sábado, 14 de octubre de 2006

Héroes: La verdadera Grey

Me gusta Meredith Grey.

Digo que me gusta en el sentido de que es un personaje que en relativamente poco tiempo se gana el cariño del espectador que la sigue... al menos ese es mi caso. Lo consiguió con su voz tan característica, su descubrimiento del mundo día-con-día y las relaciones con sus pacientes y amigos (incluyendo, claro está, al McDreamy).

Caí en el Seattle Grace Hospital por accidente un día -- después de pasear por Wisteria Lane- y me quedé por el resto de la temporada. ¿Y cómo no hacerlo? Después de todo, la doctora Grey se las ingenia para ser completamente adorable -- y a las pruebas me remito.
Lo que es más, hasta la canción tema, me gusta.


Pero quizás lo que me gustó más de la doctora Grey, es que (aún con todas sus tribulaciones y pacientes imaginarios con dolencias imaginarias) me recuerda, en muchos niveles, a una heroína real que yo tengo.

Me la recuerda por que comparten muchas cosas y no sólo las batas blancas y el gusto por los zapatos bonitos: también el ingenio, la entereza y la generosidad, aún si en la verdadera Grey, éstos atributos se magnifican y se asumen con una profunda sencillez, que resulta asombrosa, tanto como entrar a un museo pletórico de obras maestras, que no obstante sólo se asume como un edificio, sin estar consciente de su belleza, tanto interior como exterior.

Aprendí a admirar a esta heroína desde lejos (tanto metafórica como geográficamente), al ir encontrando, poco a poco, rastros de su grandeza, que se me fueron revelando al verla más de cerca; saberla heróica en silencio, mientras hace guardias de 24 x 24 y carga níveles casi góticos (tamaño Cumbres Borrascosas) de angustia y presión mientras recibe a los maltrechos, a los desorientados, a los que posiblemente morirán.

No la he visto en acción, no, pero no hace falta para que lo sepa y al cerrar los ojos pueda verla en la batalla para luego, como sí la he visto, volver con gracia y ternura al mundo que ha creado en un séptimo piso en un finisterre junto al mar, y donde a veces soy un ojo pasajero que sólo ve un trozo del filme.

Así veo (y recibo, como sol por tragaluz) su generosidad y paciencia, su buen humor y su modestia, su viveza, su tezón; su vibrante alegría bajo una fachada serena, sus ojos profundos y sabios, su oído atento, su sonrisa dulce y pródiga. Su enorme y valeroso corazón.

Eso me basta para admirarla, no en secreto, aún si esto mío es tan poco, considerando tanto mérito.

Este sábado, es para mi heroína un día especial.

Eso me hace pensar en Henry Wadsworth Longfellow y sus palabras:

Las más santas de todas las fiestas son aquellas
que guardamos para nosotros, en silencio y en privado,
los aniversarios secretos del corazón,
cuando rebosa la repleta marea de nuestros sentimientos.



Pienso así en ella y en su poeta (que la ama desde hace veinte años). Y en la joya soñadora que duerme ahí junto.

Pero hoy, ésta canción es dedicada a ella.

Te quiero, Pat.

2 comentarios:

emejota dijo...

Querido Miguel:

estoy completamente de acuerdo. Una de las singularidades de la totalidad del casting de la serie es que, de manera insólita, en el episodio piloto ya tienes a todos (todos) los personajes perfectamente delineados y reconocibles. No hace falta esperar a familiarizarnos con ellos: ya sabes quiénes son, qué quieren, qué buscan, qué puedes esperar de ellos.

Y Ellen Pompeo es un hada.

(y por la expresión del rostro de tu heroína, ella también)

Un abrazo

Miguel Cane dijo...

Querido Mariano.

Así es. La expresión del rostro de Grey al final de la primera temporada (cuando Addison la insultó) me hizo polvo el corazón... ¿qué puede hacer uno? Se involucra.

Y sobre mi heroína... sí, efectivamente: es un hada, una amiga, una esposa, una madre, una hija, una hermana, una profesional (aunque no exactamente en ese orden) y en todos los aspectos, es extraordinaria.

Otro abrazo, hasta los bosques de Harper.