miércoles, 17 de diciembre de 2008

¿A dónde vas, dónde has estado?

Este blog entrará en un estado de semi-hibernación, a partir de esta semana.
¡Me voy de vacaciones!

Por primera vez desde que me mudé, me tomo unas verdaderas vacaciones y me alejo de todo (un poco) para cargar pila, llenarme los pulmones de aire (frío) y divertirme (si puedo). Me voy a Nueva York a pasar la Semana de Navidad.

Vuelvo luego. Si me conecto, me conecto. Si no puedo, pues no. Pero vengan, vengan, nunca se sabe qué podrán encontrarse por aquí.

Por mientras, una cornucopia de cariños a granel para todos/as.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Primera nieve

Ayer domingo, cayó la primera nevada que he visto desde que me mudé a vivir a Asturias.
Fue bonito ver, en la carretera, la fina capa de nieve (no tan bonito, ver un accidente de auto causado por el hielo negro) -- y también ver desde la playa de Lastres, cómo las copas de las montañas se ponen blancas.

Esta es la vista, del día de hoy, desde mi terraza (a la que casi no salgo en estos días de viento y frío, pero cuyas vistas no cambio por nada): vean la capa de nieve, cómo se acerca a la ciudad.

¿Quién sabe? En una de esas, da la sorpresa.

Y si no, de todos modos, yo voy a encontrarme (y muy pronto, además) con la nieve...

sábado, 13 de diciembre de 2008

¿Te acuerdas...?

Si hacemos un esfuerzo tú y yo, y me tomas de la mano, tal vez conmigo puedas acordarte un poco de muchas de esas cosas buenas que existen todavía aquí, en mi cabeza: el saco de plástico con tantos santacloses, la estrella musical, los adornos de papel de estaño rellenas de pastillas dulces (¿recuerdas?), la carta perpetuamente pidiendo una jirada de verdad, los libros animados y aquella vaca que mugía y se podía ordeñar. Esos ojos que todo lo buscaban, con y sin lentes, las preguntas incesantes y los libros tirados por todas partes y las crayolas. Y tú detrás de mí.

Y si puedes recordar ese entonces, por pequeños que fueran los detalles, entonces el coste de una memoria como ésta que yo tengo, queda amortizado. Y quizá, aunque ahora no lo sabes bien a bien, hasta me compensa, aunque no lo parezca.

[Caricatura a lápiz hecha de MC antes de llamarse MC, a los siete/ocho años -- o un poco más- , en el departamento de arte de una agencia publicitaria. Véase el detalle, con la misma media sonrisa, los lentes grandes, hoyuelos, y -- como es natural- muchos centímetros y kilos menos... ¿te acuerdas mamá? ¿Quién la hizo? No tenía firma cuando la llevé a escanear...]

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Cómeme, bébeme

A mediados de los 90, Londres era una auténtica meca de la música pop -- que con la aparición de géneros alternativos como el trip-hop y el Acid House- y surgieron muchas bandas que de un modo u otro, tuvieron su ocasión para brillar.

Una de mis favoritas de este periodo, es la muy efectiva, aunque poco conocida -- y es una lástima, por que realmente eran muy buenos- banda de britpop llamada Salad, que si bien pertenece a la misma época de bandas como Oasis, Blur, Elastica o Sleeper, no pasó a la historia con la misma rimbombancia que éstas.

Salad era una banda que hizo su evolución del garage al estudio, del modo habitual, a través de sus performances en diversos clubs de la capital británica. Estaba integrada por la bellísima vocalista de origen holandés, Marijne Van Der Vlugt (que antes había trabajado como modelo y como presentadora para MTV Europa, reconocida por su espectacular melena rojiza) , el bajista Pete Brown, el baterista Rob Wakeman (originalmente de la banda indie Colenso Parade), el guitarrista Paul Kennedy y Charley Stone, que tocaba teclados y hacía coros. Entre todos componían las canciones y Marijne cantaba con total desenfado ante los públicos, echándoselos al bolsillo.

El estilo entusiasta y amistoso de hacer power pop de la banda -- cuyo primer nombre era The Merry Babes- los hizo presencias constantes en el circuito de música viva de Londres entre 1993 y 1995, año en que fueron reclutados por la Island Records para grabar su primer álbum, el sólido y divertido Drink Me, que llegó al #16 de las listas de popularidad británicas y que incluyó su single más famoso: I want you, mismo que incluso tuvo su video muy sixties dirigido por Sophie Muller, que hizo las rondas por MTV (así fue, de hecho, como yo descubrí a la banda, cuando MTV Latin America todavía no sucumbía a la fiebre de la telebasura).


En 1997, la banda lanzó su segundo álbum, Ice Cream, pero la falta de entusiasmo por parte de Island por promoverlos fuera del mercado europeo, resultó en que la banda se desbandara en 1998. Marjine se decantó por explorar la maternidad y en 2005 volvió a las andadas lidereando la banda Cowboy Racer, con la que sigue manteniéndose vigente.

El sonido de Salad, aún pese a los años transcurridos, se salva de ser tragado por el anonimato y la ignominia -- y se gana su sitio en esta compilación de mi arqueología pop- por su aire vibrante, sus letras cínicas y el encanto de su vocalista, que funciona un poco más allá del estándar de la época que los concibió.

Un combo de veinticinco canciones que reúne ambos álbums, se puede descargar aquí.

lunes, 8 de diciembre de 2008

1980


Yo recuerdo el día en que John Lennon murió.

No sé por qué lo recuerdo, pero está muy claro en mi mente.

Yo tenía seis años, aún vivía en la primera casa de mi primera infancia. A veces sueño con los animales salvajes en esténciles en las paredes de mi habitación y en los monstruos de Plaza Sésamo (tótems buenos) y en Lynda Carter vestida como la Mujer Maravilla -- un poster que mi abuelo me compró cuando lo vimos en un puesto de periódicos- en ambos lados de la puerta. Recuerdo mi cama de latón -- la cama en la que dormí por más de veintiicinco años, y donde antes durmió mi bisabuelo y mi abuelo. A veces recuerdo los ruidos que hacían los muelles al irme a dormir, o los barrotes del pie, cuando tuve estatura para alcanzarlos (no fue hasta 2003 que la cambié por una cama tamaño king-size). Uno se acostumbra al arrullo de esos ruidos en la cama de siempre.

En lo que era mi mesilla de noche, en esa época de mi vida, había tres cosas siempre -- una radio, una jarrita de agua con un vaso (la solución ideal al grito nocturno de: "Mamáaaaaaa... tengo mucha seeeeeeeed!") y algún libro con ilustraciones o un cómic. La radio me acompañaba en la noche, mi papá la sintonizaba en la estación de AM (Radio Red, la original, para quienes la recuerdan) que transmitía las noticias, y radioteatros como La Tremenda Corte y era con lo que me acompañaba para dormirme -- hasta la fecha, necesito tener música o algo de ruido para dormirme.

El 8 de diciembre de 1980 fue lunes. Como hoy.
Había ido a la escuela, supongo que mi rutina no fue muy distinta a la que tenía en esa época de mi vida (aún vivian mis abuelos, no había nacido Mónica, aunque mi madre ya estaba embarazada): tarea, jugar, tele (¡Los Picapiedra!), cena, baño, leer, radio... y de repente, la voz en la radio anuncia la muerte de John Lennon. Y yo me pongo en alerta. Yo sé quién es John Lennon.

Recuerdo que ya era de noche. Que me levanté de la cama para decirle a mi madre, que habían matado a John Lennon. Ella estaba viendo las noticias en la tele. Recuerdo que estaba más impresionada que yo. Me imagino aún ahora, que significaba algo completamente distinto para ella, que para mí,por mucho que me hubieran gustado los Beatles, a los que descubrí siendo aún más pequeño.

Personalmente, nunca fui gran admirador de Lennon. Me gustaba Paul (por razones obvias) y cuando fui mayor y leí sobre su vida, pensé en Lennon como un ególatra genial, pero con muchas aristas crueles en su persona (lo que le hizo a Cynthia, por ejemplo)... sin embargo, adquirí una sensación de respeto hacia él que permanece aún ahora.

Sé que su muerte marcó a muchos y que ha tenido repercusión incluso en gente que en esa fecha aún no había nacido. Y que hoy, en muchas casas, en la mía, por ejemplo, sonarán canciones de los Beatles y de su inspiración -- magníficas canciones de amor, de protesta, de gozo y de tristeza- para conmemorarlo.

Como lo hace ese niño, que, entre el clic de la luz y el principio del sueño (¡ah, expolio del expolio!) apoyaba su cabeza en la almohada y escuchaba la radio, cobijado por las jirafas en la pared.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Colgar el luto


Estuve de duelo.
Estoy de duelo.
Hace tres semanas murió Paco. Las últimas tres semanas fueron muy duras. Fue, como se dice en México, una putiza.

Pero ahora creo que es el momento de, sin olvidar al Jefe, de colgar el proverbial luto.
La verdad, es que he estado raro. No exactamente triste y no exactamente por Paco -- sería injusto agarrarme sólo de ese hecho-. Pero me siento (aún) extraño. No sé cómo verbalizarlo. Ni siquiera sé si debería escribirlo, pero ya lo estoy haciendo y lo hago de corrido, para no detenerme ni autocensurarme, por que ya me he censurado antes, cuando trataba de poner esto por escrito y al escribirlo, buscaba aclararme.

Estoy bien. Es decir, físicamente estoy bien. Supongo que mentalmente también lo estoy. Es sólo que han sido muchas cosas en un periodo muy breve; cosas tan disímbolas como el perder a Paco (aunque algunos digan "lo habías perdido hace mucho, desde que la enfermedad lo atrapó" o me digan otros "¿Pero a tí qué te afecta, si no era tu abuelo ni nada tuyo?" -- aunque ambas cosas son ciertas, ninguna me vale de consolación), como la masacre en Bombay/Mumbai, como haber sentido que perdí y malgasté mi tiempo en algunos momentos del Festival de Cine; como sentirme irritado por el trato que recibí por parte de una institución y por parte de otras gentes con quienes siempre fui considerado y gentil y que acaban dándote el metafórico empujón -- lo cuál podría ser ridículo, incluso.

Son estas cosas. Cosas a las que soy sensible: desde la muerte de un amigo (o incluso, más que un amigo, un guía), hasta la muerte de extraños al otro lado del mundo, hasta el rechazo y la falta de respeto a mi trabajo, por no hablar del rechazo por muy velado que sea, a mi persona. Tal vez no debería ser tan sensible, o no serlo del todo, pero no puedo evitarlo. Es como la sensación de fracaso.

Siempre, inevitablemente, contendo con una constante sensación de fracaso (como profesional, como persona, como hijo, hermano, amigo, alumno, ahora incluso como responsable de Audrey) -- y es una lucha constante contra una sensación invasiva. Yo sé que no soy (ahora, en este momento) un fracaso. Pero la sensación a veces es tangible en mi interior, en mis huesos. No sé por qué está ahí, pero la acepto como parte intrínseca de mi persona, como cualquiera de mis otras características, mis numerosos y muy notables defectos y cualquier virtud, por pobre que ésta fuera, que yo pudiera albergar.

Pero hoy... ahora mismo, siento la necesidad de quitarme la ropa negra y colgarla, y salir al viento y a la lluvia (vivo en un piso número 13. Aquí el viento de invierno no sopla: ruge). Salir metafóricamente desnudo (literalmente, sería invitar a una neumonía, claro) y arrojar a la noche esta tristeza.

Estoy solo. Aún con Audrey, que en su inocencia me acompaña y no entiende nada de esto. Estoy solo para salir adelante y estoy solo, por que yo quise estar solo, por que me corresponde estarlo y no me pesa. El único responsable de mis actos soy yo. Me han pesado estas semanas. Ha sido como una neuralgia en el corazón y en el espíritu. Pero lo menos que puedo hacer por mi Jefe, por Paco, es sacar la cabeza afuera y llenarme los pulmones de aire y encarar la mañana que ya llega y seguir adelante, escribiendo, creando, trabajando, leyendo, paseándome con la Audrey, compartiendo con mi amigos -- los que tengo aquí, los que tengo allá-, por que para eso estoy: para compartir. Sé que mi madre lee estas líneas, sé que esta página es el faro que le indica cómo estoy, dónde me encuentro, y cómo.

Estoy bien. Me dolió. Me duele, un poquito menos. Me encabroné mucho. Me entristecí mucho también. Pero no soy hombre de poca fe, aún pese a lo confuso que soy y estoy. Tranquilos. Estoy, estoy. Ahora cuelgo mi luto (anticipado como fuera, pero mío) y aunque mi duelo se archiva, no me extingo.

Me dolió. Me duele. Pero vivo para contarles. Y voy paso a paso, ninguno un salto enorme. Pero pasos, al fin y al cabo.

¿Ven esto? Es mi mano. Si la toman por un momento cuando pase, gracias. Podré caerme, soy muy torpe, pero no voy a permanecer tirado. No teman.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Sister Pop

La historia musical de Siobhan Fahey es un tanto cuanto complicada, en el sentido de que no se puede catalogar en un solo renglón. Sería muy fácil caer en la condescendencia y señalarla, por sus origenes como fundadora de Bananarama, como una "chica poppy" más, sin ningún deseo de ofender... pero en realidad es mucho más que eso.

Nacida en Dublin en septiembre de 1958, Siobhan (pronúnciese shi-vawn) formó parte del movimiento punk que tomó Londres por asalto a fines de los 70 y junto con sus dos compañeras de estudios, Sarah Dallin y Keren Woodward, bajo el auspicio de Paul Cook (ex Sex Pistols), formó el trío vocal Bananarama en 1981. Las chicas básicamente estaban en una onda muy New Wave y se les daba muy bien echar relajo. Este mismo resultó en una carrera sorprendente, que incluyó éxitos número 1 como Cruel Summer o el celebérrimo cover de Venus (a su vez creado por la banda holandesa Shocking Blue) y varios discos superventas, como el icónico WOW!, que incluyó los hits Love in the First Degree y I heard a rumour.

Fue precisamente después del lanzamiento de este disco, en 1987, que Siobhan (a la sazón embarazadísima) se casó con Dave Stewart (la otra mitad de los Eurythmics) y dejó su atuendo de "chica poppy", para buscar una nueva manera de expresarse artísticamente.

Consciente de que no canta (ella es la primera en decirlo), Siobhan decidió incursionar en otras corrientes del pop, donde no necesariamente fuera importante tener una voz como la de Mariah Carey (Ugh!) o Beyoncé. La cosa era poder dar rienda suelta a su imaginación y a sus ideas delirantes. Afecta (y afectadísima, tampoco lo niega) a ondas más cercanas a Jimi Hendrix y Frank Zappa que a Elton John o Tina Turner o la música pop aceptable a fines de los 80, lo que Siobhan hizo, fue crear un proyecto alternativo llamado Shakespear's Sister, tomando su nombre de una canción escrita por Morrissey para Los Smith.

Como Shakespear's Sister, Siobhan se creó una especie de 'personalidad' más agresiva, más 'reina chula', más Bette Davis o Morticia Addams (or both) que estrellita de la canción. Su primer álbum con este nombre y estilo, grabado al poco de nacer su hijo Sam, se tituló Sacred Heart y apareció en 1989 (yo recuerdo haberlo comprado un año o dos después, como uno de los primeros cedés que me merqué). No era un mal disco y algunos temas resultaban interesantes e incluso inquietantes (el caso de Heroine, por ejemplo, es pop de la mejor calidad, pero sin tanto compromiso de sonar en el Top 40, aunque tampoco es Joy Division).

En 1991, apenas dio a luz a su segundo hijo, Django, Siobhan volvió al estudio de grabación, ésta vez con una propuesta acaso más comercial -- idea de su señor esposo, marido y compañero, que la dejaría en 1996 por una mujer más joven y en medio de una crisis nerviosa- y haciendo dueto con la que fuera su corista, Marcella Detroit (o bien, Marcie Levy, de Detroit) una chica con voz angelical pero muy ambiciosa, que a la hora de la hora le quiso comer el mandado, musicalmente hablando [para quienes no pescan el muy mexicano término "comer el mandado" quiere decir que alguien se aproveche y se atragante con lo que a ti te costó trabajo hacer, o se adueñe de lo tuyo] con el álbum Hormonally Yours, que con su single Stay resultó ser el más grande éxito que alcanzó, aún si se tomara en cuenta su época con Bananarama. #1 por meses enteros en listas de popularidad en ambos lados del Atlántico, gira mundial, etc, etc. Para 1992, Siobhan estaba hasta la madre de tener que ser parte de un dueto y de que Marcie (ella, tan reina chula) fuera tan gárrula con la prensa y para todo quisiera opinar, por lo que en cuanto terminaron su único tour, cada una agarró sus macundales y ni adiós se dijeron -- Marcie después grabó un disco como solista con el que no pasó absolutamente nada y hace algunos años andaba de corista de la legendaria Marianne Faithfull, cuya presencia ya ha agraciado este mísero blog.

Las cosas para Siobhan no han sido fáciles. Después de que sin ningún tipo de gentileza la botaran casi al mismo tiempo su marido y su casa disquera, sufrió lo que comunmente se llama 'meltdown' -- es decir, un colapso mental de mediano alcance- y estuvo semiretirada, dedicándose exclusivamente a sus enanos.

Ahora que ya son hombrecitos, sigue la mata dando y ella no se amilana. Sigue buscando una manera de expresarse, de hacer música pop, pero no basura pop. De este modo, se ha aventurado por la Elecrónica y el Trip-Hop, explorando lo que habitualmente a una señora de su edad suele ver con temor. Así aparece Long Live The Queens!, una compilación que reune sus temas de éxito de los primeros discos con Shakespear's Sister, temas remezclados, versiones acústicas, caras B, cortes que grabó para un tercer álbum que no se materializó (por coincidir con su divorcio y crisis), covers -- de Jefferson Airplane y Joy Division- y retazos sueltos, que no obstante, permiten un retrato más completo de ella como artista, que cualquier compilación de "Grandes Hits" -- la clase de cosa que una disquera saca cuando quiere seguir ordeñando a una vaca que se ha quedado sin leche.


El disco es interesante, ella también. Y para descubrir este collage de sonidos, de sensaciones y de letras que la conforman y le dan vida, este experimento vivo se puede descargar aquí.

Vengan y cuéntenme después, qué les pareció.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Yo soy diciembre

Soy el frío, el viento que cala, soy el invierno que se posa quedamente en la ciudad; soy la noche larga y sin estrellas, la última hora antes del amanecer blanco que se extiende en el alféizar.

Soy la soledad perentoria que tratas de espantar a gritos, permanezco en el mutismo, inamovible, entre las sombras. Soy el cráneo que se quiebra, la dentadura que tirita, la piel ajada, el ulular entre las ramas.

Soy la frágil ilusión de los niños mientras duermen, soy la trampa para el solitario y el insomne, soy la cena que no se termina de preparar nunca, soy el telefonema que no llega, soy el telegrama que deriva en baile o llanto. El suspiro azul, el carámbano en la mano, el salto por la ventana, la última copa.

Soy la noche y me desplomo, interminable. Soy tu tristeza compartida, envuelta con lazos. Soy la alegría vertiginosa, fugaz, volátil. Soy el daño permanente, la media sonrisa, el abrazo partido. Soy la esperanza de otro día. Soy la piedad ajena y la sorna propia. El desencanto bajo el árbol y la ternura en los ojos. El odio rabioso, la más dulce sonrisa.

Soy la fiebre que brota en la almohada, la lágrima que cae y se congela. Soy el coro de toses y estornudos. De pesares y plegarias, de risas y deseos, villancicos y
sollozos.

Soy la luna pálida que brilla entre los árboles, soy la fe de los más jóvenes, la memoria de los viejos, las luces parpadeantes y el mañana que amanece muy despacio, cuando llega. Soy el sol de invierno, la chimenea que aguarda, soy la paz que no dimite, el continente del recuerdo.