Primavera de un hombre solo
Si he de ser honesto, es una de las temporadas que menos me gustan del año, no por motivos religiosos, si no por otras razones que me traen recuerdos desagradables.
Con ella, ha llegado la primavera a mi ciudad. Sopla mucho viento y hace frío, pero menos que en el invierno, aunque éste no fue tan crudo como temía.
Al menos no fue crudo en ese aspecto.
Ayer salí a caminar por ahí. La ciudad está vacía. Todos mis amigos están fuera, así que yo camino. Camino y camino. Me paseo por el muro (donde me caí esta semana, ahora les cuento de eso) y por las calles y los parques y el jardín botánico, solo.
Y estar solo no es malo. Aunque es muy distinto sentirse solo. Pero comprendo la diferencia y además la acepto. Esto es, finalmente, lo que yo quise. No le debo nada a nadie, yo decidí hacer esto y no me estoy quejando, que eso quede bien claro.
'Vas a pasar los días más solitarios de tu vida en Gijón', me dijeron y yo dije que lo sabía y lo cierto es que sí, lo sabía y ahora que lo experimento, lo siento en mí, no me arrepiento. Podrá pesar (a cada quién nos pesa nuestra soledad) pero la acepto.
El miércoles, mientras caminaba por el muro, al caer la noche, me tocó un poco de llovizna y me resbalé en una grieta de las lozas que cubren el camino. Me caí, solo, y me levanté solo. Claro, por un momento, el pánico de no tener los lentes a la mano, de darme cuenta que tenía sangre en el labio (me corté) pero toda vez que estuve en pie, me sentí mejor. No me vio nadie. Así, que me bajé a caminar por la arena.
El mar huele, su olor es siempre muy distinto, según la hora del día que sea. Ayer por la tarde, olía a melancolía. Al menos así era para mí. Otros días, a otras horas, huele a dicha.
Y sigo caminando, hasta llegar a los montes que también rodean mi puerto. He visto cosas; nubes, cielos que cambian de color, la luna (siempre a los ojos. Porque al sol hay que bajar la cara para hablarle, pero a la luna siempre podremos mirarla a los ojos), orreos y hermosas ermitas.
También, entre las cosas que he visto, he encontrado algunos árboles. Camino entre ellos, toco sus troncos. Sé que uno de esos árboles es mi árbol. Que hay muchos, pero ese, ese árbol es mío.
Llegó la primavera, entonces y la veo extenderse, poco a poco, por cada rincón.
Y sigo siendo solo.
Con ella, ha llegado la primavera a mi ciudad. Sopla mucho viento y hace frío, pero menos que en el invierno, aunque éste no fue tan crudo como temía.
Al menos no fue crudo en ese aspecto.
Ayer salí a caminar por ahí. La ciudad está vacía. Todos mis amigos están fuera, así que yo camino. Camino y camino. Me paseo por el muro (donde me caí esta semana, ahora les cuento de eso) y por las calles y los parques y el jardín botánico, solo.
Y estar solo no es malo. Aunque es muy distinto sentirse solo. Pero comprendo la diferencia y además la acepto. Esto es, finalmente, lo que yo quise. No le debo nada a nadie, yo decidí hacer esto y no me estoy quejando, que eso quede bien claro.
'Vas a pasar los días más solitarios de tu vida en Gijón', me dijeron y yo dije que lo sabía y lo cierto es que sí, lo sabía y ahora que lo experimento, lo siento en mí, no me arrepiento. Podrá pesar (a cada quién nos pesa nuestra soledad) pero la acepto.
El miércoles, mientras caminaba por el muro, al caer la noche, me tocó un poco de llovizna y me resbalé en una grieta de las lozas que cubren el camino. Me caí, solo, y me levanté solo. Claro, por un momento, el pánico de no tener los lentes a la mano, de darme cuenta que tenía sangre en el labio (me corté) pero toda vez que estuve en pie, me sentí mejor. No me vio nadie. Así, que me bajé a caminar por la arena.
El mar huele, su olor es siempre muy distinto, según la hora del día que sea. Ayer por la tarde, olía a melancolía. Al menos así era para mí. Otros días, a otras horas, huele a dicha.
Y sigo caminando, hasta llegar a los montes que también rodean mi puerto. He visto cosas; nubes, cielos que cambian de color, la luna (siempre a los ojos. Porque al sol hay que bajar la cara para hablarle, pero a la luna siempre podremos mirarla a los ojos), orreos y hermosas ermitas.
También, entre las cosas que he visto, he encontrado algunos árboles. Camino entre ellos, toco sus troncos. Sé que uno de esos árboles es mi árbol. Que hay muchos, pero ese, ese árbol es mío.
Llegó la primavera, entonces y la veo extenderse, poco a poco, por cada rincón.
Y sigo siendo solo.
Comentarios
I can relate to this, I can't even tell you how much.
It is related to my comment regarding Elizabeth I. I am no royalty, but I empathize with the solitary existence.
Autumn, in its own way, is so much more beautiful.
But maybe it is the drink that clouds my thoughts.
Bonita Primavera, none the less.
mo-NEEK-a
Muy interesante tu blog, lo encontré a través de la Santa Distimia...diagnósticos que no resuelven pero tranquilizan.
saludos desde este rincón del mundo.
Anónimo.
Te mando otro abrazo.
Davis
tu fan numero 1. c.p.
Qué bueno que te pasa lo descrito, simplemente para tomar tu cuerpezote y tu cabezota en mis ganzúikas manos para "abalsamarte" un poco. Saludos desde tu mexican curious land, con el ánimo puesto... Our Frank and open... deep conversations... thet get me nowhere... they just bring me down so... (sigue cantándola conmigo... :)
Joselo
Joselo
Caray! Supongo que la Primavera nos "pega", porque, en algún lugar del cerebro primitivo, es la señal de recomenzar de nuevo, de alguna manera. Dejar Los Inviernos atrás y volver a construir el Presente, entre la Vida que se despierta de nueva cuenta a nuestro alrededor (bueno, al menos, en el Hemisferio Norte).
Aunque te diré: por estos lares, los últimos días "oficiales" del invierno, hubo mucho, exagerado calor... y en cambio, estos días iniciales de "primavera", tenemos ¡amenaza de lluvia y amaneceres fríos! ¿Y mi calentamiento global, ayer se me perdió?
Con afecto,
el ya no tan enojón (pero apesadumbrado) Azul Caballo con Cuerno.
P.D. Y no estás tan solo: nos llevas de la mano a tus lectores, qué le vamos a hacer, jeje.