En casa
He vuelto a casa después de un largo recorrido. No sólo largo en el sentido físico, sino también largo en otros aspectos.
Anaví me pidió que esta vez no pusiera un video sino que hablara de lo que hice, de lo que vi, de lo que siento.
Y es cierto, hace mucho que realmente no escribo solamente en el blog. He encontrado excelentes imágenes que me han servido para mostrar mi estado de ánimo, o acaso para no mostrarlo, sino para encapsular mi propia nostalgia pop.
Pero quizá he abusado del recurso. Demasiadas imágenes, muy poco qué decir.
Así que pues... sí, escribir.
¿Y qué escribo...?
¿Mi autobiografía, que puede resultar por momentos cargante, tediosa y/o innecesaria?
¿Cuento mentirijillas? (Después de todo, uno es un fabulador profesional, qué más da) ¿Cuento mis sueños? O dejo que las cosas sucedan.
Hoy sólo estoy muy agotado, con el horario al revés, con mucho trabajo acumulado en mi mesa (no importa cuánto adelantes, siempre llega más) y encima, algo de fiebre.
Y a lo mejor lo que ahora escribe es la fiebre y no yo; no lo sé.
Los dedos se sienten ajenos en el teclado y las ideas se sienten convulsas, como el sentir. O todo junto es muy confuso, pero mi estado mental es habitualmente confuso, así que ahí no existe novedad.
Puedo decir que por una parte estoy muy contento, por muchas cosas. Cosas que me han ocurrido y cosas que he hecho.
Y también puedo decir que por otro lado, tengo miedo. Pero no es ese miedo paralizante: es otra clase de miedo, el de la inminencia, el de la trascendencia. Lo mismo, aunque tema, no miro atrás.
O bien, aunque miro atrás, nunca vuelvo atrás, que es otra cosa. Al menos nunca del todo.
Para eso existe la manera de hacer literatura de la memoria (y Dios sabe que si bien es mi mayor tesoro es también mi mayor lata) y siempre narrar.
Y podría narrar, pero tampoco hoy encuentro muchas maneras de. O bien: es demasiado, en demasía y escaso tiempo: júbilo y sorpresa. O miedo y sorpresa.
Será que nunca me han gustado las cosas fáciles.
En fin, puede ser que no sea muy coherente -- de nuevo, es la fiebre, no yo- o será que no encontré una mejor forma de expresarme hoy, que quise recurrir al lenguaje. O estoy muy fatigado. O todo junto y de un jalón.
Como sea, estoy aquí. Aún si en tránsito.
No puedo crecer verticalmente. Ahora creceré horizontalmente.
Y aunque no espero nada, hay algo que me hace creer que donde esté, igual voy a ser feliz.
(Me gusta creerlo)
Anaví me pidió que esta vez no pusiera un video sino que hablara de lo que hice, de lo que vi, de lo que siento.
Y es cierto, hace mucho que realmente no escribo solamente en el blog. He encontrado excelentes imágenes que me han servido para mostrar mi estado de ánimo, o acaso para no mostrarlo, sino para encapsular mi propia nostalgia pop.
Pero quizá he abusado del recurso. Demasiadas imágenes, muy poco qué decir.
Así que pues... sí, escribir.
¿Y qué escribo...?
¿Mi autobiografía, que puede resultar por momentos cargante, tediosa y/o innecesaria?
¿Cuento mentirijillas? (Después de todo, uno es un fabulador profesional, qué más da) ¿Cuento mis sueños? O dejo que las cosas sucedan.
Hoy sólo estoy muy agotado, con el horario al revés, con mucho trabajo acumulado en mi mesa (no importa cuánto adelantes, siempre llega más) y encima, algo de fiebre.
Y a lo mejor lo que ahora escribe es la fiebre y no yo; no lo sé.
Los dedos se sienten ajenos en el teclado y las ideas se sienten convulsas, como el sentir. O todo junto es muy confuso, pero mi estado mental es habitualmente confuso, así que ahí no existe novedad.
Puedo decir que por una parte estoy muy contento, por muchas cosas. Cosas que me han ocurrido y cosas que he hecho.
Y también puedo decir que por otro lado, tengo miedo. Pero no es ese miedo paralizante: es otra clase de miedo, el de la inminencia, el de la trascendencia. Lo mismo, aunque tema, no miro atrás.
O bien, aunque miro atrás, nunca vuelvo atrás, que es otra cosa. Al menos nunca del todo.
Para eso existe la manera de hacer literatura de la memoria (y Dios sabe que si bien es mi mayor tesoro es también mi mayor lata) y siempre narrar.
Y podría narrar, pero tampoco hoy encuentro muchas maneras de. O bien: es demasiado, en demasía y escaso tiempo: júbilo y sorpresa. O miedo y sorpresa.
Será que nunca me han gustado las cosas fáciles.
En fin, puede ser que no sea muy coherente -- de nuevo, es la fiebre, no yo- o será que no encontré una mejor forma de expresarme hoy, que quise recurrir al lenguaje. O estoy muy fatigado. O todo junto y de un jalón.
Como sea, estoy aquí. Aún si en tránsito.
No puedo crecer verticalmente. Ahora creceré horizontalmente.
Y aunque no espero nada, hay algo que me hace creer que donde esté, igual voy a ser feliz.
(Me gusta creerlo)
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