domingo, 31 de diciembre de 2006
New Years' Eve
Normally i’d be french-twisting my hair
And selecting the right earrings to wear
Oh it’s a special evening for most
and normally i’d be proposing a toast
But not this year
Because i’m here
(the party’s all around me)
You’re there
(indifference has found me)
So I know it’s not in fashion
Wearing heartbreak on your sleeve
But i’m here and you’re there
so who cares what i wear
on new year’s eve
Normally i’d be knee-deep in champagne
Kick my heels up until neighbors complain
It’s such a glamorous evening for most
(And normally i’d be upstaging the host)
But not this year
Because i’m here
(the party’s all around me)
You’re there
(indifference has found me)
I know i should have dressed up
But i just can’t make believe
Now i’m here
and you’re there
so who cares
what i wear
on new year’s eve
If you’re sleèping with some other girl tonight
I’m not sleeping with some other guy
I just keep thinking how last year at midnight
you blew me away
With the resolution that you made
I’m here
(the party’s all around me)
You’re there
(indifference has found me)
Tonight before the ball drops
I’ll grab my coat and leave
I’m here and you’re there
so who cares
what the fuck do i wear
on new year’s eve
- Nina Gordon
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Feliz 2007, everybody
Veinticinco años
sábado, 30 de diciembre de 2006
Otro Proustien.
7 COSAS QUE MÁS DIGO:
- Sí.
- Pinche.
- Zaz.
- Por favor.
- Gracias.
- Mierda.
- Mola (cuando estoy en España)
7 COSAS QUE HAGO BIEN:
- Dormir a pierna suelta.
- Hacer preguntas.
- Enjoyar elefantes.
- Construir sorpresas.
- Hornear galletitas.
- Escribir cartas.
- Almacenar información aparentemente inútil.
7 COSAS QUE ME GUSTARIA HACER ANTES DE MORIR
- Vivir.
- Publicar de menos una novela.
- Vivir en Roma.
- Adoptar un hijo.
- Comprar una casa.
- Establecer una relación significativa con alguien.
- Aprender a volar.
7 COSAS QUE NO SE HACER
- Conducir.
- Cantar.
- Reparar un auto.
- Dividir.
- Dejar que se me resbalen las cosas.
- Decir lo que siento, aunque sepa que no debo decirlo.
- Tocar el piano (y me habría encantado)
7 COSAS QUE ME ENCANTAN
- Escribir.
- Por consiguiente, leer.
- El cine.
- Subirme a un avión.
- Las jirafas.
- Preparar una dinner party y comprar las flores yo mismo
- Una carta en el buzón, a mi nombre, que no sea factura ni propaganda
7 COSAS QUE ODIO
- Al Peje.
- Los fantáticos religiosos e ideológicos.
- Los vetarros beligerantes.
- La prepotencia.
- La culpa.
- Que me toquen las pelotas.
- Que me hieran (tan fácilmente, además).
- Los timbrazos del teléfono, a las 7 de la mañana.
viernes, 29 de diciembre de 2006
miércoles, 27 de diciembre de 2006
martes, 26 de diciembre de 2006
lunes, 25 de diciembre de 2006
domingo, 24 de diciembre de 2006
sábado, 23 de diciembre de 2006
Con flores en mi pelo...
viernes, 22 de diciembre de 2006
In the City of Blinding Lights
Esto es Santa Barbara a medianoche del 21/22 de Diciembre.
Fue un viaje largo, pero ya casi estamos ahí... aunque nunca volveré a cruzar la frontera a pie, si puedo evitarlo (jejeje).
Estábamos agotados, felices y juntos.
Sobre todo juntos con una complicidad nuevecita, recién descubierta.
jueves, 21 de diciembre de 2006
California Dreamin'
Dicen que todo mundo acaba al menos una vez en la vida en San Francisco.
Veremos qué tal.
Aquí, habrá el reporte.
Ya sueño con California... aún si no duermo.
miércoles, 20 de diciembre de 2006
Retratos: Carnal
No es mi hermano-hermano, pero es mi carnal.
Juntos, éste ilustre joven caballero y yo hemos pasado por numerosas aventuras-y-desventuras: hagan de cuenta Batman y Robin, sólo que sin Batimóvil... y es una de las personas que más quiero.
Con mi carnal, he aprendido muchas cosas a lo largo de dos décadas: que un amigo abandona el calor de la cama en una noche de invierno, para llevarte dos cajas de kleenex y una aspirina; que puede llamarte a las tres de la mañana en una emergencia, sabiendo que no vas a enojarte con él por hacerlo.
Así es de generoso, en una calle de doble sentido. Se pone al teléfono aunque sólo disponga de unos minutos. Cancela una cena con un prospecto posible, para irse a tomar una copa contigo o dos o tres o nueve, mientras juras que odias-el-amor y te escucha hasta que se te acaban las palabras o las lágrimas o ambas cosas [y de hecho, lo hizo].
Es inevitable que a los amigos les pongamos adjetivos calificativos, tan propensos como somos a catalogarlo todo: "mejor amigo" [si tengo un mejor amigo... ¿tendré un peor amigo?], "amigo de la infancia", "amigo de la prepa", "amigo de la familia", "colega", "cuate", "conocido", "mano", etcétera, etcétera. Pero la verdad es que no importa cómo lo llamemos o de dónde lo/la conozcamos; tener un amigo es algo entusiasmante, esperanzador aún contra nuestra propia reticencia tener fe en la humanidad. Nuestros amigos son humanos, como nosotros, tienen los pies de barro y sin embargo, los amamos igual, por lo que son y lo que son para uno: muchas veces incluso serán torpes o descuidados, distraídos o bruscos y alguna vez hasta crueles.
Eso es parte de que sean humanos también.
Para bien o mal, tengo y sostengo la noción de que una relación afectiva de tipo amistoso, perdura pese a los roces, los gritos y sombrerazos, los desacuerdos y (si es genuina) hasta alguna decepción.
También sobrevive a la enfermedad, la angustia, los cambios drásticos, las relaciones nuevas, las separaciones y los malentendidos [cuando no hay orgullo y se deshacen a tiempo]. Supera la distancia, el tiempo, el estilo de vida... hasta la sexualidad y otros anexos.
Con él aprendí el principio de algo: que al final, con los amigos de verdad vamos estructurando la familia que elegimos para nosotros.
Ahora bien, como ésta es la vida real, no nos vemos tanto como nos gustaría (o al menos como a mí me gustaría, en todo caso). Él es un gran trabajador y un negociante avezado; además tiene una hija divina (Daniela, de 7 años) y ésto, junto con mi línea de trabajo y mi vida tan ecléctica, no ayudan mucho a que haya reuniones... aunque cuando las hay, son algo espléndido y especial.
Hoy, hace apenas unos minutos, me llamó.
Cuando mi carnal llama, es algo importante, aún si al mismo tiempo resulta espontáneo.
Es curioso que lo hiciera, porque mañana es su cumpleaños y había estado en mi mente todo el día.
Me dio una noticia: algo que adiviné aún antes que lo dijera. (Como adiviné hace tanto que sería papá y que era nena).
No puedo hablar de ella, pero sí del gozo (un salto en mi interior) que sentí.
Es por eso que hoy lo tengo aquí en vez de mañana o de otro día cualquiera. Es mi carnal y lo sabe: hemos visto cielos espléndidos y abismos que creíamos sin fondo. Nos hemos lanzado, cada uno por su lado, al vacío. Pero siempre ha estado ahí para enseñarme a volar, con cuidado de no estrellarme... no en balde fue controlador de tráfico aéreo alguna vez.
Son muchas cosas. Muchos años. Y ahora, mucho orgullo.
Enhorabuena, hermano.
martes, 19 de diciembre de 2006
Convulsas versiones del sueño
Como un tren
que pasa en la distancia.
Como ave al vuelo
lo oye venir.
Párpados enfebrecidos vacilan en alzarse
no reconoce el techo de la habitación,
ni la luz extraña
que se filtra aquí.
No recuerda qué día,
qué hora,
o lugar.
Casi no luz,
excepto la creada
entre sus manos.
En otro lugar
ya está lloviendo.
_______________________
(gracias por)
lunes, 18 de diciembre de 2006
Helen Mirren: una auténtica Reina
De este modo, ha ido amasando una carrera espléndida, y hoy dia la presencia de la Mirren en todo escenario es, por concenso general, algo casi legendario: hay millares de admiradores que la recuerdan, de pies a cabeza en atuendos de Jean-Paul Gaultier, en la inolvidable cinta de Peter Greenaway El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, que en 1988 causó furor al estrenarse, con una encendida controversia acerca de si era arte o pornografía. Esta ha sido sólo una de las muchas controversias en las que se ha visto partícipe gracias a su trabajo; la más reciente, es la que también la ha llevado a obtener alabanzas y premios internacionales y muy probablemente podría llevarla al Oscar, algo que siempre ha visto con escepticismo. Se trata de The Queen, una pieza dramática dirigida de manera magistral por Stephen Frears (Alta fidelidad, Relaciones peligrosas), con guión de Peter Morgan, acerca de lo que pudo haber ocurrido en la vida privada de la soberana como consecuencia de la brutal muerte de su ex nuera, Lady Diana Spencer, en un accidente de tráfico en París.
El filme abarca los días previos al funeral y muestra el encuentro entre la reina y el primer ministro Tony Blair (interpretado a la perfección por Michael Sheen). La actuación de la Mirren ha causado furor alrededor del mundo y le ha atraido la atención internacional.
Oh, si, me sorprendí. Y más aún cuando me ví en pantalla porque, obviamente, en el espejo no podía observar la adecuación de los movimientos y otras cosas. Hay una toma que me enloquece: es cuando salgo y miro las flores dejadas afuera del Palacio de Buckingham en honor de la fallecida Princesa Diana. Estoy muy familiarizada con esa parte de la película porque la revisé muchas veces para hacer exactamente lo que hizo la Reina. Apenas puedo notar la diferencia. Ese es el tipo de movimientos que me sorprenden. Por desgracia, usé poco maquillaje (se ríe). No pasé horas sentada en la silla de maquillaje mientras me ponían todo tipo de cosas mágicas en la cara. Tuve poca, muy poca caracterización. En realidad, en lo más que trabajaron fue en la forma de la cabeza y la forma de la boca.
No, y a decir verdad, yo creo que nunca la escucharé. Supongo que es muy comprometido para ellos decir cualquier cosa, así sea “creemos que es maravillosa” o decir “la odiamos”. Ellos no son críticos de cine, ni de las artes, creo que serán muy cuidadosos para no decir o hacer algo que pueda ser utilizado por los distribuidores de la película para promoverla, tú sabes a lo que me refiero. Creo que estarán “por encima” de la cinta, como sucede con todas las situaciones que puedan ser controversiales para ellos: pretenden que no existen.
¿Su invitación para tomar el té con la Reina ayudó para caracterizarla?
Investigué mucho sobre ese tema y la relación es fascinante. Elizabeth tenía alrededor de 16 años cuando se enamoró de Felipe. Era una adolescente. Cuando comentó, “ese es el joven al que quiero”, su familia y todos en palacio desaprobaron fuertemente la relación. No querían que se casara con él. Cuando era joven, él era como Diana. Estaba a la moda, marcaba tendencias, era atractivo, llegaba a palacio en un convertible deportivo. Además, era un príncipe desposeido: no tenía nada de dinero. Pero ella se aferró e insistió: “ese es el hombre que yo quiero”. Inclusive, la sacaron de Inglaterra mediante una larga gira mundial y trataron de que se olvidara de él. No sólo no se olvidó sino que, cuando regresó, les dijo: “es el hombre con el que me voy a casar”. Y se casó con él. Sospecho que era un tipo de hombre macho, llevado por la testosterona, de carácter fuerte, opiniones muy marcadas y todo eso. Cuando se convirtió en Reina, él tuvo que pasar a segundo término. Él la quería, lo que fue interesante: Lord Mountbatten, su tío, alentaba a la Reina a cambiar su apellido por el de él. Si ella lo hubiera hecho, él se habría convertido en rey y ella en su consorte. Pero se negó: “No, soy la Reina. Tú vas a ser mi consorte”. Creo que esa decisión les hizo la vida muy difícil en las primeras etapas de su matrimonio. Creo que fue muy difícil mientras trataban de definir cómo iban a vivir juntos, pero solucionaron el problema. Creo que ahora tienen una relación muy sólida. Creo que ahora son excelentes amigos… encontraron una forma de vivir juntos que creo que es admirable y hasta dulce.
¿Dónde estaba usted cuando supo que la Princesa Diana había muerto?
¿Qué fue inquietante? ¿La reacción pública?
No podría decirlo con exactitud. Fue muy extraño. Era una especie de circo, como un carnaval que llega a la ciudad. Pero era un carnaval de muerte, de tristeza, pero carnaval al fin. Llegó un momento en que todo mundo la tomó como estandarte para algo y se tornó en un tópico sobreexpuesto. Si oía una vez más las palabras “Princesa Diana” creí que podría gritar… En mi opinión fue uno de los momentos más raros en la historia reciente de Inglaterra y, créeme, ha tenido su buen porcentaje de momentos bizarros y embarazosos, tú sabes (sonríe). Fue perturbador; como estar presente ante un accidente de tren y no poder desviar la mirada.
Uno de los temas más sorprendentes de la película es cuando a estas personas, que estaban por encima de la política, las obligan a tomar decisiones políticas. ¿Cree que cometieron errores políticos? Ahora sabemos que hubo mucha histeria colectiva en ese tiempo...
Fíjate, es muy interesante. Eso lo puedes ver en la película. Le puedes llamar histeria colectiva, pero lo que ellos hicieron y lo que Blair les ayudó a hacer, fue que el pueblo pudiera manejar el dolor… Se le puede llamar histeria colectiva pero la gente estaba dolida porque Diana significaba algo para ellos. Te digo, no podías verla y quedarte indiferente, de la misma forma que ocurre con las estrellas de cine. Ya sé que, dios nos valga, las estrellas son artificiales, pero puede que haya algo en ellas, puede que no; pero el hecho es que creemos que sí como creímos en John F. Kennedy, creímos que era una persona especial que hacía la diferencia y que era para el bien de todos. Así con Diana. Es cómo debió ser. Era una princesita de cuento de hadas. Cuando pierdes eso tienes que manejar el dolor. El hecho es que ellos viven en un mundo de cuento de hadas y, en los primeros momentos pensaron “¿Qué es lo que pasa?” No lo entendieron… Sabían de política pero no sabían que hacer con una emoción humana genuina porque nunca lo supieron en sus familias.
Se habla de un Oscar por la película… ¿lo desea?
Se habla de muchas cosas. La verdad es que a mí no me gusta pensar en ello… y menos cuando la película ya está en carteleras. Me explico: Yo no tomo un papel para ver si puedo obtener un premio con él, o para apantallar a la crítica, que digan “¡Wow! ¡Esa Helen Mirren, mira lo que hace ahora!” No. Yo tomo un papel por cualquiera de estas dos razones: porque me reta, o porque me da la gana. Muchas veces esto me ha llevado a meter la pata… otras veces, he descubierto que hay cosas maravillosas, roles espléndidos debajo de cada superficie. Y tampoco puedes esperar que todos los guiones que te ofrezcan, sean escritos por Tennessee Williams, ¿verdad? Entonces, tomas un papel que te satisface. Y en este caso, encontré a la reina fascinante. La hice porque me retó y porque quise. Sé que hay mucha gente que siempre busca ese guión que la llevará a hacer esa película y ganar ese premio. Pero para mí no es importante, creo que hacer que toda tu carrera gire en torno a un solo objetivo y que ese objetivo sea nada más eso… ¿no es un poco triste, no crees? Creo que los actores somos todos un poco nómadas, gitanos. Hay que tomar al siguiente personaje, al siguiente filme, con el mismo entusiasmo. Eso es básicamente lo que me mueve. Lo demás, es muy bonito, pero ¿aliciente? No.
viernes, 15 de diciembre de 2006
Imágenes preciosas: Rosemary's Baby
Sin embargo, hoy quisiera poder compartir con ustedes un poco más de ello.
¿A qué me refiero?
A una de las más magistrales secuencias dirigidas por Roman Polanski en El Bebé de Rosemary (1968), que ahora tengo el placer de presentarles a continuación:
Observen por favor, no sólo la presteza para mover la cámara, que nos convierte en los ojos de la vulnerable y dulce Rosemary Woodhouse (Mia Farrow, en una de esas actuaciones que trascienden al medio y entran directamente a la categoría de leyenda y esto apenas con veintidós años de edad).
Observen el cuidadoso trabajo en cada personaje: la turbación en Cassavetes como el traicionero Guy; la sutil malevolencia de la adorable Minnie (nadie como Ruth Gordon); la transubstanciación perfecta entre la novela de Levin y esta marca en el celuloide.
Momento climático que forma parte indeleble de la historia del cinema, del arte contemporáneo, de mi propia existencia.
Rosie conoce a su hijo, Andrew John Woodhouse, por primera vez una soleada mañanita de fines de junio de 1966 en el apartamento 7-A de la Casa Bramford (Calle 72 Oeste, Manhattan).
Polanski cuida cada textura, cada color. Sidney Blackmer brilla triunfante como Roman Castevet, encantador geriatra, solícito vecino y genio del mal.
Generaciones enteras sucumbimos ante el hechizo de lo mostrado: preciosas imágenes captadas por William Fraker, en un estudio de la Paramount. Todos nos estremecemos ante la cuidadosamente planeada embestida musical de Krysztof Komeda, todos temblamos como Mia, ante lo inevitable. Esto es cine, pero uno lo olvida: uno está ahí, uno es ella, atrapado sin salida, ante una situación monstruosa, inconcebible, inenarrable... y absolutamente real.
Ésta es una de mis escenas favoritas e indispensables, tomada de la que es, sin lugar a dudas, mi película preferida de toda la vida, mi primer amor, la llave que abrió la puerta. Paraíso perdido siempre recuperable.
Esto, es la magia del cinema en las salas oscuras del alma.
Y es un placer inmenso, sin tasa, poder compartirlo con ustedes tranquilamente, en silencio. Sólo con la luz de la pantalla entre las sombras.
Blessed be.
jueves, 14 de diciembre de 2006
Carta de un diletante a un histrión
miércoles, 13 de diciembre de 2006
lunes, 11 de diciembre de 2006
Arriba el telón
Estoy muy orgulloso, Alex. Y estoy seguro que habrá MUCHA mierda, every night.
domingo, 10 de diciembre de 2006
Mis cosas favoritas
Me levanté un poco más tarde y me puse a escuchar el soundtrack de La Novicia Rebelde (Sonrisas y Lágrimas) y naturalmente, apareció por ahí la canción My Favorite Things, que seguro todos recuerdan: es la canción que Fräulein Maria (Julie Andrews) le canta a los niños cuando los asusta una tormenta, casi al principio de la historia.
Eso me hizo pensar en las cosas que más me gustan a mí, lo que me hace sonreír cuando el universo pareciera estar demasiado ocupado en intentar amargarme la existencia.
Aquí están, sin un orden muy específico:
* El cine en todas sus manifestaciones.
* Los discos de Tori Amos
* Leer, leer y leer
* Escribir, sin pausa, página tras página tras...
*Usar mi pluma fuente para escribir (con tinta sepia)
*Subirme a un avión
*El olor del pan recién horneado
*Un plato de pasta con queso
*La fabada (pues claro)
*Ver la cara de alguno de mis sobrinos pequeños cuando algo los sorprende por primera vez
*Recibir correos electrónicos que no son forwards ni spam
*Caminar en la noche
*Ver cómo cae la nieve
*El mar
*Dormir hasta tarde
*Ir al cine en noche de estreno y sentarme en la penúltima fila, en medio, justo al centro.
*Cuando Nicole Kidman o Julianne Moore sacan una película nueva
*El Bebé de Rosemary
*Salir del metro en Nueva York y verla aparecer ante mis ojos
*Hacer regalos que realmente sorprendan
*Comer con mi compadre Alejandro
*Cenar con Carolina
*Beber whisky
*Un salmón horneado
*El Manifesto, de Isabella Rossellini
*Comprar zapatos
*Mi pañuelo de Hermès
*Mamá
*Ciertas canciones que están en constante rotación
*En consecuencia, mi iPod
*Llorar con algunas películas
*Julie Christie
*Alan Bates
*Largas conversaciones con Paco Peña
*Viajar solo
*Y más, viajar acompañado
*Cuando llega algún paquete por correo
*Ver cómo crecen mis sobrinos, oírlos reir a carcajadas con una película, ver la increíble evolución de su vocabulario.
*Cocinar (y hacer experimentos culinarios, en general)para los amigos
*Una carta en el buzón, a mi nombre, que no sea factura ni propaganda
*Dar un abrazo (aún a quien no me abraza de vuelta)
*El olor de la tierra mojada
*El amanecer
*El anochecer
*Salir por la noche, sin rumbo fijo
*Roma
*Preparar una dinner party y comprar las flores yo mismo
*Poder ayudar siempre que sea posible, en lo que sea
*Enseñar mi ciudad a quien no la conoce y ver que la disfruta
*Pesarme y ver que la aguja baja un poquito...
*Ver que un plan funciona
*Ciertas risas de ciertas personas
*Hacer feliz a la gente me hace feliz
*Igual que el que me sorprendan, claro.
Por supuesto, ésto también:
Feliz domingo.
sábado, 9 de diciembre de 2006
viernes, 8 de diciembre de 2006
Respuesta pospuesta
La semana pasada (o antepasada), una pequeña de siete años, me miró con ojos enormes desde su sitio en la mesa y me preguntó, haciendo acopio de todo lo que debe ser el valor y el tacto para una personita de su edad, lo siguiente:
“Miguel,” me dijo “¿eres gay?”
En ese momento, movido por la ternura (sí, como todos los niños y niñas que son cercanos a mi querer, suscita en mí un brote de ternura ante su candidez, que dura más bien poco y hay que disfrutarla cuando se hace todavía aparente) y la hilaridad, le respondí: “¡Mi vida! ¿A estas alturas del poema no lo sabes?”
Fue poco después que sus padres me hicieron notar que efectivamente, no lo sabe… y lo que es más, mi respuesta, al menos para ella, no fue del todo clara: podría haber significado cualquier cosa.
En suma, la verdad es que no le respondí.
Eso me puso a pensar. ¿Porqué no dar una respuesta clara, directa y simple? ¿Porqué contestar a una pregunta legítima con otra pregunta? Después de todo, la nena tiene siete años y si bien en muchos aspectos es mucho más despierta que yo a esa edad, no tiene modo de saber ciertas cosas y la oportunidad de tener una respuesta es lo menos que podría esperar. O bien, recuerdo que, a los siete, cuando yo hice más o menos la misma pregunta a mi padre, “¿qué es homosexual?” después de leer la palabra en un periódico, en un contexto informativo, la respuesta de mi padre fue “un hombre que quiere ser mujer” (idea con la que estuve en la cabeza por años, aún sin comprender exactamente mi propia naturaleza).
Y, como es obvio, he seguido pensándolo. Si yo volviera a tener esa edad y hubiera conocido a alguien como yo soy ahora, de adulto, ¿qué respuesta esperaría o eventualmente apreciaría? ¿Una mentirijilla blanca? ¿Un cambio de tema? ¿Un silencio impactado? ¿Una pieza de desinformación bien intencionada, pero desinformación al fin?
En el entendido que los siete es una edad tierna, pero al mismo tiempo, es la edad en que más pronto se cimenta lo que eventualmente llegaremos a conocer como nuestro criterio, ahora mismo hago un acto de reflexión, no sólo para esa pequeña tan viva y tan adulta y al mismo tiempo tan dulce y cándida, sino para uno mismo.
El trayecto del aceptarse y comprenderse – que es más bien largo- siempre conlleva muchas estaciones y una vez que se ha llegado a la que se ha de ocupar, la idea de explicarse resulta hasta exótica, sin tener en cuenta que muy posiblemente uno (léase, yo) sea lo más exótico que el interrogante (en este caso mi pequeña amiguita u otros que sin necesidad de articular la pregunta la formulan igual, pero acaso restringidos por lo que llamamos tacto social se reprimen de cuestionar, no tanto como un abstracto total, sino más bien con el interés del cómo y el por qué) haya encarado. – Y en este caso es verdad, me sucede mucho que me corresponde ser la primera o única o más cercana persona homosexual que conocen o tratan.
Y por supuesto, hay otros factores que intervienen, uno de ellos, por ajeno que parezca, es el pudor: otro son las perspectivas políticas, o religiosas, inclusive. Naturalmente también está siempre presente, con sus zapatos de suela de goma que chirrían al andar, el factor miedo, casi siempre acompañado de su amiga paranoia. Yo no tengo ninguno de los dos (mi closet no tiene puertas) pero dadas las reacciones de ciertos grupos en contra de quienes admiten (admitimos) libremente su preferencia, es normal que existan. ¿Quién soy yo para criticar? Mi boca alguna vez rota es testimonio y no tengo a qué temer ya, que no hubiera visto ya.
La cosa es: hay mucho más en el ser homosexual (o gay, aunque esta última palabrita nunca me ha gustado mucho del todo) que el simplemente el sexo y cómo se hace o con quién. Existe toda una cultura con bases más antiguas incluso que el término y eso es algo que a la gente que nos odia realmente le parece atroz, aunque lo que más les estremece es la idea de que somos capaces de experimentar la más escalofriante de las emociones humanas: el amor.
No alcanzan a comprender cómo es posible que seamos capaces de amar. Amar y sentir atracción – a veces correspondida- por alguien de nuestro mismo género. “¡Maracas! ¡Degenerados!” gritan y exclaman, pero sólo es una forma de patentizar el hecho de que no comprenden que para gente como uno el amor exista.
Sí, señor. Sí, señora.
El amor como realmente existe: como un gran océano, como la montaña más elevada; amor en todas sus manifestaciones: como festín, eros y philos. El amor romántico y cortés, el amor ilusión, el amor soñado que nosotros también tenemos derecho a tener (como en los sueños de jovencita), el amor con todos sus atuendos: amor a nuestros padres y hermanos, o bien, manifiesto como la amistad y lealtad a nuestros amigos, la adoración a nuestros afectos; las joyas prestadas: esto es, el enamoramiento, la obsesión, el estremecimiento, el ansia. Y también el tontear, el fantasear, el flirt. Y los otros tonos y variantes: lujuria, pasión, tortura, euforia, éxtasis divino, abismo de dolor.
Amor en todos sus modelos (como un desfile de la casa Dior). Amor como necesidad y satisfactor, como una mano tendida en la oscuridad que no todo mundo va a tomar cuando los edificios se colapsen, pero tal vez haya alguien, alguien que extienda sus dedos para que rocen los tuyos. Alguien que te abrace de repente.
Amor como tal.
Quiero ser amado. He amado. Alguien me va a amar.
Ahora mismo, alguien me quiere y yo quiero a alguien (o bien son muchos alguienes que me quieren y a quienes yo quiero)
Y lo sentimos y es parte de nosotros, como de cualquiera.
No importa que haya quien nos odie o nos tema, eso no pueden quitárnoslo. Es parte de quienes somos, de cómo somos. Y por lo mismo, no nos diferenciamos gran cosa de la otra gente, la que se llama “normal”, igual trabajamos, pagamos deudas, vamos al baño y al cine y nos reímos y lloramos.
Entonces, regreso al principio, a lo que me remuerde y remueve (y conmueve): el no haber sido sincero con alguien inocente que quiere saber. Que se interesa por comprender algo desconocido en su entorno, para incorporarlo (uno se imagina) al mundo de lo que podrá entender, con el tiempo.
Así pues, sin mayor rodeo debo dar la respuesta que quedé a deber,
Sí, Patsy. Soy gay.
Y soy feliz.
Y te quiero.
jueves, 7 de diciembre de 2006
Una vez, en un sueño...
miércoles, 6 de diciembre de 2006
Imágenes Preciosas: Repulsion
En casa
Anaví me pidió que esta vez no pusiera un video sino que hablara de lo que hice, de lo que vi, de lo que siento.
Y es cierto, hace mucho que realmente no escribo solamente en el blog. He encontrado excelentes imágenes que me han servido para mostrar mi estado de ánimo, o acaso para no mostrarlo, sino para encapsular mi propia nostalgia pop.
Pero quizá he abusado del recurso. Demasiadas imágenes, muy poco qué decir.
Así que pues... sí, escribir.
¿Y qué escribo...?
¿Mi autobiografía, que puede resultar por momentos cargante, tediosa y/o innecesaria?
¿Cuento mentirijillas? (Después de todo, uno es un fabulador profesional, qué más da) ¿Cuento mis sueños? O dejo que las cosas sucedan.
Hoy sólo estoy muy agotado, con el horario al revés, con mucho trabajo acumulado en mi mesa (no importa cuánto adelantes, siempre llega más) y encima, algo de fiebre.
Y a lo mejor lo que ahora escribe es la fiebre y no yo; no lo sé.
Los dedos se sienten ajenos en el teclado y las ideas se sienten convulsas, como el sentir. O todo junto es muy confuso, pero mi estado mental es habitualmente confuso, así que ahí no existe novedad.
Puedo decir que por una parte estoy muy contento, por muchas cosas. Cosas que me han ocurrido y cosas que he hecho.
Y también puedo decir que por otro lado, tengo miedo. Pero no es ese miedo paralizante: es otra clase de miedo, el de la inminencia, el de la trascendencia. Lo mismo, aunque tema, no miro atrás.
O bien, aunque miro atrás, nunca vuelvo atrás, que es otra cosa. Al menos nunca del todo.
Para eso existe la manera de hacer literatura de la memoria (y Dios sabe que si bien es mi mayor tesoro es también mi mayor lata) y siempre narrar.
Y podría narrar, pero tampoco hoy encuentro muchas maneras de. O bien: es demasiado, en demasía y escaso tiempo: júbilo y sorpresa. O miedo y sorpresa.
Será que nunca me han gustado las cosas fáciles.
En fin, puede ser que no sea muy coherente -- de nuevo, es la fiebre, no yo- o será que no encontré una mejor forma de expresarme hoy, que quise recurrir al lenguaje. O estoy muy fatigado. O todo junto y de un jalón.
Como sea, estoy aquí. Aún si en tránsito.
No puedo crecer verticalmente. Ahora creceré horizontalmente.
Y aunque no espero nada, hay algo que me hace creer que donde esté, igual voy a ser feliz.
(Me gusta creerlo)