lunes, 29 de septiembre de 2008

Ad lucem

Recién llegado, con cosas qué contar, con cosas que escribí -- por fin, sin tropiezos ni atorones-, relajado (después de no estar realmente así un tiempo) y sobre todo, me siento gradualmente iluminado, tras dar tumbos por aquí y por allá en la penumbra. Y me asomo aquí y veo-veo que mi última entrega, que comencé como borrador antes de irme de viaje, que tuve que reescribir (tratando de dar uniformidad a la primera versión y acabando como un verdadero desbarajuste ortográfico) para terminarla y publicarla apresuradamente (se nota y me da vergüenza), ha causado estragos. Me disculpo. Tal vez sería por que el tono general es de cierta desesperación y/o reproche, pero cuando fue escrita no pretendía ninguna de las dos cosas: al contrario, fue completada aceleradamente, por que estaba en un estado más cercano a la elación por haber llegado, tras horas de bracear, hasta la otra orilla. De haber salido de ahí, con vida.
Así que, si bien no soy propenso a dar explicaciones en este espacio (ya bastante lo hago en mi vida real) creo que tengo que decirlo. La entrada anterior no era un reproche (no, mamá). Era más bien la manera de dejar libre a mi niño-interno, de soltar como piedras en un río, mis temores e inseguridades que habían estado volviendo en el último año, para sacudirme -- considerando que yo ya estaba en un periodo de ajuste en el que sigo: venirme a este Finisterre no fue cosa fácil, y me sigue pareciendo de ese modo. Pero no me arrepiento para nada de lo que hice para venirme aquí.
No digo que mi infancia no fuera feliz. Tuvo su felicidad, pero también su aspecto desgraciado. El problema reside precisamente en eso: no puedo permitir que los detalles oscuros y amargos de mi vida anterior se amasen en mi contra y no me permitan ver más allá de la penumbra en un túnel, por el que a veces siento que he ido caminando un largo tiempo. Algunas veces, aún ahora, tengo pesadillas; me despierto de repente, angustiado. Pero lo cierto es, que, mientras yo crea que "nadie te va a creer y nadie te va a querer" eso será verdad. Y es algo que no quiero en mi vida. No desaparecerá como por arte de magia, pero se irá de algún modo, si yo mismo busco la manera de sanar.
Así que no acepto la idea del "fallo". No se trata de señalar con el dedo a nadie, de adjudicar culpas (Dios sabe que no hay nadie más culpígeno que yo y eso tiene que cambiar también) o de clamar responsabilidades. Yo me estoy acercando hacia la luz. Necesito (y creo que estoy llegando) a hacer catársis. Un día será. He tenido que enfrentar mis temores y ponerles nombre: miedo al abandono, al rechazo, a lo incierto. Y (como decía la letanía contra el miedo de Dune, que cité hace un tiempo) lo dejé pasar a través de mí.

Para ser yo mismo, no necesito apoyarme en el niñito que fui, por más brillante u ocurrente o incluso trágico, que fuera. Ese niño existió, vivió, dio paso al adulto que soy ahora (no que se supone que soy: lo soy). Yo no vivo con nadie -- mas que con la Audrey, claro- y el único responsable de mi vida soy yo (que esa es otra. Nadie tiene por qué sentirse responsable de mí; y yo tampoco tengo por quñe buscar que alguien más lo haga).
Así es que no. No es reproche. Mamá, sécate las lágrimas y alégrate por mí, que no estoy herido, ni triste. Estoy, de hecho, sintiéndome mejor y más seguro de lo que estuve antes de decidirme a escribir esto. Tengo luz, estoy yendo hacia ella; estoy dejando que brille, voy a dejar que brille, que brille en mí. Sin irradiaciones extremas, sin apagones repentinos: si se trata de una cuestión de ajustar para que siga siendo cálida, para que brille.
Espero no tener que escribir más sobre este tema (que se ha vuelto un leit motiv últimamente en este blog) y dejarlo como está, como esperanza de algo que viene. Y permitírmelo, que ya es hora.
Por lo demás estoy bien, un poco cansado, con mucho trabajo que traigo bajo el brazo, ideas frescas, muy ahínco y hoy caigo en cuenta de que este lunes ¡es mi santo! (San Miguel) y digo yo, ¿por qué no?
¡Lo celebro!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicidades, pues. El mejor regalo que podías hacerte es la carta del pasado viernes al pequeño Mike. Bienvenido, San Miguel.

Anónimo dijo...

Bien por ti mi vida.

Hoy especialmente te deseo mucha felicidad, festeja en grande tu santo, como debe ser.

Te mando un abrazo tan grande como tu y un beso con todo el amor que siento por ti.

cp.

Mar dijo...

Cierto! Miguel vence al demonio! Feliz día!! :D

Anónimo dijo...

Abrazote.

(Uno aquí, patrullando siempre).

jejejejejejeje.

,,,