lunes, 18 de diciembre de 2006

Helen Mirren: una auténtica Reina




Cuenta la historia que su abuelo paterno era un aristócrata ruso cuya familia, que vacacionaba en Inglaterra en 1917, se encontró de repente sin posibilidades de volver a San Petersburgo y además sin recursos. Así, su padre aprendió a vivir en otro país, alejado del mundo opulento en el que había crecido y la niña Ilynea Lydia Mironoff, nacida en Chiswick hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, en cierto modo tuvo siempre como constante en su vida la presencia de ambos mundos: la educación refinada y exquisita de la alta cuna y la revolución contra el establishment. “Probablemente esa es una de las razones,” dice no sin un dejo de ironía “por las que al final de cuentas me decidí a hacer lo más excéntrico que pudiera y en los sesenta eso era estudiar para ser actriz.”

De este modo, ha ido amasando una carrera espléndida, y hoy dia la presencia de la Mirren en todo escenario es, por concenso general, algo casi legendario: hay millares de admiradores que la recuerdan, de pies a cabeza en atuendos de Jean-Paul Gaultier, en la inolvidable cinta de Peter Greenaway El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, que en 1988 causó furor al estrenarse, con una encendida controversia acerca de si era arte o pornografía. Esta ha sido sólo una de las muchas controversias en las que se ha visto partícipe gracias a su trabajo; la más reciente, es la que también la ha llevado a obtener alabanzas y premios internacionales y muy probablemente podría llevarla al Oscar, algo que siempre ha visto con escepticismo. Se trata de The Queen, una pieza dramática dirigida de manera magistral por Stephen Frears (Alta fidelidad, Relaciones peligrosas), con guión de Peter Morgan, acerca de lo que pudo haber ocurrido en la vida privada de la soberana como consecuencia de la brutal muerte de su ex nuera, Lady Diana Spencer, en un accidente de tráfico en París.

El filme abarca los días previos al funeral y muestra el encuentro entre la reina y el primer ministro Tony Blair (interpretado a la perfección por Michael Sheen). La actuación de la Mirren ha causado furor alrededor del mundo y le ha atraido la atención internacional.



¿Le sorprendió ver cuánto se parecía en realidad a la Reina una vez que la caracterizaron?

Oh, si, me sorprendí. Y más aún cuando me ví en pantalla porque, obviamente, en el espejo no podía observar la adecuación de los movimientos y otras cosas. Hay una toma que me enloquece: es cuando salgo y miro las flores dejadas afuera del Palacio de Buckingham en honor de la fallecida Princesa Diana. Estoy muy familiarizada con esa parte de la película porque la revisé muchas veces para hacer exactamente lo que hizo la Reina. Apenas puedo notar la diferencia. Ese es el tipo de movimientos que me sorprenden. Por desgracia, usé poco maquillaje (se ríe). No pasé horas sentada en la silla de maquillaje mientras me ponían todo tipo de cosas mágicas en la cara. Tuve poca, muy poca caracterización. En realidad, en lo más que trabajaron fue en la forma de la cabeza y la forma de la boca.

¿Ha sabido de alguna reacción por parte de alguien de la Familia Real o que esté relacionada con ella que haya visto la película?

No, y a decir verdad, yo creo que nunca la escucharé. Supongo que es muy comprometido para ellos decir cualquier cosa, así sea “creemos que es maravillosa” o decir “la odiamos”. Ellos no son críticos de cine, ni de las artes, creo que serán muy cuidadosos para no decir o hacer algo que pueda ser utilizado por los distribuidores de la película para promoverla, tú sabes a lo que me refiero. Creo que estarán “por encima” de la cinta, como sucede con todas las situaciones que puedan ser controversiales para ellos: pretenden que no existen.

¿Qué han sabido por parte de Tony Blair?

El lado de Tony Blair es otra cuestión. Es interesante… Casi siempre, este tipo de información se filtra en un par de años. En algún momento lo sabes, de una manera u otra. Pero esta película ha recibido una enorme cantidad de atención en Gran Bretaña. Una cantidad masiva. Durante unas dos semanas, a donde voltearas, veías algo de ella… no podías escapar de la película. Así que el perfil es muy alto, de verdad, muy alto. Así que sabes que seguramente no resistieron el verla, cuando menos. Lo que es más, lo sé de cierto… pero no he oído cuál sería su opinión. ¿Quién lo sabe? Tal vez sea lo mejor, creo yo.

¿Su invitación para tomar el té con la Reina ayudó para caracterizarla?

Muchísimo. Absolutamente, porque hay una humanidad y una soltura en ella que no puedes ver en sus momentos formales, y son esos momentos en donde más la podemos ver. La vemos en situaciones formales el 99.9% del tiempo. Nos son muy, muy familiares y para nosotros esa es la Reina. Pero hay otra Reina, la mujer –Elizabeth Windsor- que es muy sencilla y cálida, hasta chispeante, con una sonrisa de lo más agradable, que está alerta; no es esa especie de ser reservado y frío que normalmente comunica. Así que traté de reflejar esa humanidad porque la tragedia sucedió muy rápido en la película. En realidad, sólo tenía un espacio muy pequeño al comienzo y al final del filme para plasmar esa personalidad en pantalla.

¿A qué detalle puso más atención?

Bueno, obviamente la voz era muy importante. La voz y la presencia física en términos de la apariencia externa de la Reina. Estudié una gran cantidad de imágenes sólo para observarla. La manera en que camina, la forma en que mueve la cabeza, lo que hace con sus manos, exactamente cómo sostiene su bolsa. Cuando se pone sus lentes y cuando no los lleva puestos, lo que es muy interesante. Hay un lenguaje gestual diferente cuando está tensa y cuando está relajada. La cuestión física fue decisiva para crearla como personaje.


¿Qué tipo de investigación hubo que realizar para representar con verosimilitud la relación entre la Reina y el Príncipe Felipe?

Investigué mucho sobre ese tema y la relación es fascinante. Elizabeth tenía alrededor de 16 años cuando se enamoró de Felipe. Era una adolescente. Cuando comentó, “ese es el joven al que quiero”, su familia y todos en palacio desaprobaron fuertemente la relación. No querían que se casara con él. Cuando era joven, él era como Diana. Estaba a la moda, marcaba tendencias, era atractivo, llegaba a palacio en un convertible deportivo. Además, era un príncipe desposeido: no tenía nada de dinero. Pero ella se aferró e insistió: “ese es el hombre que yo quiero”. Inclusive, la sacaron de Inglaterra mediante una larga gira mundial y trataron de que se olvidara de él. No sólo no se olvidó sino que, cuando regresó, les dijo: “es el hombre con el que me voy a casar”. Y se casó con él. Sospecho que era un tipo de hombre macho, llevado por la testosterona, de carácter fuerte, opiniones muy marcadas y todo eso. Cuando se convirtió en Reina, él tuvo que pasar a segundo término. Él la quería, lo que fue interesante: Lord Mountbatten, su tío, alentaba a la Reina a cambiar su apellido por el de él. Si ella lo hubiera hecho, él se habría convertido en rey y ella en su consorte. Pero se negó: “No, soy la Reina. Tú vas a ser mi consorte”. Creo que esa decisión les hizo la vida muy difícil en las primeras etapas de su matrimonio. Creo que fue muy difícil mientras trataban de definir cómo iban a vivir juntos, pero solucionaron el problema. Creo que ahora tienen una relación muy sólida. Creo que ahora son excelentes amigos… encontraron una forma de vivir juntos que creo que es admirable y hasta dulce.

¿Dónde estaba usted cuando supo que la Princesa Diana había muerto?

En ese momento estaba en Estados Unidos… Fue algo horrible. Me ayudó mucho no estar en Gran Bretaña en ese momento porque lo que sucedió en esas dos semanas fue, para mí, muy inquietante.

¿Qué fue inquietante? ¿La reacción pública?

No podría decirlo con exactitud. Fue muy extraño. Era una especie de circo, como un carnaval que llega a la ciudad. Pero era un carnaval de muerte, de tristeza, pero carnaval al fin. Llegó un momento en que todo mundo la tomó como estandarte para algo y se tornó en un tópico sobreexpuesto. Si oía una vez más las palabras “Princesa Diana” creí que podría gritar… En mi opinión fue uno de los momentos más raros en la historia reciente de Inglaterra y, créeme, ha tenido su buen porcentaje de momentos bizarros y embarazosos, tú sabes (sonríe). Fue perturbador; como estar presente ante un accidente de tren y no poder desviar la mirada.

Uno de los temas más sorprendentes de la película es cuando a estas personas, que estaban por encima de la política, las obligan a tomar decisiones políticas. ¿Cree que cometieron errores políticos? Ahora sabemos que hubo mucha histeria colectiva en ese tiempo...

Fíjate, es muy interesante. Eso lo puedes ver en la película. Le puedes llamar histeria colectiva, pero lo que ellos hicieron y lo que Blair les ayudó a hacer, fue que el pueblo pudiera manejar el dolor… Se le puede llamar histeria colectiva pero la gente estaba dolida porque Diana significaba algo para ellos. Te digo, no podías verla y quedarte indiferente, de la misma forma que ocurre con las estrellas de cine. Ya sé que, dios nos valga, las estrellas son artificiales, pero puede que haya algo en ellas, puede que no; pero el hecho es que creemos que sí como creímos en John F. Kennedy, creímos que era una persona especial que hacía la diferencia y que era para el bien de todos. Así con Diana. Es cómo debió ser. Era una princesita de cuento de hadas. Cuando pierdes eso tienes que manejar el dolor. El hecho es que ellos viven en un mundo de cuento de hadas y, en los primeros momentos pensaron “¿Qué es lo que pasa?” No lo entendieron… Sabían de política pero no sabían que hacer con una emoción humana genuina porque nunca lo supieron en sus familias.

Se habla de un Oscar por la película… ¿lo desea?

Se habla de muchas cosas. La verdad es que a mí no me gusta pensar en ello… y menos cuando la película ya está en carteleras. Me explico: Yo no tomo un papel para ver si puedo obtener un premio con él, o para apantallar a la crítica, que digan “¡Wow! ¡Esa Helen Mirren, mira lo que hace ahora!” No. Yo tomo un papel por cualquiera de estas dos razones: porque me reta, o porque me da la gana. Muchas veces esto me ha llevado a meter la pata… otras veces, he descubierto que hay cosas maravillosas, roles espléndidos debajo de cada superficie. Y tampoco puedes esperar que todos los guiones que te ofrezcan, sean escritos por Tennessee Williams, ¿verdad? Entonces, tomas un papel que te satisface. Y en este caso, encontré a la reina fascinante. La hice porque me retó y porque quise. Sé que hay mucha gente que siempre busca ese guión que la llevará a hacer esa película y ganar ese premio. Pero para mí no es importante, creo que hacer que toda tu carrera gire en torno a un solo objetivo y que ese objetivo sea nada más eso… ¿no es un poco triste, no crees? Creo que los actores somos todos un poco nómadas, gitanos. Hay que tomar al siguiente personaje, al siguiente filme, con el mismo entusiasmo. Eso es básicamente lo que me mueve. Lo demás, es muy bonito, pero ¿aliciente? No.

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