martes, 31 de octubre de 2006

Halloween: íntimo terror

Hoy que es víspera de todos los santos, les contaré sobre el primer instante de mi vida en que experimenté el terror.

Para darles una idea de cómo fue, hay que volver a la infancia; ese territorio que a veces pensamos es más maravilloso de lo que realmente fue, visto a través de la lupa de la nostalgia, que no sólo magnifica lo enternecedeor, sino también las experiencias brutales y viscerales como ésta.

Los ocho o nueve años es la edad en que descubrimos el terror en un concepto más adulto… y como es algo que pertenece a territorio vedado, pues más atractivo todavía.

Son los años 80, década célebre por el espectacular auge del mal gusto materialista e iconoclasta, que exigía siempre algo más nuevo, más deslumbrante: como dijera Manolito el de Mafalda: “¡Más, más, más!”… la década prodigiosa que ayudó a formar a chicos como yo.

Volviendo al relato: era noche de brujas de 1982.

De por sí, el país pasaba una época tenebrosa (el espectro de la crisis económica nos había aplastado) y el tan sobado ja-lo-guín, era un pretexto para la pachanga.

Es así, que mis padres fueron invitados a una fiesta de adultos y tuvieron a bien, inocentes, dejarme al cuidado de los hijos adolescentes del set de amigos que tenían (los mayores no tenían ni dieciséis años), punta de irresponsables incapaces de hacerse cargo de un niño de mi edad. Pensaron que con un refrigerio listo y una máquina Betamax conectada a la TV bastaría para que no dieran la lata.

“Ahí ven una película y se entretienen”.
Claro.
Quizá Bambi habría sido mejor.


No sé quien trajo de su casa un videocasette con Halloween de John Carpenter, que es, aún hoy una de las cosas más angustiantes que haya visto.

Era la época antes del DVD y los videoclubes en cadena.

Para ver una película para adultos (por suerte no encontraron una copia de Debbi Does Dallas que mis papás tenían bajo llave en un cajón) alguien debía tenerla en casa y prestarla.
Nuestra clandestina expedición nos llevó al ficticio suburbio residencial de Haddonfield, a conocer a Laura Strode (Jamie Lee Curtis, quien, sutil ironía, es hija de la difunta Janet Leigh), niñera virginal y ordinaria y a sus amigas Annie y Lynda, todas ellas núbiles niñeras de clase media y buena pierna.

La inocente Miss Strode ignora, por supuesto, que terminará la larga noche como si le hubieran hecho champucito con un tomajauk.


Aquí el Coco, más conocido por el apelativo de Michael Myers, es un peponazo con fantasmal máscara blanca y afilado cuchillo cebollero, que es anunciado por muy efectiva música compuesta por el propio Carpenter.

Todos los jóvenes que "me cuidaban" mientras veían la peli, seguro que la pasaron muy bien, supongo, porque gozaban cuando alguna núbil jovencita era convertida en pita fajita; aunque yo estaba paralizado frente a la pantalla.

Ese era un vecindario como el mío.
Una casa como la mía.
Las víctimas destripadas y torturadas eran como mis primas las grandes, que a veces me cuidaban.
Esto podría ocurrir de verdad.

Al final de la truculenta velada, yo estaba seguro de que Michael Myers estaba escondido en algún rincón de la casa y que en un descuido, iba a tasajearnos.
Lo peor vino cuando mis padres pusieron el proverbial grito en el cielo al encontrarse con que el engorro (léase, yo) se rehusaba a apagar la luz para dormir.


Así es como por primera vez experimentamos no el miedo, sino el terror.

Y lo más extraño es que nos gusta; volvemos una y otra vez a ese páramo sombrío a someternos al escalofrío, antes de volver a casa y seguir nuestras vidas a plena luz del día, haciendo un magnífico trabajo de ignorar las sombras que crecen en los rincones…

lunes, 30 de octubre de 2006

Cannon Beach



Esto es Cannon Beach, en la costa norte de Oregon.

No es una playa común. Aquí hace frío y hay tantas gaviotas como en una película de Alfred Hitchcock...

... sin embargo, es uno de los sitios más entusiasmantes que me he encontrado en este constante vagabundear por el mundo.

Me encontré con una cara del pacífico que no conocía y me descubrí de pronto liberándome de un talegón de equipaje extra que había estado acumulando en los últimos años. Así que de pronto, me embistió una oleada de algo que no había experimentado tan plenamente en mucho tiempo.

Para testificar ese brote de elación, Maru Moreno -- amistad nuevecita, recién descubierta- me pidió hacerme una mini sesión fotográfica (aunque yo no me siento muy fotogénico, algo que se me quitó hace veinte años) y aquí están los resultados.


De perfil


Mirando al oeste

Detrás de mí está Haystack Rock, la tercera formación rocosa más grande del mundo




Lo increíble: ¡Cane sonríe!


y aún más insólito: ¡ríe!


¡A carcajadas!


Libre.
Libre de verdad. Sin cuitas ni tristeza alguna, sin la carne cansada.
Sin decepción, ni odios, sin miedo ni corazones rotos.

¡Qué vida ésta!
(¿cómo será la otra?)
¡Qué júbilo!


Hay vida en Cannon Beach.
Todo es cuestión de encontrarla.
Cambios, cambios.

¡Ave, everybody!

viernes, 27 de octubre de 2006

Postal del Overlook

Cuando me dijeron "vas a conocer el hotel de El Resplandor" no lo creía... luego, cuando me percaté de que era verdad, me emocioné tanto que parecía un niño pequeño, que va a encontrarse con el santo grial.

Debo admitir que ésa no es mi película favorita de Kubrick, pero me gusta y me estremece y nunca pensé que en este viaje por Oregon (el gran noroeste estadounidense) me llevaría, literalmente, a las puertas del Overlook Hotel.

En realidad, el Overlook se llama The Timberline Lodge y es un sitio histórico que se ubica en las faldas de Mount Hood, lo que lo hace un paraíso para esquiadores -- de hecho, en lugar del amenazador laberinto de arbustos, lo que tiene es una impresionante estación de esquí, con funicular y toda la cosa.

Como visitamos en otoño, obviamente no se ve así, pero en diciembre está en plena operación y se ve exactamente como en la foto: sólo falta Jack Torrance corriendo por ahí con un hacha en la mano.


Aunque los exteriores sí se rodaron en Oregon, los interiores se filmaron en Londres. Sin embargo, y siendo obsesivo como saben, no resistí la tentación de ir a buscar la habitación "maldita" (217) y la encontré. Le tomé una foto, pero no me dejaron entrar a tomar fotos adentro... ¿será que habría alguna chica dándose un largo baño de tina?

Como sea, los corredores sí son largos y a veces sinuosos y la luz es extraña aquí... y por supuesto, el que mientras vagaba por ahí no dejara de tararear el Dies Irae de la Sinfonía Fantástica de Berlioz, ayudó a que me empezara a asustar... y a que me rehusara terminantemente a usar el ascensor...

Este es el lobby superior, aunque naturalmente, no es el sitio donde Jack escribía "No por mucho madrugar amanece más temprano", podría haberlo sido: desde aquí se puede ver la montaña y el cielo sin nubes, mientras uno se acurruca ante el fuego para leer historias de fantasmas.

El Timberline es famoso por su cocina -- y me consta, es deliciosa- y por su atmósfera, misma que la película ayudó a estimular. En Navidad, se coloca un árbol que llega al techo y hay, me entero, que reservar con mucha antelación. ¡Qué diferencia, después de pensar en los Torrance encerrados ahí todo el invierno/infierno!

De hecho, paseándome por los exteriores, descubrí la ventana por la que Danny Torrance salió corriendo. La pueden ver, en el segundo piso, con la pared de piedra. Supongo que es la ventana del baño en que Wendy grita para siempre, mientras aquél rompe la puerta y grita: "HEEEEERE'S JOHNNY!!"


Este viaje a Oregon ha resultado en una serie de sorpresas y descubrimientos y el Timberline/Overlook es apenas el primero de ellos...

...y fue como una pesadilla vuelta realidad el poder cruzar la puerta del Overlook, después de recorrer el impresionante y serpenteante camino boscoso que bordea el Río Columbia, para encontrar que sí, esos sitios que brotan del cine para mesmerizarnos, también son una realidad... aún sin gemelitas siniestras invitándome a jugar para siempre o un hombre vestido de oso comiéndose a un aristócrata mientras hay una fiesta de gala en el Golden Room.

Qué sorprendente decirlo...

...¡estuve en el Overlook!

Ojalá estuvieras aquí.

Mamá cumple 90 años



Si mi mamá -- esto es, mi abuela María- viviera aún, hoy habría cumplido 90 años.

La foto de arriba, es de 1939, el año en que se casó. Tenía 22 años aún (la foto es de Marzo de ese año) y la foto de abajo, es la última que tengo de ella: es del año nuevo anterior a su muerte. A su lado, está Mónica. Me sorprende el parecido entre ambas, sobre todo porque antes no se me había hecho aparente.

La he estado pensando hoy todo el día.

A veces, en casa, pienso que voy a abrir la puerta y estará en su sillón, con la tele prendida.

Y puedo oírla aún; lo que es más, aún puedo usar algunas de sus frases. La idea de acercarse a los 90 no lehacía mucha gracia, aún si no le molestaba la idea de envejecer... era sólo que se mostraba escéptica ante la idea de si el mundo que había conocido, envejecería con ella.

Sobre el año 2000 decía, "ya lo veré, en silla de ruedas, hecha una viejita"... y de hecho así fue... pero estoy seguro de que disfrutó la maravilla del descubrimiento en plenitud.

Mucho de quien soy, que ustedes han visto o acaso adivinan, se lo debo a ella.

Y hoy, aunque esté lejos, yo te celebro, mamá.

miércoles, 25 de octubre de 2006

Chau, Rafa

Le decía Maestro.

Nos vimos todavía en Gijón, donde llegó a presentar el libro de La Mara, hace un año. Lo vi cansado, pero aún entero. Hablamos bastante, caminamos un rato por El Muro y aún pese a sus exhortos para que dejara de hacerlo, le hablaba de "usted".

Ni cinco años en su taller (cada martes, cada martes) pudieron cambiar el hábito.
Hoy me entero por Gilda de su deceso.

No me sorprende -- ya sabía yo que estaba enfermo- pero sí me sacude un poco. Uno no espera que suceda así, de pronto, sin aviso.

Me hizo recordar la noticia esos martes; los cuentos y relatos trabajados, trabajados y vueltos a trabajar. La anticipación por oír su comentario al leer un texto. De hecho, fue con él que aprendí a leer un texto en voz alta. A encontrar el timbre de la historia. Había, aseguraba, muchos textos que se escribían exclusivamente para leerse en voz alta.

También nos enseñó, con mucha mano izquierda y un tacto muy sutil, a encontrar la malicia literaria, a narrar lo cotidiano sin las trampas de lo banal.

Algunas veces, nos tomaba a los tallerandos como conejillos de indias para deslumbrarnos con su talento. No era de ninguna manera perfecto, pero era un buen narrador y más que ello, un excelente prestidigitador y un orfebre de la narrativa breve. Era, literalmente, El Rayo Macoy.

Mis primeros textos en su mesa se volvieron despojos, pero de esos despojos surgió una lección de humildad para buscar oficio -- algo que se afinaría con otros años, en otras mesas de taller, pero con el precedente.

También le debo, indirectamente, una vida social que floreció en esos martes y que aún tiene vestigios vivos.

Se lo pude agradecer eso en Gijón, donde nos despedimos con gusto el día que él marchó. Nos dimos un abrazo y le dije "Hasta pronto, maestro."

No sé si habrá pronto. Pero sé que cuando nos veamos de nuevo, ahora sí voy a hablarle de tú.

Por lo pronto, no es despedida sensiblera (que siempre señaló, era lo peor al narrar(nos) la vida). Es nada más un agitar la mano.

Chau, Rafa.

martes, 24 de octubre de 2006

Mi nueva obsesión




Hay algo que, por más que lo he intentado, no puedo sacarme de la cabeza... (mi nueva cabeza)

...camino por ahí, con la cabeza (literalmente) envuelta en plástico, mientras corría Via del Corso arriba y Vía del Corso abajo, yendo de una función a otra, gritando a voz en cuello



Pueden hacer click para oírla y reírse (de mí o conmigo) un rato, mientras yo, con mi nueva cabeza corro por la sabana-
sabana.

Pero sí.

Yo soy una jirafa igual que todas.

(y aquí Jack, el gran león del norte, podría entender y señalar el referente/origen del simbolismo de la imagen, pero hoy voy a la carrera y no puedo explicarla ni creo que lo haga él, ergo... tal vez sea un misterio sin resolver)

Cariños a lo salvaje, everybody!

lunes, 23 de octubre de 2006

Tornavuelta

Han sido muchas horas lejos... y más pesadas que las del vuelo de vuelta no creo posibles.

Y sólo vengo, a recoger maletas para emprender otro viaje, ahora más cercano.
Sin embargo, siento que he emprendido un viaje muy distinto: algo sucede, que estoy cambiando.

No sé qué pasa.
Pero es algo que ha sido gradual y ahora es más patente.


Sin embargo, aunque cambie: aquí estoy.

martes, 17 de octubre de 2006

Monstres Sacrés





Escenas, rostros, figuras, momentos.

Cinefilia.


Un click agranda la imagen.


Vean cuántos reconocen y diviértanse.

Cuéntenme qué recordaron.


Lejano pero no ausente, los leo.


sábado, 14 de octubre de 2006

Héroes: La verdadera Grey

Me gusta Meredith Grey.

Digo que me gusta en el sentido de que es un personaje que en relativamente poco tiempo se gana el cariño del espectador que la sigue... al menos ese es mi caso. Lo consiguió con su voz tan característica, su descubrimiento del mundo día-con-día y las relaciones con sus pacientes y amigos (incluyendo, claro está, al McDreamy).

Caí en el Seattle Grace Hospital por accidente un día -- después de pasear por Wisteria Lane- y me quedé por el resto de la temporada. ¿Y cómo no hacerlo? Después de todo, la doctora Grey se las ingenia para ser completamente adorable -- y a las pruebas me remito.
Lo que es más, hasta la canción tema, me gusta.


Pero quizás lo que me gustó más de la doctora Grey, es que (aún con todas sus tribulaciones y pacientes imaginarios con dolencias imaginarias) me recuerda, en muchos niveles, a una heroína real que yo tengo.

Me la recuerda por que comparten muchas cosas y no sólo las batas blancas y el gusto por los zapatos bonitos: también el ingenio, la entereza y la generosidad, aún si en la verdadera Grey, éstos atributos se magnifican y se asumen con una profunda sencillez, que resulta asombrosa, tanto como entrar a un museo pletórico de obras maestras, que no obstante sólo se asume como un edificio, sin estar consciente de su belleza, tanto interior como exterior.

Aprendí a admirar a esta heroína desde lejos (tanto metafórica como geográficamente), al ir encontrando, poco a poco, rastros de su grandeza, que se me fueron revelando al verla más de cerca; saberla heróica en silencio, mientras hace guardias de 24 x 24 y carga níveles casi góticos (tamaño Cumbres Borrascosas) de angustia y presión mientras recibe a los maltrechos, a los desorientados, a los que posiblemente morirán.

No la he visto en acción, no, pero no hace falta para que lo sepa y al cerrar los ojos pueda verla en la batalla para luego, como sí la he visto, volver con gracia y ternura al mundo que ha creado en un séptimo piso en un finisterre junto al mar, y donde a veces soy un ojo pasajero que sólo ve un trozo del filme.

Así veo (y recibo, como sol por tragaluz) su generosidad y paciencia, su buen humor y su modestia, su viveza, su tezón; su vibrante alegría bajo una fachada serena, sus ojos profundos y sabios, su oído atento, su sonrisa dulce y pródiga. Su enorme y valeroso corazón.

Eso me basta para admirarla, no en secreto, aún si esto mío es tan poco, considerando tanto mérito.

Este sábado, es para mi heroína un día especial.

Eso me hace pensar en Henry Wadsworth Longfellow y sus palabras:

Las más santas de todas las fiestas son aquellas
que guardamos para nosotros, en silencio y en privado,
los aniversarios secretos del corazón,
cuando rebosa la repleta marea de nuestros sentimientos.



Pienso así en ella y en su poeta (que la ama desde hace veinte años). Y en la joya soñadora que duerme ahí junto.

Pero hoy, ésta canción es dedicada a ella.

Te quiero, Pat.

viernes, 13 de octubre de 2006

Auden habla


The More Loving One

Looking up at the stars, I know quite well
That, for all they care, I can go to hell,
But on earth indifference is the least
We have to dread from man or beast.

How should we like it were stars to burn
With a passion for us we could not return?

If equal affection cannot be,
Let the more loving one be me.

Admirer as I think I am
Of stars that do not give a damn,
I cannot, now I see them, say
I missed one terribly all day.

Were all stars to disappear or die,
I should learn to look at an empty sky
And feel its total darkness sublime,
Though this might take me a little time.

[la siguiente traducción fue realizada por mí en 1996]

Mirando las estrellas, sé muy bien
que por ellas al infierno me puedo ir,
Pero en este mundo del ser humano o de la bestia
lo que menos debíamos temer es la indiferencia.

¿Quisieramos pues, ver astros arder

Con una pasión imposible de corresponder?

Si no es posible entre nosotros un afecto similar,
Permite entonces que sea yo quien ame más.

Aunque suponga yo admirar
A estrellas, a las que poco ha de importar,
No podría decir, mirándolas,
Que este día mucho a una pude extrañar.

Si todas las estrellas se desvanecieran al morir,
Aprendería yo a vacío el firmamento contemplar
y sentir sublime la absoluta oscuridad,
Aunque esto lograrlo, un tiempo ha de tomar.


Wystan Hugh Auden
(1907-1973)

jueves, 12 de octubre de 2006

Misterios, misterios, por todas partes



¿Saben a quién pertenece este hermoso ojo azul, inmóvil, casi glacial?

¿Qué tiene que ver esta bonita canción?




Véanla bien, conózcanla.
(témanle...)

Su nombre es Juliet.


Y pronto encontrará a su Romeo.

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Pero mientras se desentraña ese misterio, díganme...

...¿han visto ustedes a esta pobrecilla Pecosa?




Calma, niños, calma...


... que no todo está perdido...

miércoles, 11 de octubre de 2006

Radiografía


El otro día, en el fotolog de Lusin, apareció éste "proustien", que debe contestarse con títulos de canciones. Ahí mismo lo respondí, y poco después, por esas austerianas coincidencias del destino, mi amigo y colega Bef (no dejen de visitar Monorama) me echó la bolita para que lo respondiera.

Eso me hizo pensar en algunas de mis respuestas, que decidí cambiar por otras canciones, aunque mi sumario original es muy parecido. A continuación, lo que yo llamo mi "radiografía"; canciones que podrían ejemplificar algún estado de ánimo (o tal vez no). Por supuesto, pueden escucharlas, si es que no las conocen y de conocerlas, tal vez me comprendan mejor, todavía.

¡Ave, everybody!
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¿Eres hombre o mujer?
(My name is)Luka - Suzanne Vega

Descríbete.
Mother's Little Helper - Liz Phair

¿Qué sienten las personas acerca de ti?
Nobody does it better - Carly Simon ;)

¿Cómo te sientes?
Feeling Like Flying - Jane Wiedlin

¿Cómo describirías tu anterior relación sentimental?
Sweet and Tender Hooligan - The Smiths

Describe tu actual relación con tu novio/a o pretendiente.
I am waiting for the man - Vanessa Paradis

¿Dónde quieres estar ahora?
¿Dónde está el país de las hadas?- Mecano

¿Cómo eres respecto al amor?
Lloyd, I'm Ready to be Heartbroken- Camera Obscura

¿Cómo es tu vida?
Life on Mars - David Bowie

¿Qué pedirías si tuvieras un solo deseo?
Real Men - Joe Jackson

Escribe una cita o frase famosa:

Everybody Knows - Leonard Cohen

Ahora despídete.
So long, Farewell, Auf Wiedhersen, Adieu! - Rodgers & Hammerstein [de La Novicia Rebelde]

martes, 10 de octubre de 2006

Retratos: Hanna




Esta sonrisa la he conocido por 17 años.

Su verdadero nombre es Alejandra, pero todos le decimos Hanna y no responde por ningún otro apelativo.

Nos vimos por primera vez en la preparatoria y debo admitir que me mortifica no poder recordar lo que nos dijimos la primera vez que entablamos conversación (algo que habitualmente puedo recordar de casi todos mis amigos), pero lo que sí recuerdo de ella, es que compartimos la primera conversación adulta que tuve acerca de lo que abracé como mi vida, después que me rompí y ella estuvo ahí para ayudarme a recoger los pedazos.

Hay en su casa una fotografía, tomada a escondidas, el día en que su hoy esposo (el Gran Gus) le propuso matrimonio. Los dos son muy jóvenes en esa fotografía; ella con los brazos al cuello de él: sólo se miran el uno al otro. No supieron que tomé la foto, hasta mucho después y ahora sigue ahí: la primera prueba ontológica de lo que algunos llaman una vida en común.

Ella sabe que la quiero, qué tanto (como si se pudiera medir) y lo que representa para mí.

Desde su casa, puede verse toda la ciudad: es una vista que sobrecoge. Pero encima de todo ello, hay calidez, ternura y el gozo de haberla visto transformarse en una mujer extraordinaria, esposa, madre, hija, amiga. Siempre con la misma sonrisa que recuerdo y los mismos frutos compartidos.

Algunos, en otra época, fueron más amargos. Ahora estos son dulces y siempre presente, igual que esa alegría tan suya, está el jubiloso privilegio de poder compartirlos aún.

lunes, 9 de octubre de 2006

Adiós, Scream Queen, adiós




Mala onda: Jamie Lee Curtis anunció que no volverá a actuar.

Lo mismo, esto seguro son buenas noticias para su marido (el director y comediante Christopher Guest, o bien, Lord Haden-Guest) y sus hijos, pero para los fans que cultivó a lo largo de casi tres décadas de carrera, es algo que sí entristece.

Bueno, un poquito.

Heredera de Tony Curtis y la inmortal Janet Leigh [de quien ciertamente sacó ese excelente par de pulmones que le fueron tan útiles al principio de su carrera], la Curtis se distinguió siempre no sólo por su físico tan particular -- alta, muy delgada, atlética y a la vez con generosos atributos, aún sin ser una belleza que parara el tráfico- sino también por su especial sentido del humor y por no tener pelos en la lengua para hablar claro (cosa poco común en Hollywood, donde si eres un hombre y dices lo que piensas, eres un homnre íntegro, pero si haces lo mismo y eres mujer, entonces eres una perra latosa).

De hecho, es a ese pedegree tan especial de provenir de una leyenda del cine de terror, que Jamie debe su carrera ... y nunca ha negado la cruz de su parroquia. ¿Quién podría olvidar esa escena en que su madre es convertida en picadillo en la ducha de la habitación 1 del Bates Motel?

Los alaridos de Janet hallaron eco una generación más tarde en su hija y siguen reverberando hasta nuestros días.

Por supuesto, John Carpenter siempre fue un cineasta visionario en su momento (aún cuando no sabía que lo estaba siendo) y no sólo dio una carrera sólida a la flacucha jovencita que lanzó en rol protagónico en su ya casi mítica Halloween (1978) sino que además ayudó a inventar un género que hasta hoy sigue dando cuchilladas y derramando sangre en pantallas -- claro está, es el género del Psycho Killer o también conocido como Slasher Film-, gracias a la inmoderada serie de secuelas e imitaciones que generó (Viernes 13, Pesadilla en la Calle del Infierno, etc, etc, etc...)

En esa película, Jamie Lee Curtis hace de la célebre Laurie Strode, personaje hoy de culto, que es, a primera vista, una muchacha igual que todas: preparatoriana estudiosa, modesta, juiciosa (en comparación con sus dos cuatitas Lynda --P.J. Soles- y Annie --Nancy Loomis-, par de güilas post-adolescentes cuyo gusto por bailar el Mambo Italiano las lleva a convertirse en fajitas) que ha amasado una fortuna con su carrera como cuidadora de niños en su vecindario de clase media acomodada, en los suburbios de Chicago. Para ella, hacer de canguro durante la noche de brujas es lo más normal. Pero no sabe que al amanecer el día de todos los santos será la única de su grupito de amigas que sigue con vida, después de un brutal encontronazo con ese boucher invulnerable conocido como Michael Myers.


Después del hitazo, la actriz encontró un nicho como exitosa Scream Queen (de hecho, el término se acuñó para ella) en una serie de películas de terror de mediano presupuesto de las cuales lo único notable era su participación. Por fin, hacia 1982, harta de tanto grito, Jamie se decidió a examinar las posibilidades de la comedia con Trading Places (con Eddie Murphy y Dan Aykroyd) y de ahí surgió una nueva y brillante carrera, que se coronaría con trabajos como Un pez llamado Wanda y Mentiras verdaderas, que le sirvieron para demostrar que las suyas eran muchas facetas, gozándola en comedias como Viernes de locos o cintas intensas como el thriller de LeCarré El Sastre de Panamá.

Además, Jamie se reveló como una estupenda autora de libros para niños y esta carrera alterna le atrajo muchos más admiradores (aún si estos no pasaban de los siete años). Es por lo mismo que, ahora que ha presentado su cuarto libro, Jamie ha hecho oficial el anuncio de que su carrera como actriz ha terminado, para dedicarse a la familia y a escribir.
Pues vaya; qué afortunados hijos y qué afortunada la literatura para chicos -- personalmente, la extrañaré en pantallas, aún si sé que siempre, un momento aterrador y memorable de mi vida siempre volverá a través de sus alaridos de horror cada vez que coloque en mi DVD la película de Carpenter y comience a sonar el tema musical tan característico que la distingue.

Y así, como aparece por primera vez, fresca y hermosa, a punto de descubrir la puerta de lo inimaginable (igual que su madre tras una cortina de plastico) es que quienes la queremos, la recordaremos siempre, pálida y temblorosa...

... como la juventud.


sábado, 7 de octubre de 2006

Reasons


Hay veces que oír una canción nos devuelve a un momento específico de la vida. Esta es una verdad como un templo y estoy seguro que a todos nos ha ocurrido alguna vez.

Precisamente hoy recordé que una de esas situaciones sucede cada que oigo el celebérrimo tema Reasons, de Earth, Wind & Fire. [Para escuchar hagan click y abran el enlace como ventana nueva: sugiero la oigan mientras leen lo que sigue]
¿Listos? Entonces, prosigo.

Cuando llega a mis oídos, de repente, ya sea en la calle, en la radio, en algún restaurante o guateque particular ocurre invariablemente que al oír a Philip Bailey aventarse un agudo “Oh… the reasons/reeeaaasooonnns that we feel….” ipso facto regreso a un momento que me hace sonreír, pero también parte de una gran revelación: mi primer atisbo en la batalla de los sexos.

Es la semana santa de 1988. Guadalajara, Jalisco.
A los 14 años, el autor-entonces-adolescente está siempre dispuesto a cambiar de aires, aún si sólo son diez días de vacaciones con unos tíos. No es la casa lo que recuerdo, sino la ocasión de mi primer fiesta como “chino libre”, sin la presencia de más adultos que mis primos los grandes y sus amigos preparatorianos y universitarios: una cornucopia de frituras y gansitos Marinela ("¡A que no te los comes todos!" me reta un fulano. "¡A que sí!", exclamo y me pongo ahíto de pastelitos y cocacola); algunos beben clandestinas cervezas robadas de los refrigeradores familiares o bien, compradas en misceláneas donde nadie hace preguntas.

Y recuerdo, claro, la música: Mecano y Entre el cielo y el suelo, Bosé con XXX, The Joshua Tree de U2 y Music for the Masses de Depeche Mode, Bananarama, Bon Jovi... LPs y cassettes, que hoy ya no existen.

También los primeros cigarros fumados a escondidas en el patio de la casa de mis tíos, quienes obviamente desconocen lo que sucede, invitados a una boda en Zapopan. El recuerdo más tangible viene cuando alguien apaga luces y a las que quedan les ponen trapos rojos encima, se oyen los cachondos acordes de la canción y hay algunas parejitas bailando en la semipenumbra.

Desde mi rincón, antes de ir a zamparme una docena de gansitos de un solo golpe, si me fijo bien, puedo ver que algunos aparte de bailar pegado, hasta se besan con lengua y todo.

Reasonssss, oh, Reaaasonsss…

Este es un momento inolvidable y lo es más aún cuando mi prima Paula pregunta, alarmada “¡¿quéeseso?!”: lo escupe como si fuera una sola palabra, como buche de algo viscoso, justo antes de soltarle una sonora bofetada al chavo con quien bailaba apretujadita.

La indignación, la sorpresa, el convulso melodrama de la vida misma de un bisoño que ni pálida idea tiene del amor, mucho menos de sus despropósitos o de lo que es o significa un “arrimón del camarón”, imagen primigenia que revive cuando escucho esa música soul y empieza a ganarme la risa, incontenible, como si hubiera aspirado de un tanque de helio (cosa que efectivamente sucedió en la misma fiesta, pero esa es otra historia) y me pregunto, mientras la música fluye, los besos-con-lengua florecen y una Paula muy jovencita y escandalizada tira espectacular soplamocos al peponazo aquél que llamó guarro y pelado, ¿a dónde fue a dar esa parte de mi juventud?

¿O es que la canción queda a manera de monumento y existe tan sólo para recordármelo?

viernes, 6 de octubre de 2006

Nemo, encontrado




¿Alguien quiere un poco más de wasabi?

jueves, 5 de octubre de 2006

Dios bendiga a Holly Golightly


Cuenta la leyenda –aunque nadie sabe si esto sea verdad al cien por ciento, como sucede con tantas cosas que tienen que ver con él, que solía enjoyar sus anécdotas como si no hubiera un mañana, fabulador por naturaleza como era - que el ilustre Truman Capote hizo un berrinche espectacular y se salió furibundo y taconeando de la sala de proyección cuando vio la versión fílmica de Desayuno con Diamantes (Breakfast at Tiffany’s) la noche que se estrenó, el 5 de octubre de 1961.

La película, que hoy día es un genuino clásico de culto para varias generaciones, fue dirigida por Blake Edwards, con un guión adaptado de George Axelrod y música de Henry Mancini (incluyendo la inolvidable canción Moon River, que marcó un hito en la historia del cinema y le valió al maestro Mancini el primero de sus tres Oscares), y transforma de manera notable su noveleta tan popular, una aguda observación de la vida neoyorquina en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, en una auténtica comedia romántica Hollywood style, protagonizada por las eximias Audrey Hepburn y Patricia Neal y el entonces muy joven y apuesto George Peppard.

Capote estaba emberrinchado porque según él, no sólo se habían atrevido a “simplificar” la trama, sino que también le parecía que la Hepburn no era ideal para el papel de Holly – supuestamente, él quería se había encaprichado con que fuera Marilyn Monroe-... sin embargo, aquí se dio el caso de que el personaje trasciende no sólo al medio, sino inclusive a su autor y se convierte en una figura icónica por mérito propio.

La primera vez que vemos a Holly Golightly (nombre real: Lula Mae Barnes), es desveladísima y muy chic, de pies a cabeza en Givenchy, con espectacular bisutería, asomándose a los legendarios aparadores de la joyería Tiffany & Co., en la esquina de la calle 57 y la 5ª Avenida. Holly “desayuna” un bagel y un vaso de cocoa: ésta es la actitud que da título a la historia y de un pincelazo muestra al personaje de carne y hueso.

Con sus lentes oscuros, larguísima boquilla, joyas “regaladas” y peinado de salón intacto a las seis de la mañana, Holly es la encarnación de la Good-Time girl, la amiguita de los ricos que se rehúsa a recibir diamantes hasta que no haya cumplido cuarenta, ya que antes son de lo más vulgar; la muchachita que escapó de la miseria, la mediocridad y la ignorancia, reinventándose en pleno corazón de Manhattan.

Naturalmente, Audrey Hepburn se convirtió en Holly y no existe ninguna otra forma de imaginársela. Su trabajo es impecable y dota al personaje lo mismo de un carisma radiante que de una extraña fragilidad, que oculta bajo un barniz cuidadosamente aplicado de chic y cinismo.

Es precisamente esto lo que atrae – como llama a la palomilla- a su vecino, Paul Varjak (el güero Peppard), que a su vez es el juguetito de la sexualmente frustrada esposa de un magnate (la incomparable Neal, quien pese a tener sólo cuatro escenas, se las roba con la mano en la cintura) y hace que quede prendado de ella, mientras ella lo que quiere es encontrar a un hombre con abundante billetiza que se case con ella y le garantice un futuro asegurado, no le hace que no lo quiera. Con que le de $50 para ir a “polvearse la nariz” basta.

Podría ser que lo que ofendió la inflada sensibilidad del enfant-terrible de las letras estadounidenses, no fue tanto el que se adaptara su historia original a la floreciente década de los sesenta – de hecho no se perdió nada al hacerlo y esto ayudo a dar mayor impacto a la cinta- sino que el personaje del narrador, ostensiblemente inspirado en él mismo se mostrara aquí como un galán heterosexual idóneo para cambiar el curso de la vida de Holly y retirarla de la aristocrática prostitución (esto nunca se menciona, pero se sobreentiende que Holly es puta, aunque Edwards lo maneja con gran elegancia).

Cierto es que el happy ending (en esa era algo de rigeur) fue impuesto, para elefantino berrinche de Capote por la Paramount Pictures, pero eso es lo de menos: el verdadero valor de la película (y de la narración que le da origen, por supuesto) es darnos a tanta gente, una imagen qué adorar: la espigada chica que fuma y suspira, que cruzará el Moon River con estilo algún día.

Dios te bendiga, Holly Golightly... ¿qué habría sido de nosotros sin ti?

Hoy, toda una vida más tarde y recordando a Holly, a Audrey, a Tru y a Henry Mancini, aquí tienen la versión original de Moon River (una de mis canciones más entrañables y la favorita de mucha, mucha gente), en la voz de su estrella. Descárguenla y disfrútenla.

Ave, everybody!

miércoles, 4 de octubre de 2006

Arrastrado por una Nouvelle Vague


No sé cómo es que descubrí a Nouvelle Vague, pero hay algo que sí sé.
El enamoramiento fue instantáneo.

Si ustedes no han tenido aún el privilegio de descubrir exactamente én qué consiste éste proyecto musical (concebido y conceptualizado por los franceses Marc Collin y Olivier Libaux) que convierte grandes éxitos del Post-Punk y la New Wave de principios de los 80, en versiones de un Bossa Nova (que, descubro con sorpresa, quiere decir exactamente lo mismo que nouvelle vague y new wave: la nueva ola) más cercano a la sensibilidad lounge y muy de nuestro tiempo, sin, curiosamente, traicionar sus raíces -- como le ha sucedido a casi todas las versiones cover que hay de grandes temas, que acaban por convertirse en auténticos bodrios muy por debajo del original.



Los Nouvelle Vague (Collin y Libaux, junto con sus vocalistas: seis brasileñas, una francesa y una neoyorquina: Camille, Sir Alice, Alex, Melanie Pain, Silja, Eloisia y Daniella D'Ambrosio) vinieron a México y dejé que me sonsacaran al centro para verlos actuar en vivo.

La experiencia no sólo fue divertida (música, copas, salir de noche) sino inclusive, educacional: me sirvió para descubrir que las canciones de bandas como Modern English, XTC, Bauhaus o Echo & The Bunnymen, pueden convertirse en algo completamente distinto cuando se filtran a través de otra sensibilidad, lo cuál es el propósito detrás de todo el proyecto, que ahora lleva dos álbums y un seguimiento de culto no sólo en Europa, sino (como lo ví) en todas partes.

Para compartirles un poco de lo que ahora mismo ocupa mis momentos de solaz (y se repite constantemente en mi iPod), pensé que podría hacer una selección de cinco temas de Nouvelle Vague. Todos ellos originalmente de bandas New Wave y todos ellos originalmente interpretados por hombres.

1* Love Will Tear Us Apart (Originalmente de Joy Division)

2* I Melt With You (Originalmente de Modern English)

3* Friday Night and Saturday Morning (Originalmente de The Specials)

4* Blue Monday (Originalmente de New Order)

5* The Killing Moon (Originalmente de Echo & The Bunnymen) [¡ésta es mi favorita!]

Espero que los disfruten y me digan lo que piensan, si es que no han sido arrastrados por esta bossa nova.

(Gracias, Paul Medrano, por llenar los huecos que mi bisoñéz tenía. ¡Salu2!)

martes, 3 de octubre de 2006

Preguntas sin respuesta (II)

1) ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?

2) ¿A dónde vas cuando duermes?

3) ¿Será la dicha nuestro porvenir?

4) ¿Si no estoy con ése... estoy contra él?

5) ¿A dónde va a parar el tiempo?

6) ¿Te vas a comer el último pedazo?

7) Si todos tenemos padres... ¿quienes son los papás de Dios?

8) ¿A dónde va nuestro amor?

9) ¿Qué le pasó a Baby Jane?

10) ¿Qué he hecho yo para merecer ésto?

lunes, 2 de octubre de 2006

(No) Quiero un Zoom!




La otra noche, en una cena no muy concurrida (una de esas fiestas pètit comité que la chica en El Gran Gatsby acusaba de no tener ninguna privacía) la conversación comenzó a girar acerca de las terapias psicológicas, las diversas perturbaciones emocionales por las que todos (pequeburgueses semilustrados como somos) hemos pasado: las drogas que nos han hecho drogadictos socialmente aceptables: Zoloft, Prozac, Xanax, Lexotán… y claro, las psicoterapias.
Entonces sale a la mesa que este atento y seguro servidor, es un “shock survivor” o bien, que se sometió alguna vez a terapia de electroshocks y vive para contarlo.

- Ah, ¿te cae?- me preguntan.
- Y me levanta,- digo yo con absoluta naturalidad. A estas alturas del poema, qué me importa que se sepa. Hace tanto tiempo que a veces parece que le ocurrió a alguien más y tanpoco me averguenzo de nada.

Un chavo, obviamente más joven que yo, se acerca y me pregunta si es como se lo hacen a Jack Nicholson en Alguien voló sobre el nido del cuco. “¿Qué es lo que de versa te pasa cuando te dan un choque en el cerebro? En la peli, ves como se convulsiona… ¿tú te convulsionaste?”

Lo miro por un momento y luego al postre que de pronto ya no me parece tan apetitoso. Luego me río al contestar que me gustaría poder decírselo a ciencia cierta, pero la verdad es que no me acuerdo.

La pregunta no es realmente imprudente ni poco interesante (me han preguntado en otras cenas a las que he asistido a lo largo de mi vida cosas más inanes). Lo malo, es que me deja pensando el resto de la semana en ello. ¿Para qué demonios se supone que sirven los electroshocks? ¿Todavía los aplican o es algo que ya se descontinuó? – lo mío fue en el verano de 1990 o sea que ya llovió.

Llego a casa y me pongo a buscar mis anotaciones de la época, pero son realmente vagas. Finalmente, sólo fue una sesión antes que me cambiaran el tratamiento y qué suerte tuve de que no hubiera más y realmente no recuerdo mas que detalles vagos, con algo como vértigo, pero poco más. Lo que me sorprende, es que según descubro al googlear Shock Therapy, se ha vuelto a poner de moda en los United States.


Los electroshocks surgieron en los años 30 para tratar enfermedades mentales; una época nebulosa, sin duda, aunque un poco mejor que las eras anteriores en que los recursos habituales eran una sana y efectiva lobotomía, la insulinoterapia o la piretoterapia (léase: inyecciones de trementina).

A pesar de la falta de estudios científicos, la utilización del electroshock fue y es generalizada y extendida a casi todos los trastornos psiquiátricos: de modo particular es utilizado en pacientes muy depresivos cuando otros tipos de terapia, como los psicofármacos o la psicoterapia, no son eficaces y apropiados como en casos de emergencia cuando por ejemplo existe un elevado riesgo de suicidio (o si ya se intentó, dicen); algunos tipos de esquizofrenia y otra enfermedades mentales y neurológicas.

Esto a raíz de que en un principio las convulsiones parecían ayudar a que, por ejemplo, un esquizofrénico, se volviera lúcido. Pero lo malo es que sólo era un efecto temporal y había que repetir (cosa que no ocurrió conmigo y ahora siento un alivio al respecto… por suerte hubo quien interviniera a tiempo; finalmente la intención era buena y que yo respondiera… pero… ay. Qué cosas, ¿eh? Cuando la desesperación nos gana… pero eso es algo en lo que no pienso nunca)

Fue gracias a los antidepresivos y las pastillas, que la terapia de choque pasó a la historia (aunque ahora leo que algunos recurren a ella como una alternativa para “no engancharse ni depender de” las pastas). De hecho, sigue siendo la primera opción de terapia para los pacientes con depresión profunda a quienes no les funcionan las dosis de fármacos o que no pueden tomarlos.

El concepto, personalmente, a mí me parece hoy día brutal, salvaje.

Tengo fe en el psicoanálisis (creo en él y siento que me ha ayudado a llegar a un estado de armonía y tranquilidad que no tenía, mirando hacia esa época de mi vida) y siento que las pastillas son un tratamiento quizá más viable o en su defecto, menos doloroso (me consta. Aunque yo preferí ir gradualmente dejándolas. Llevo siete años limpio, o casi del todo).

Aparte de que (y esto me lo dice Viv, mientras le digo que quiero escribir sobre el tema para este blog) existen complicaciones y efectos secundarios muy delicados: arritmia cardiaca, convulsiones, amnesia… y sí, se te borra el cassette. Al menos parcialmente: pierdes un madral de neuronas.

Viviana me dice “háblalo. Si ya es una etapa superada, entonces puedes hablarlo, exponerlo. Verlo desde donde hoy estás”.
Y sí. Es muy distinto todo.

La usherette en la primera foto pregunta: Ready to be happy?

Pues no. Listo no estoy.
Pero cada día lo soy, en la manera de lo posible.
Y no necesito ni quiero nada más.