De entre los muertos: Vértigo cumple 50
La obra maestra de Alfred Hitchcock, considerada una de las mejores películas jamás filmadas, llega al medio siglo de vida tan relevante y hermosa hoy como en su estreno en Mayo de 1958.
Al enfocar una de las orillas del Puente de San Francisco, al amanecer, se observa que la niebla ha devorado el otro extremo del puente, pero, misteriosamente, el extremo más cerca del espectador se muestra agónico y tentador. Es allí donde Jimmy Stewart salta a las frías aguas de la bahía para salvar a Kim Novak, dando pie a una historia de amor estremecedora e inolvidable.
Si bien en la época en que fue estrenada, no alcanzó el éxito deseado (Hitchcock lo atribuyó a la falta de química entre Stewart y Novak y desde entonces ya no volvió a llamarlo), al cabo de cinco décadas se ha convertido en una auténtica joya de la cinematografía que, a mediados de los 90 y gracias a la dedicación de Robert A. Harris y James C. Katz, con un millón de dóalres de la Universal como presupuesto, se hubiera perdido irremediablemente.
Ellos fueron los encargados, con un trabajo monumental, de restaurar los elementos del film, tanto la imagen como el sonido, que mostraban una verdadera necesidad de conservación y corrían el riesgo de perderse para siempre.
Así, tomando como base un argumento de los franceses Pierre Boileau y Thomas Narcejac (autores también de Les Diaboliques, que fuera llevada al cine por H. G. Clouzot y era una cinta que Hitchcock había admirado mucho), nos presenta la historia de John ‘Scottie’ Ferguson (Stewart), un ex policía retirado por padecer fobia a las alturas, que lo hizo dejar morir en acción a un compañero. Un viejo conocido (Tom Helmore) dedicado a la industria naviera, lo contrata para que vigile a su esposa, la elegante y aristocrática Madeleine Elster, (la Novak, exquisita e inexpresiva) quien, aparentemente, está perturbada de sus facultades mentales y ha intentado suicidarse. Al principio, Scottie, hombre cáustico, cuya única confidente es la diseñadora de vestuario Midge (Barbara Bel Geddes) con quien sostiene una relación asexuada de amor no correspondido que disfrazan de amistad para hacerla pasable, acepta la propuesta y comienza a seguirla de lejos por las calles de San Francisco.
Eventualmente, Madeleine, que aparentemente está obsesionada con una mujer que murió en circunstancias misteriosas años antes, llega a tirarse desde el puente a la bahía y Scottie logra salvarla de ahogarse. No obstante, no contaba con enamorarse de ella. Las cosas se complican cuando ella se arroja de la torre de una iglesia (el vértigo le impide salvarla). Con profundo sentimiento de culpa, cae en una honda depresión hasta que, ya restablecido, encuentra una mujer extremadamente parecida (como una doble) a Madeleine, llamada Judy – la Novak, de nuevo-. Se aproxima a ella y busca modificarle algunos detalles para reconstruir en ella a su amada muerta. Mientras tanto, la verdad (Hitchcock apenas suministra información al público, dejando a Scottie sin saberlo) se va extendiendo de manera oscura y perniciosa, para arrasar con los nervios del espectador.
Esta es una película que explora los límites y busca borrar la línea que separa lo real de lo imaginario, surcando (y negando) el universo cotidiano mediante la introducción de un acontecimiento extraordinario (el aparente retorno que hace Madeleine de entre los muertos) con consecuencias devastadoras. Así entonces, Vértigo es una obra metafórica en muchos sentidos -- el vértigo, la caída, el árbol milenario, el río y el mar, la mujer, el amor, la impotencia, la muerte y el deseo de morir, el miedo a la muerte del deseo, el mito del amor perfecto y eterno...- con la que Hitchcock alcanza la cumbre del arte clásico de narrar mediante imágenes y, en un mismo gesto, la supera afirmando la supremacía de la construcción sobre el realismo y la verosimilitud. Su influencia ha perdurado por años y ha tocado a los más diversos cineastas de tres generaciones.
Hitchcok ciertamente estaría orgulloso. Ésta era una de sus cintas preferidas y es su carta de amor a una ciudad que siempre halló fascinante. Que hoy en día siga siendo una leyenda que ha trascendido al tiempo, es prueba del genio diabólico que la concibió.
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Bisoux, Héctor