Retratos: Carolina



La primera vez que la vi, estábamos vestidos de gala en una fiesta, rodeados de un mundo gente [era un evento con 500 invitados, en el Sheraton], y no me acuerdo de qué hablamos pero algo curioso debe haber ocurrido entre nosotros, alguna chispa o corriente secreta, que acabamos yéndonos a comer unos días después de esa fiesta (hablo de Noviembre de 1997) y desde entonces no ha pasado una semana en que no nos veamos o, mínimo, nos llamemos o mandemos mensajes.

¿Esta es la intimidad? Yo supongo.
Con Carolina he sostenido toda clase de conversaciones; no nos tenemos secretos.
Lo mismo, nos hemos reído como locos a expensas de las metidas de pata ajenas, nos hemos burlado hasta agotarnos de la gente pesada como collar de papayas [frase anexada a mi lexicón por cortesía suya]; hemos bailado música disco y nos hemos asustado comentando las noticias por teléfono frente al televisor. Y es que una llamada con La Flaca puede durar horas y uno no lo advierte: esa es la gracia que tiene y lo que nos ha hecho volver siempre por más.

Hemos viajado juntos (una ida a Acapulco, en particular, que devino en mis piernas convertidas en carne viva por no broncearme ahí), hemos cenado juntos (casi siempre los viernes), hemos ido incontables veces al cine y nos hemos presentado amigos mutuamente.

Nos hemos vestido de fiesta y también nos hemos visto en fachas y con la cara lavada, o con el sueño todavía marcado.

También, en ocasión, hemos llorado juntos. No mucho, pero igual.

Ella misma dice que no tiene un tipo convencional, pero creo que lo más memorable que tiene son sus ojos vivaces. De hecho, creo que toda ella es vivaz y sensacional. Su risa es contagiosa y su voluntad no conoce límites -- se lo he dicho y no en una connotación negativa. Es la mujer más voluntariosa que he conocido... y también una de las más admirables.

A veces me da risa, pero cuando vamos por ahí, hay una estrofa de ese poema de Benedetti [que personalmente y aquí entre nos, nada más no soporto a Benedetti, aún si me gusta ésta], que se me viene a la mente:

si te quiero es porque sos
mi amor

mi cómplice
y todo
y en la calle
codo a codo
somos mucho más que dos.

Eso mismo es Carolina, mi cómplice y mi amiga.
Dice que cuando seamos viejos (aunque falta tanto, especialmente para ella, para que tal día llegue), bien podríamos casarnos para hacernos compañía.
Si seguimos riéndonos tanto como ahora, yo seré feliz de aceptar mi boda tardía.

Te tengo ley, Flaca. ¡Y tómalo como quieras!

Comentarios

Entradas populares