Diamantes y Herrumbre
Si te preguntan "¿cómo amas?", dirás que con todo lo eres.
Así amaste antes.
Así amarás mañana.
Nos hace trizas muchas veces, las más inclusive, sin darse cuenta.
Está el que llora y se tapa la cara con las manos como si fuera niño y dice "¡Ay! ¡Esto es culpa tuya! ¡Yo no soy así!", el que sonríe y te dice "¿Qué serías capaz de hacer por mí?"(Todo, por supuesto), aquél que adorabas desde lejos a los catorce y que siempre tonteaba contigo, pero que -- aún siendo él el primero- quedó irresuelto.
A veces lo sueñas. Has querido llamarle, nunca lo harás.
Está el otro, dulce y sensible, que te educa en esos breves meses que pasas con él en otra ciudad que no es la tuya, está el que se enamoró de ti por cartas, sin saber que eras tú quien escribía; están aquellos que amaste tiernamente y que con desazón y pudor no pudieron corresponderte, pero ¿qué ibas a hacer? Con los retazos se unieron a ti, transformados en tótems buenos, sin lágrimas.
Y todo, todo, en el ciclo de flores que se consumen.
El soplo del invierno que eventualmente llega.
Lo llamas desamor.
Y un día, uno te manda un correo electrónico de la nada.
Y es tarde una noche cuando lo lees.
Y es tarde en el invierno.
Tratas de sentir ternura, esa misma ternura que podrías sentir por alguno de los otros, los que te dejaron, los que quisieron permanecer orbitando cerca, los que te acariciaron el pelo y te enseñaron a volar. Pero por él, por éste, no puedes sentir nada mas que vacío.
Aparece en tu cabeza de pronto esa canción de Joan Báez, que fue escrita como memento mori para Bob Dylan y sus días en Greenwich Village de los 60, que sorprendentemente tan bien, tan explícita pondera lo que tú sientes justo ahora.
La repites, palabra por palabra, más elocuente ella que tú, como un encantamiento, mientras la rosa que llevaste alguna vez clavada por dentro termina de secarse, tornándose en cenizas, ya sin esplendor.
aquí está tu fantasma otra vez.
Pero no es algo inusual,
es porque hay luna llena
y te dio por llamar.
Y yo aquí al teléfono,
oigo una voz
que se deja caer,
una voz que conocí
hace un par de años luz.
Recuerdo tus ojos
más azules que huevos
de petirrojo.
Decías que mi poesía era pésima.
¿De donde llamas?
Una cabina en el medio oeste.
Hace diez años ya, te
compré mancuernillas,
tú me diste algo más.
Los dos sabemos que los recuerdos
nos podrán traer tanto
diamantes como herrumbre.
Cuando irrumpiste en la escena,
ya eras leyenda,
fenómeno en bruto,
el vagabundo original.
Fuiste a mis brazos,
y allí te quedaste,
temporalmente perdido en la mar.
La Madonna era tuya por nada,
Sí, aquello que fui
te mantendría a salvo.
Ahora te veo, hojas marchitas
a tu alrededor
y nieve en tu pelo.
Sonríes en la ventana,
de aquél sórdido hotel
sobre Washington Square.
Nuestro aliento formaba nubes blancas,
mezclándose y flotando en el aire.
Sinceramente, creo yo, los dos morimos
ahí mismo entonces.
Ahora dices que esto
es sin nostalgia.
Dime algo para justificarte,
tú, que manejas tan bien el lenguaje
y vuelves todo tan vago,
ya que necesito esa vaguedad,
ahora que todo vuelve
a mí tan claramente.
Sí, te amé profundamente,
y si ahora me ofreces
diamantes y herrumbre
yo ya los pagué.
Comentarios
Que Dios estaba aburrido y creó al hombre... como el hombre estaba aburrido creó a la mujer... como los dos se aburrieran creó el amor... y al ver a los dos sufrir, creó la sonrisa.
¿Por qué has comenzado a poner negritas en tus textos?
¿Y dices que no eres poeta?
¿Porqué escribes en negritas?
Besitos
Comanche del ALMA! Desde México dejo caer mis manos en señal de derrota, nunca comprenderé de donde bebes, de donde te alimentas... Que envidia me da tu maravillosa forma de escribir, de transformar el mundo que nos rodea.
Eres mágico, siempre lo has sido.
COn admiración, repseto -y si, una envidia que me hace verde-:
Víctor Manuel -Su viejo comanche mexicano-