumpleaños, por eso es que no lo vi. Si lo hubiera visto, lo habría evitado. Recuerdo el alarido de alguien -- sería Georgina, "La Gruesa", a quien no le apodábamos así por su físico, sino porque le "pasaban un resto" Ozzy Osbourne y Quiet Riot- y la conmoción; el rostro asustado de mi Harsh Mistress y a mi mamá salir aún con las velas en la mano, para encontrarse con que en un descuido, Bolívar había saltado, sin calcular la distancia y se había estampado contra el patio, como una calabaza.

Fue un descontrol, con gritos y lágrimas y "¡ya se murió!"... esto, además, avivado por el hecho de que aquél, efectivamente se había desvanecido y no estaba actuando. Mi madre se vio temeraria, como no había respuesta telefónica en la Cruz Verde, acompañada del maestro Lalo, lo llevó a la clínica más cercana, mientras la maestra Lupita se quedaba a ayudarle a mi abuela a controlar y serenar a todo el chiquillerío y a tratar de contactar con los padres de Bolívar.

Mi madre cuenta que éstos llegaron a la clínica y que el padre de Bolívar primero se puso como poseso, gritándole hasta cansarse y acusándola de lo que había ocurrido. La Señora Nelva (así se llamaba la madre de mi intrépido colegui) tranquilizó a su marido, recordándole la clase de joyita que era su hijito y agradeció a mi mamá, deshaciéndose en disculpas. Por otra parte, mi fiesta había sufrido un shock, pero había sido un buen shock (supongo) porque en vez de hacerse desbandada, todos permanecieron en mi casa, esperando a que llegaran noticias de aquél. En la cocina, mi abuela había comenzado a rezar un rosario y algunas niñas se unieron a ella. Los demás seguimos en el patio, especulando acerca de los daños irreversibles y permanentes que pudo haber sufrido. Carlitos, un niño que era compañero nuestro y que era muy dulce, lloró un poco, yo creo que de angustia. La Maestra Lupita nos tranquilizó y luego organizó juegos hasta que ya noche, volvieron mi madre, el maestro Lalo y, acompañado por sus padres y con la cabeza vendada (como paciente de lobotomía), Bolívar.

No le había pasado nada más allá de la contusión ("es que tengo la cabeza bien dura, manís," dijo) y lo habían despachado a casa después de examinarlo, auqnue él insistió en ir a mi casa para terminar la fiesta y también para disculparse por el chingadazo.

Así era mi amigo. Hizo de mi fiesta algo memorable.

En 1985, me gradué de primaria y fuimos enviados a escuelas distintas. Mi papá me envió al Instituto Juventud, donde "me formarían el carácter" (y una profunda aversión a muchas cosas), donde Bolívar fue enviado a otra escuela de donde lo expulsaron rapidito y lo pasaron a una de gobierno. No nos veíamos diario, como antes y teníamos poco contacto por teléfono -- en esa época (y aún ahora) me daba una especie de pudor idiota llamar por teléfono- y el contacto se perdió cuando un buen día ya no contestaron el teléfono.

No puedo decir que no me dolió distanciarme de Bolívar, porque estaría mintiéndoles. Me dolió, pero menos que una ruptura traumática. Supongo que no tuve mucho tiempo para darme cuenta de lo que ocurría. Un día reapareció, en 1988, así nada más, llamando a la puerta de la casa de mis padres -- que ahora ya no lo es- y quedándose a comer, con esa frescura tan singular. Me contó que había muerto la tía (la famosa tía, una parienta rica del padre, que era su única familia en el De Efe y a quien le chocaba visitar) y le había heredado todo a su "Apá", incluyendo su casa en Lomas de Chapultepec y mucho dinero. Su vida había cambiado.

Pasamos la tarde oyendo discos, acordándonos de los amigos de la clase --¿Dónde estaría "La Gruesa"? ¿Y Quique? ¿Y "La Jalisca"? ¿Y Verónica Zamarripa? ¿Sabes algo de Isabel -- ah, Isabel Contreras. Su primer crush no correspondido-? ¿Y Carlitos? De Carlitos sí que sabía; se había mudado a Texas con su mamá en 1985 y me había escrito una postal. Otro contacto perdido.

Fuimos al Jean Piaget a buscar al maestro Lalo -- Eduardo Arciga Bernal- pero no lo encontramos. Ninguno de los nuevos profesores o del personal de intendencia nos reconoció, aunque sólo habían pasado tres años de nuestra salida. Ya para esa tarde, Bolívar tenía quince años (¡y fumaba!) y yo catorce, había escrito una novelita a mano y apenas había logrado sobrevivir la horripilante experiencia de una escuela ultraconservadora y ultracatólica de la Extrema Derecha. Recordamos cómo el maestro Lalo nos llevaba al cine a toda la clase en sexto grado (¡y lo pagaba de su bolsillo!).

Bolívar me dijo que llamaría y nos veríamos de nuevo.
Pero ya no supe si alguna vez llamó o no. No lo he vuelto a ver.

Espero que esté feliz. Me gustaría verlo. Saber en qué anda. Dónde está.
Por eso pongo su nombre completo aquí, para que si un día se googlea, llegue a este trazo de nuestras infancias que se tocaron en algún momento.

Bolívar Ulises Pineda Bustos.

¿Me recuerdas? Quizá no reconozcas mi nombre ahora, me recordarás por otro nombre, mi nombre verdadero. Pero de cualquier modo, no te he olvidado, tampoco he olvidado que querías volar. ¿Lo lograste?

Espero que un día, si llega a leer esto, me escriba y me lo cuente.

miércoles, 12 de marzo de 2008

¡Viva Bush!


I Bush

Sí, señor.
Lo digo...

...¡y lo sostengo, qué caray!

Y antes de que se me pongan histéricos/as y empiecen a convulsionarse rapidito ante el título del post de hoy y la declaración que acabo de hacer con frescura tan singular, les diré que no se azoten.

Sí, lo sostengo, ¡Viva Bush! Pero no ese señor con atroz sintáxis y severo retraso mental, que ostensiblemente vive en Washington DC y cree (¡cree, el pobrecito, aaay!) que gobierna a los Estados Unidos y de pasada al resto del mundo -- el pobre imbécil-.

No, no es a él a quien dedico estos vítores y esta ternura de mi corazón. Si están en la página con las bocinas encendidas, ya saben a quién dedico el día de hoy -- sin motivo alguno mas que se me dio mi regalada gana- este altar particular.

Si digo I Bush, es por otro arbusto ardiente y revelador: Kate Bush.

Para aquellos que no la conocen, esta formidable ex niña prodigio (nacida en 1958) es posiblemente la más importante estrella de rock femenina surgida de las islas británicas -- sí, más relevante que la mismísima Annie Lennox, a la que también admiro y quiero-. Desde su debut hace treinta años, con el enigmático y popular disco The Kick Inside, fue estableciéndose como una figura distinta a las vocalistas que la precedieron en la década anterior. Es decir, es -- o era- tan afecta al melodrama como Dusty Springfield, tan insolente y sensual como Marianne Faithfull y tan popular como Lulu, pero con un aire muy único, muy de ella: con referencias culturales, cinematográficas y literarias que no eran parte del territorio "girly sound" a fines de los 70.

Kate se le puso al tú por tú a actos tamaño Leviatán como KISS, ABBA, Blondie y anexas, en las listas de popularidad y con todos pudo, como las meras buenas. Su disco de 1985 The Hounds of Love es considerado uno de los 10 mejores álbumes de la década y su influencia perdura hasta hoy en actos tan disímbolos como Tori Amos -- que comenzó su carrera tocando covers de Kate Bush en bares de hoteles, antes de grabar su primer disco- hasta Placebo -- que recién acaba de lanzar un cover de Running Up That Hill, al que le ha ido muy bien... pero no hay que olvidar que esa canción ya existía y que la grabó primero que nadie esta mujer incansable.

En 2005, después de doce años de semi-retiro -- tuvo un hijo y se dedicó a criarlo de tiempo completo-, Kate regresó a la escena con un espléndido álbum doble titulado Aerial (que vino a refrendar su lugar y a reverdecer antiguos laureles), en el que exploraba nuevos temas como la maternidad, la pérdida y la madurez de su cuerpo y mente y en 2007 grabó un tema original para la banda sonora de La Brújula Dorada, a invitación del escritor Phillip Pullman.

Kate Bush es una figura inquietante y magnífica. Quienes la conocen la aman (amamos) y quienes no la han oído aún, abran sus oídos a la selección musical que acompaña estas palabras.

Yo la vine a descubrir casi por accidente, verbi gratia aquél extinto programa de TV llamado Video-Rock (nuestro antecesor prehistórico al MTV), mismo que conducía una enigmática y maquilladísima Elsa Saavedra --¿alguien sabe qué fue de ella?- allá por 1983. Recuerdo que el primer video que vi de ella era para acompañar una versión relanzada de Wuthering Heights -- que escribió a los doce años y fue su primer gran hit, y hasta la fecha permanece como una de sus canciones más famosas, con numerosas versiones cover y es una de mis canciones favoritas de siempre desde entonces-, en el que corría por ahí, con un vestido blanco y el cabello al aire. La vi y me encantó.

Desde entonces, entre Kate Bush y yo existe una tierna y respetuosa historia de amor (e histeria, claro).

Así que aquí se las pongo, en proverbial bandeja de plata. Espero que no los decepcione y que los estimule tanto como lo ha hecho conmigo en los últimos veinticinco años.

viernes, 7 de marzo de 2008

¿Puede Mrs. Clinton?

La Hillary... ¿qué le depara el futuro?
¿Será una Commander in Chief o se quedará en Desperate Housewife?

[aunque en todo caso, en esta analogía, le convendría más lo segundo: las ñoras de Histeria Lane siguen vigentes, donde la serie que ponía a Geena Davis (!) como ñora presidenta incomodó a muchos gringos conservadores y valió madres en una sola temporada]

Me intriga. Esta carrera por la contienda a la candidatura presidencial ya la había visto yo venir desde hace algún tiempo (de hecho, yo esperaba que fuera la Hillary y no Kerry quien fuera por los demócratas contra Bushito en el '04) y no me imaginaba que el tal Barack Obama -- muchachón con la sonrisa del millón, que derrama carisma como si no hubiera un mañana, pero que a mí, personalmente, me resulta indigesto- fuera a ser un contrincante tan formidable.

Por primera vez en un buen tiempo, estoy acercándome a las páginas -- en línea- de política de diversos diarios, para seguir estas primarias. Es algo que no hacía en México (donde fui famosamente apolítico, renegando de toda la escoria política de mi tierra [por toda, quiero decir TODA] y cuando me vi insultado en mi inteligencia y presionado por mi sentido común fui anti AMLO -- más específicamente, fui anti-berrinchitos del Peje) y que tampoco hago habitualmente aquí en mi exilio deluxe (y eso que este domingo son elecciones presidenciales, Zapatero v. Rajoy, pero como sólo soy un espalda mojada, no opino... aunque supongo que si pudiera votar, votaría en secreto, jajajaja). Y supongo que muchos dirían que las elecciones yanquis no deberían de importarme un cuerno, pero yo creo que sí. Que del resultado de esto, van a depender muchas cosas... y no nada más para los gringous.

Como decía, no me gusta Obama. No ha faltado quien me acuse de racista -- no, ese no es el caso. Si Obama no me gusta no tiene que ver con el color de su piel-, aunque yo igualmente podría acusar a los que llaman a Hillary "vieja bruja" de sexistas y ese no es el punto.

No me gusta porque creo que es manipulador, y que ha sabido usar muchas cartas -- incluyendo, inevitavlemente, la del color- a su favor, sin pudor alguno. Y no dudo que sea un líder carismático, pero aún me parece muy verde. Se lo van a "chamaquear" -- para aquellos que nos sintonizan de otros lugares del mundo, chamaquear es un término que se puede aplicar para decir "hacer tonto", "engañar", en base a la inocencia/inexperiencia de una persona- y que eso suceda, sería costoso para todos los países involucrados.

Tampoco me gusta que lo siento como un títere mediático (el otro lado de la moneda) en algunos aspectos. El tal Obama parece tener demasiados jefes a los cuáles complacer (entre ellos Miss Oprah Winfrey, de nombre científico Oprah Enormissima) y el viajecito a la Casa Blanca no le va a salir gratis -- nunca lo es- llevándose entre las patas a muchos.

Ahora bien, ¿me convence Hillary? ¿Votaría yo por ella, si pudiera?

La idea de que una mujer sea quien pueda tratar de poner orden en un caos extendido (si no creado) por el subnormal y enfermo George W. Bush, suena casi romántica. En ese aspecto es tentador, pero más allá de ello: ¿puede la señora? ¿Tiene la experiencia?

Yo siento que sí. Que durante los 90, cuando estuvo tras bambalinas en la administración de su marido -- el inefable y seductor Bill, que prácticamente se llevó al mundo a la cama, igual que después haría GWB. Sólo que la diferencia entre ambos es que, mienras que con Clinton el coito fue en apariencia placentero y por lo menos madó flores en la mañana, Georgie Bush nada más nos jodió y groseramente nos manoseó, se sintió la mamá de Tarzán y ni siquiera el amor sabe hacer-, Hillary abrió bien los ojos y los oídos (mientras Mónica Lewinsky abría mucho la boca) para absorber como esponaj cuanto pudiera de donde pudiera.

Claro que no es de ninguna manera perfecta (nadie, más que Julie Andrews, puede ser Mary Poppins) pero me parece que es mucho más experimentada y sagaz que Obama. Que tiene un mejor plan de estratagemas políticas y que está en su momento.

¿Votaría por ella? Sí, por supuesto.

Sigo pensando que, finalmente, y más allá de quién tiene el mejor plan de políticas, esta carrera se ve reducida -- lamentablemente- a dos temas: mujer v. negro. O como oportunamente han soltado por ahí algunos comentaristas de TV en EEUU: Bitch is the new Black.

Los hombres jóvenes y heterosexuales de cualquier raza, que no votan Republicano (esa es otra), van por Obama, simplemente por el hecho no de que sea negro, sino de que es hombre. Si queda Hillary al final de las primarias -- que concluyen hasta junio- y obtiene la candidatura por encima del Señor Obama(rama), tendrá que vérselas con el muy macho John McCain (¿Dónde quedó McAbel?) en una batalla campal, la auténtica guerra de los sexos -- sí, ya sé que si queda Obama, es la guerra del color- y será difícil.

El camino a Noviembre es largo, lleno de abrojos y con traiciones mediáticas a diestra y siniestra.
Espero que Hillary llegue. Espero que pueda.

Como poco o nada puedo hacer (no me dejan contribuir a su campaña con $10 USD mínimo, porque no resido en los Estados Unidos), me siento desde mi palco a observar y agito mi banderola, con mi lema de campaña creado por mí mismo, o sea yo:

EXPERIENCE A CHANGE OF SEX: HILLARY '08

A ver hasta donde llegamos, porque hay qué ver cómo está el patio, Mrs. Clinton...

jueves, 6 de marzo de 2008

No hay nada sagrado

Michael Bay, productor y a veces director de grandes joyas de la cinematografía moderna, como La Isla, Transformers, Pearl Harbor y Bad Boys (¡y su secuela, Bad Boys II!) acaba de anunciar su intención de diversificar su oleada de planes de remakes -- ya realizó el de Masacre en Cadena, que a algunos subnormales les pareció divina y tiene en cartera 'reimaginaciones' de algunas cintas emblemáticas del género de terror como Pesadilla en la calle del Infierno, Viernes 13 y [¡Gulp!] Los Pájaros-, con un plan de asociarse con Paramount Pictures para realizar una 'modernización para una nueva generación de espectadores' de El Bebé de Rosemary.

La cinta, dirigida por Roman Polanski, basada en la novela homónima del recientemente fallecido Ira Levin y que lanzó al estrellato a Mia Farrow, se estrenó originalmente en 1968 y figura habitualmente en las listas de las mejores películas en la historia de los más de cien años del cine, será sometida a este vil ultraje, aparentemente, con miras a estrenar en 2009.

Mientras tanto, quien esto escribe sufre repentina hemorragia cerebral.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Diez (III)

Y ahora, querido público, para concluir este ejercicio de tres listas de diez cosas, me acerco al referente más inmediato de mis obsesiones: el cine.

Esta es una lista de las 10 películas que he visto sólo una vez [o que no he visto, pero de las que he oído hablar mucho] y que me gustaría ver (y/o tener en mi colección).

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1.- La Nuit Américaine
(François Truffaut, 1973- con Jacqueline Bissett y Jean-Pierre Lèaud)

2.- Mildred Pierce
(Michael Curtiz, 1945 - con Joan Crawford)

3.- The Pumpkin Eater
(Jack Clayton, 1964 - con Anne Bancroft y James Mason)

4.- Come back to the 5 and Dime, Jimmy Dean, Jimmy Dean
(Robert Altman, 1982 - con Karen Black y Sandy Dennis)

5.- Spellbound
(Alfred Hitchcock, 1945 - con Ingrid Bergman y Gregory Peck)

6.- The Go-Between
(Joseph Losey, 1971 - con Julie Christie y Alan Bates)

7.- Caravaggio
(Derek Jarman, 1986 - con Tilda Swinton)

8.- Summertime
(David Lean, 1955 - con Katharine Hepburn)

9.- El Cumpleaños del Perro
(Jaime Humberto Hermosillo, 1974 - con Diana Bracho y Héctor Bonilla)

10.- Blonde Venus
(Josef Von Sternberg, 1932 - con Marlene Dietrich y Cary Grant)

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Como ven, tengo mis deficiencias grandes... y me faltó por poner muchas más (otras de Truffaut, de Ken Russell, de Fritz Lang, de Otto Preminger, de Ida Lupino...) y éstas que puse, si no las tengo, es porque no las he encontrado disponibles en DVD --¿Será que no existen?-.

En fin. No siempre puedes tenerlo todo.

¿Y ustedes? ¿Cuáles llegan a su lista? -- veo con cierto desencanto que el ejercicio no pegó mucho... salvo contadas y honrosas excepciones.

En fin. Como decían en los concursos de TV cuando te quedabas con tu premio de consolación, ¡gracias por participar!

martes, 4 de marzo de 2008

Diez (II)

Siguiendo con el juego de las tres listas de 10, aquí está una lista de diez momentos extraordinarios que he guardado en mi vida (aunque algunos tengan que ver con mi trabajo). Son muchos más de diez, y podría compartirlos todos, pero sólo pongo los primeros que me vienen a la cabeza, sin ningún orden en particular.

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1.- Salir de la estación de Santa Luzia, en Venecia, para encontrarme cara a cara con el Gran Canal (me quedé sin aliento).

2.- La entrevista con Oliver Stone que acabó en cena y borrachera, en Nueva York.

3.- Mi primera noche en Madrid. El 7 de julio de 2004.

4.- La presentación de Íntimos Extraños en México DF.

5.- La presentación de Todas las Fiestas en Gijón.

6.- La primera vez que vi un set cinematográfico (era Dune).

7.- Nueva York, con el parque central cubierto de nieve, visto desde el hotel Plaza.

8.- Cuando llegué por primera vez a este apartamento y salí a la terraza (a Julie le consta).

9.- Sentarme con Liv Ullmann en la Cineteca Nacional, para conversar con ella.

10.- Caminar desde Kensington hasta Piccadilly Circus, cantando Downtown, para hacerme compañía.

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Y muchos, muchos, muchos más.

Ahora, si quieren, pongan sus listas aquí o en sus blogs. Yo regresaré con una más, mañana.

lunes, 3 de marzo de 2008

Diez (I)

Mi amiga Dushka (cuyo espléndido blog, Amateur, se encuentra entre mis puntos de lectura, "Links" ) me ha pasado la antorcha para seguir un ejercicio iniciado en su página: se trata de hacer tres listas para revelar diez cosas que tienen que ver con uno mismo.

Ahora bien, sé que uno de mis defectos es que soy muy propenso a la autobiografía (sí, ya sé) y esto es aburrido; sin hablar de que algunas veces me da por hablar de mí mismo en pasado -- como si fuera un personaje en un libro- y creo que estar mirando siempre hacia atrás tampoco es lo mejor.

Así que mi primera lista de 10, es 10 cosas al azar que quiero hacer en el futuro. Sin ningún orden.

Y ahora, me corresponde invitarlos a ustedes -- para quienes este blog existe, de cualquier forma- para que hagan sus propias listas basadas en ésta, ya sea en sus blogs (los que tengan blogs) o en la sección de comentarios. La cosa es exhortarlos a participar.

Mañana pondré otra lista diferente. Y pasado mañana, otra. Espero contar con su complicidad, claro.

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10 Cosas que quiero hacer en el futuro.

1.- Quiero viajar a la India. No me importa si es solo o acompañado.

2.- Quiero escribir un libro para niños, que sea una especie de guía de supervivencia a la transición infancia-adolescencia.

3.- Quiero cultivar alguna planta en mi terraza y que dure.

4.- Quiero volver a aprender a nadar.

5.- Quiero ser profundamente amado, sin condiciones, sin prejuicios.

6.- Quiero encontrar el par de zapatos perfecto y eterno.

7.- Quiero que me tomen una gran fotografía.

8.- Quiero ser el mejor hombre [hijo, amigo, escritor, colaborador] que pueda ser.

9.- Quiero mejorar mi nivel en el Scrabble.

10.- Quiero [y esto es muy en serio] adoptar un hijo -- o una hija. En el futuro. No muy inmediato, pero sí cercano. Me pongo de plazo unos ocho/diez años. Creo que seré un buen padre. Lo siento con certeza. Sé que el mundo no va a estar de acuerdo y que muchos de mis allegados tampoco, pero más allá de esto, sé que es una decisión muy importante, pero no tengo dudas al respecto. Quiero ser padre. Y un día, voy a serlo.
Y, con los ejemplos que he tenido, espero ser el mejor que pueda.

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[Con esta también se inaugura una nueva categoría dentro de los contenidos del blog: los Top 10s. Será divertido, supongo...]