lunes, 15 de septiembre de 2008

Se acabó.

Oficialmente, el verano se acabó.

Me di cuenta ayer por la noche, cuando saqué a Audrey a caminar. Había mucha menos gente en el muro que durante los meses anteriores. El 4.70 estaba cerrado, igual que casi todos los bares de la zona. A las nueve y media, había muy poca gente en la calle y ya no vi terrazas abiertas.

Aunque las clases comenzaron el 11 de septiembre, hoy es el primer lunes de escuela. La llamada "normalidad" comienza a posarse en las casas y las calles.

En realidad yo no he perdido la sensación de "normalidad" (las comillas son mías, que conste). Fue un verano largo, a veces excesivamente caluroso, lento, amodorrado; extraño. Tuve días muy felices y otros que en realidad, preferiría no haber vivido.

Me alegra que por fin se haya terminado el verano. No por nada en especial, es sólo que ya me estaba resultando pesado. Ahora viene un otoño que se deja ver tumultuoso -- con muchas cosas pendientes, mucho qué hacer.

Audrey y yo despedimos el verano desde la escalera 11, ella meneando la cola y ladrándole al cielo que se oscurecía. Yo sólo levanté mi mano un momento y dije: Adiós, verano del 2008. Fue bueno mientras duró, pero sinceramente espero no volverte a ver nunca jamás.

Y hoy, ya llegó el otoño. Audrey me hace compañía, hecha ovillito entre mis pies.

Los días son más cortos.

Tengo mucho frío.

Pero creo que ya estoy acostumbrado a vivir en el Norte.

1 comentario:

Emilio dijo...

También en el DF se acabó el verano. No hace mucho frío, pero hay que cargar con un sueter. Qué bueno que reiniciarás el blog.
Un abrazo
(ps. Compré tu novela; deberé esperar algunas semanas para entrarle, pero ahí está esperando)