miércoles, 14 de marzo de 2007

Dos horas en el cielo


Todos tenemos lo que se llama nuestra película favorita.

De hecho, pueden ser muchas las que nos gustan, pero existe UNA que es la que cuando la vemos, nos pone dos horas (o más o menos, según su duración) en el cielo. Cuando, inevitablemente, nos preguntan acerca de los motivos de querencia, casi siempre resulta imposible poder explicar por qué significa tanto para nosotros. La amamos tiernamente, la podemos ver muchas veces sin cansarnos, es un referencial a un momento específico en tiempo-espacio.

En mi caso, ustedes ya saben de cuál se trata.



Quisiera poder decirles claramente cuál es la razón por la cuál El Bebé de Rosemary, de Roman Polanski (1968) es mi película favorita. Pero no se me ocurre un modo de explicarlo claramente, sin ser subjetivo. Y supongo que a todos les pasa al hablar de su película tótem en su iconografía personal, sea ésta la que sea.

O quizá no sea tan difícil.

El caso es que, para mí, la sola aparición de Mia y Cassavetes (y esa inolvidable Ruth Gordon como Minnie "soy la bruja maldita pero vas a adorarme" Castevet) provoca en mí una profunda emoción, una casi ternura -- donde supongo que la cinta debería perturbarme, aunque en realidad eso nunca ocurrió- por ese Manhattan que ya no existe, por la fragilidad de Rosie, por cada escena que conozco y anticipo.

Es amor, podría decirse, y varía de persona a persona. Es posible que a veces coincida, donde otras no nos expliquemos cómo es posible que tal o cual sea la película de alguien a quien queremos, que consideramos cercan@. Pero igual, cada uno es su propio altar y el rito de sus adoraciones es personal y único, irrepetible.


Hoy escribo sobre las dos horas en el cielo, porque hace unas horas, me llamó Alicia (Hikuri) Boy para decirme -- me imagino que, mientras daba saltitos- que en una tumultuosa tienda de DVDs a la que había entrado a matar tiempo, había encontrado su santo grial, misma que, aunque no había vuelto a ver en 15 años, no pasaba día en que no la recordara de un modo u otro. "¡Estoy feliz!" dijo y me llenó de una inesperada ternura al oírla.

Pensé en su propio ritual para verla, correr casi sin aliento para meterla en el reproductor y volver a esas escenas que se sienten casi parte de nuestra vida.

O acaso lo son.


Creo que conozco casi todas las películas favoritas de mis amigos cercanos.

Sé que Carolina es adicta no-tan-secreta a Los Puentes de Madison y le encanta verla con una caja de kleenex a un lado.

Sé que Paco Peña puede hacer (lo he visto) una espléndida disección de Blade Runner y también sé que MyCool King -- bueno y generoso- puede citar con un encanto voraz escenas enteras de All About Eve (o bien: Eva al desnudo), con toda la ironía del guión intacta. Ese es un ejemplo de que tu película favorita puede ser también práctica en tu vida diaria. Sé que Jules es devota de La Reine Margot (jamás olvidaré cuando vi ese poster por primera vez, Isabelle Adjani horrorizada, bañada en sangre) y que aunque Violetta Verdú asegura que su favorita es Luna Amarga (¡de Polanski!), sé que secretamente le tiene un nicho escondido a una cinta casi desconocida de Mastroianni llamada De eso no se habla.


Sé que a David le fascina profundamente Monsieur Hire, de Leconte. Que, aunque la acuse de cursi sin remedio, Mónica mi hermana no resiste ver una y otra vez La Princesita (de Cuarón) y que Hanna ha visto Casablanca más veces de las que uno considera posible. Que Marcela llora cada vez que ve Rompiendo las olas, siempre exactamente en la misma escena, y que Mariano tiene especial querencia por Los 400 Golpes.


Hay películas que de ninguna manera entran en mi canon, sin embargo, no me sorprende que hermanen a generaciones enteras: padres e hijos, hermanos y hermanas.

Star Wars es de esas y sé que, aunque algunos de mis amigos (Jack, por ejemplo) no la mencionarían de inmediato como "su favorita", la tienen siempre presente por dentro, en ese lugar donde atesoramos ciertas cosas que sentimos intrínsecamente nuestras, sin importar su universalidad: ese momento que es el parteaguas en la experiencia inclusive de la vida (ya dejen ustedes el cinema) y donde nada vuelve a ser visto en la misma luz. Acaso un poco como canto de inocencia, y pérdida de la misma. O una vuelta a tiempos más cándidos y cercanos a creer en la magia. Pero no se suelta tan fácil y hay mil ocho películas que uno menciona antes, aún sin que ese pequeño antiguo monolito (quizá en forma de la Estrella de la Muerte) colgando de su cuello y sobre su pecho sea olvidado jamás del todo.


Hay otras cintas que son placeres más adquiridos, menos populares, acaso incluso menos clásicas (uno se inclina a pensar). Tal es el caso de filmes que se meten al corazón y no necesariamente lo hacen de una manera espectacular, pero se quedan ahí sin hacer ruidito.

Tengo amigos a los que no conozco aún lo suficiente (no sé si los llegaré a conocer lo suficiente del todo), como para atreverme a decir que conozco o comparto el conocimiento de su película favorita. Pero creo que puedo intuirla.

Creo que un caso así es Mario, cuyo camino se cruzó con el mío mediante la blogósfera. Me inclino a creer (y esto a priori, que conste) que su favorita (y si no lo fuere, ¿quizá en el Top 10?) es Magnolia. No sé por qué. Quizás sea que identifico la cinta con su tren de pensamiento al leerlo, más que por cualquier razón más específica.


He conocido a mucha gente que ya no está en mi vida, algunos muy amados, otros no, pero que me ha dejado como rastro, su película favorita (Roberto, el ex de Nina y Educando Arizona, Mòir y The Turning Point/El momento de la verdad, mi abuelo y Mrs. Miniver, la temible Señorita Montaño y El Nombre de la Rosa, Andrés y Stand by me...), a manera de sutil marca, de no-me-olvides.

A veces, cuando las encuentro, o las veo (si las tengo y créanme que mi colección de películas es extensa, pueden verla catalogada alfabéticamente, abriendo otra ventana aquí) me sirve para recordar momentos, a veces rostros e incluso, sentir algo, aunque sea sólo por la (infatigable, aunque ya cascada) memoria.

Pueden ser dos horas o más en el cielo.
Ahora, ¿quieren contarme cuáles son las suyas?


9 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues me gusta "Lo que el viento se llevó", pero el otro día la vi por enésima vez y me aburrí un poco. Pero siempre digo que esa es mi peli favorita, porque cuando me preguntan pienso siempre en clásicos.
Ahora dime tú cuál hubieses dicho que es mi peli favorita.
Por cierto, nunca he visto tu peli favorita y me has creado curiosidad. Aunque pensaba que era "Desyuno con diamantes".
B7s

Anónimo dijo...

Pues quiero compartirles que la película que adquirí ayer se llama Once arround, en ella actua Richard Dreyfus y le imprime un optimismo y una alegria de vivir que me contagia. Desde que la vi, especialmente cuando voy con amigos en mi auto, procuro dar más de una vuelta a la glorieta (rotonda).

Anónimo dijo...

Canito, yo siempre he pensado que Peña idolatra EL CONFORMISTA...

Lo que me causa real extrañeza es saber cómo diste con que me fascina MONSIEUR HIRE!! =)

Cuéntame el secreto...!! jeje

Abrazos.

Anónimo dijo...

Pus sí, querido Cane, soy devota de la Reina... Por supuesto, conservo la copia en VHS que me regalaste hace ya algunos añitos. También vuelvo cada determinado tiempo a Casablanca, a la Lolita de Kubrik, a Luna amarga...
Besotes
Jules

Anónimo dijo...

Definitivamente, tendría que decir que "Romeo y Julieta" de Zeffirelli. Esa puedo recitarla de memoria. Otra es "Hanna y sus hermanas" y comparto "Los Puentes de Madison", que también me hace llorar cada vez que la veo.

Un beso

Viviana

senses and nonsenses dijo...

imposible decir una, muchas de las de tus amigos, tengo muchas que no me canso de ver y de ver: La noche del cazador, Sunset Boulevard, Terciopelo Azul.
una persona se conoce por sus amigos y las pelis que le gustan. buenos amigos. incluso jules, que las otras que citan le salvan de la quema. ...que me explique que vio en 'la reina margot'?
pero me he reconciliado con él al oirle citar a Lolita, o Lunas de hiel (se titulo aquí).
muchas, muchas... imposible elegir una.
un abrazo.

senses and nonsenses dijo...

es que adoro muchas magnolia, monsieur hire, tb rosemary's baby, por supuesto blade runner, y eva al desnudo.

Mario dijo...

A mi también me gustan mucho todas esa pelis que mencionas, y le tengo un especial afecto a "Rosemary's Baby" desde que he leído sobre ella aquí, en tu blog. Vamos, que la descubrí con ojos que tomé prestados de ti, querido Miguel... Mi película favorita? Buena pregunta. He tenido muchas películas favoritas: "Toto, el héroe" (¿la conoces?), la "Breve película sobre el amor", de Kieslowski, "Fanny Alexander", "Breaking the Waves", "Monsieur Hire" y, por supuesto, "Magnolia... Aunque con el transcurso del tiempo el director en quien más me reconozco, por la forma de ver el mundo y su capacidad de delirio, es Arturo Ripstein. "El evangelio de las maravillas" nunca ha salido de mi top ten: sé que no ex la mejor obra de Ripstein, pero es la que más me gusta porque borrar las fronteras entre forma y fondo, anula la distancia entre el narrador y la narración; es la película que podría resultar del delirio de alguien con una fiebre muy alta reflexionando sobre el silencio de Dios en el mundo... Me sentí muy apapchado al tomarme en cuenta en este recuento...

Miguel Cane dijo...

A todos:

Gracias por compartir sus tesoros conmigo.

¿Qué puedo decir?

Que me siento honrado, más allá de lo que las palabras pueden decir.

Y que cada tesoro compartido, es un lazo estrecho, estrecho.

Abrazos y besos sin tasa y para tod@s.