Yo soy diciembre
Soy el frío, el viento que cala, soy el invierno que se posa quedamente en la ciudad; soy la noche larga y sin estrellas, la última hora antes del amanecer blanco que se extiende en el alféizar.
Soy la soledad perentoria que tratas de espantar a gritos, permanezco en el mutismo, inamovible, entre las sombras. Soy el cráneo que se quiebra, la dentadura que tirita, la piel ajada, el ulular entre las ramas.
Soy la frágil ilusión de los niños mientras duermen, soy la trampa para el solitario y el insomne, soy la cena que no se termina de preparar nunca, soy el telefonema que no llega, soy el telegrama que deriva en baile o llanto. El suspiro azul, el carámbano en la mano, el salto por la ventana, la última copa.
Soy la noche y me desplomo, interminable. Soy tu tristeza compartida, envuelta con lazos. Soy la alegría vertiginosa, fugaz, volátil. Soy el daño permanente, la media sonrisa, el abrazo partido. Soy la esperanza de otro día. Soy la piedad ajena y la sorna propia. El desencanto bajo el árbol y la ternura en los ojos. El odio rabioso, la más dulce sonrisa.
Soy la fiebre que brota en la almohada, la lágrima que cae y se congela. Soy el coro de toses y estornudos. De pesares y plegarias, de risas y deseos, villancicos y sollozos.
Soy la luna pálida que brilla entre los árboles, soy la fe de los más jóvenes, la memoria de los viejos, las luces parpadeantes y el mañana que amanece muy despacio, cuando llega. Soy el sol de invierno, la chimenea que aguarda, soy la paz que no dimite, el continente del recuerdo.
Soy la soledad perentoria que tratas de espantar a gritos, permanezco en el mutismo, inamovible, entre las sombras. Soy el cráneo que se quiebra, la dentadura que tirita, la piel ajada, el ulular entre las ramas.
Soy la frágil ilusión de los niños mientras duermen, soy la trampa para el solitario y el insomne, soy la cena que no se termina de preparar nunca, soy el telefonema que no llega, soy el telegrama que deriva en baile o llanto. El suspiro azul, el carámbano en la mano, el salto por la ventana, la última copa.
Soy la noche y me desplomo, interminable. Soy tu tristeza compartida, envuelta con lazos. Soy la alegría vertiginosa, fugaz, volátil. Soy el daño permanente, la media sonrisa, el abrazo partido. Soy la esperanza de otro día. Soy la piedad ajena y la sorna propia. El desencanto bajo el árbol y la ternura en los ojos. El odio rabioso, la más dulce sonrisa.
Soy la fiebre que brota en la almohada, la lágrima que cae y se congela. Soy el coro de toses y estornudos. De pesares y plegarias, de risas y deseos, villancicos y sollozos.
Soy la luna pálida que brilla entre los árboles, soy la fe de los más jóvenes, la memoria de los viejos, las luces parpadeantes y el mañana que amanece muy despacio, cuando llega. Soy el sol de invierno, la chimenea que aguarda, soy la paz que no dimite, el continente del recuerdo.
Comentarios
Un afectuoso abrazo del
prenavideño Unicornio.