La Parca viste a la Moda
Mi primer traje fue un traje azul.
Me lo compró mi madre. No recuerdo para qué ocasión. Fue hace casi veinte años.
Era un traje de Yves Saint Laurent.
Me lo compró mi madre. No recuerdo para qué ocasión. Fue hace casi veinte años.
Era un traje de Yves Saint Laurent.
Nunca había tenido un traje que fuera mío. Alguna vez, antes de dar el último estirón, había llegado a usar trajes de mi padre, pero cuando de pronto me encontré diez centímetros más alto y ancho que él, fue necesario que tuviera, por lo menos uno. Recuerdo que lo fuimos a comprar, y que mientras mis padres se ocupaban de ver que el traje fuera de un material lucidor y resistente y que se viera bien, yo en lo que pensaba, era que Yves Saint Laurent era íntimo amigo de Catherine Deneuve.
Con la muerte de St. Laurent se acaba el capítulo del creador como figura de poder detrás de una casa de modas. Hubert de Givenchy y él fueron los últimos grandes en ese ramo, siguiendo a Coco Chanel o a Balenciaga -- que a propos de nada, cerró su atelier en 1968.
No que hoy no haya grandes diseñadores de haute couture, los hay. Por supuesto que los hay. Pero ni Alexander McQueen, o Galliano, o Stella McCartney o el divinísimo Tom Ford, ninguno de ellos, es realmente revolucionario, como lo fuera Saint Laurent, en su época de mayor apogeo, en los 60, cuando contribuyó a cambiar la manera en que las mujeres se vestían, para siempre.
Me caía bien. Tan teatral, tan estrambótico, tan "amariconado" y tan genuino. Tan auténtico.
Diana Vreeland decía que (y vaya si esta mujer sabía, no en balde fue directora del Vogue por años de años de años) si Coco Chanel y Christian Dior eran gigantes mitológicos, YSL era sencillamente un genio. Y así lo creo.
Ahora pienso en mi primer traje, que era muy sencillo, pero era de YSL. Y lo recuerdo no sin tenura (ay, pero eso es algo que tiene mi memoria, tan sentimental y tan babosa, todo o casi, lo recuerda con una cierta aura de ternura que realmente no tiene) y me pregunto qué habrá sido de él. Evidentemente, es algo que ya no tengo. Es parte de la piel que he ido dejando atrás, tirada conforme cambio. Ya no uso prácticamente trajes. Pero ese lo recuerdo. Y al hombre que, directa o indirectamente lo creó para mi, hace tantos años, también.
Requiescat in pace, bon maître.
Con la muerte de St. Laurent se acaba el capítulo del creador como figura de poder detrás de una casa de modas. Hubert de Givenchy y él fueron los últimos grandes en ese ramo, siguiendo a Coco Chanel o a Balenciaga -- que a propos de nada, cerró su atelier en 1968.
No que hoy no haya grandes diseñadores de haute couture, los hay. Por supuesto que los hay. Pero ni Alexander McQueen, o Galliano, o Stella McCartney o el divinísimo Tom Ford, ninguno de ellos, es realmente revolucionario, como lo fuera Saint Laurent, en su época de mayor apogeo, en los 60, cuando contribuyó a cambiar la manera en que las mujeres se vestían, para siempre.
Me caía bien. Tan teatral, tan estrambótico, tan "amariconado" y tan genuino. Tan auténtico.
Diana Vreeland decía que (y vaya si esta mujer sabía, no en balde fue directora del Vogue por años de años de años) si Coco Chanel y Christian Dior eran gigantes mitológicos, YSL era sencillamente un genio. Y así lo creo.
Ahora pienso en mi primer traje, que era muy sencillo, pero era de YSL. Y lo recuerdo no sin tenura (ay, pero eso es algo que tiene mi memoria, tan sentimental y tan babosa, todo o casi, lo recuerda con una cierta aura de ternura que realmente no tiene) y me pregunto qué habrá sido de él. Evidentemente, es algo que ya no tengo. Es parte de la piel que he ido dejando atrás, tirada conforme cambio. Ya no uso prácticamente trajes. Pero ese lo recuerdo. Y al hombre que, directa o indirectamente lo creó para mi, hace tantos años, también.
Requiescat in pace, bon maître.
Comentarios
Un beso...
Hace miles de años tuve un jean (?) con la grifa YSL, vaya a saberse si tenía algo de auténtico, habiendo llegado a estas playas.
Pero sí, los perfumes. Da pena, a mí no sé bien por qué, me caía bien... Tal vez por haber sido realmente original.
Besos
P.