miércoles, 6 de diciembre de 2006

Imágenes Preciosas: Repulsion

Roman Polanski era un hombre muy joven todavía en el otoño de 1964, cuando dirigió ésta, su segunda cinta de largometraje -- posterior a su debut en el Este, Cuchillo en el agua (1962)- y sin proponérselo, creó no sólo una obra magistral, sino que también ayudó a internacionalizar a una flamante estrella: Catherine Deneuve, que se dejó ver como el monstruo más bello del mundo [título a refrendar con sus participaciones en Belle de Jour (1967) y The Hunger (1982)].

Concebida originalmente como una peliculita de horror de bajo presupuesto para poder trabajar en Inglaterra y reunir suficiente dinero para realizar otro proyecto (que vendría a ser Cul-de-Sac), la historia de Repulsion es mucho más complicada que su idea original, igual que el resultado.

A continuación, podrán ver una de las secuencias climáticas del filme, que no sólo sirve para adentrarnos en la perturbada fantasía [¿o es la realidad?] de Carole, sino también como un asomo a las técnicas y planos que Polanski iría perfeccionando a lo largo de su carrera, y que lo establecen como un maestro de la atmósfera, sin necesidad de la estridencia.

Me gustaría, si me lo permiten, acompañarlos durante cinco de los más perturbadores minutos jamás capturados en celuloide.
En un apartamento amueblado y viejo en Kensington, Carole y Helène Ledoux, dos jòvenes belgas (Deneuve y la exquisita Yvonne Furneaux) llevan una vida de clase media, como tantas otras jóvenes solteras. Mientras la hermana mayor sostiene una aventura con un casado, la pequeña, con su estilo aniñado de princesita (o bien, de Alicia), trabaja como manicurista en un salón pomposo en Sloane Square y rehuye al contacto con los hombres, no importa que sean un posible príncipe azul (John Fraser), los obreros en la calle -- que le repugnan y fascinan por igual- o el querido de su hermana (Ian Hendry), que invade la intimidad del pequeño mundo donde poco a poco, Carole comienza a "resbalar" hacia la locura.

Polanski se cuida de no explicar demasiado los motivos de lo que ocurre en la cabecita rubia de Carole. Si lo hiciera, estaría robándole todo lo inquietante que tiene la historia: abre con una pupila inmóvil (la de ella) y posteriormente, crece en una elipsis para llegar al mismo punto, pero no sin antes sumergir al espectador en un pozo sin fondo, de aguas heladas y oscuras, donde no podemos más que contemplar, inutilizados, cómo las grietas crecen y devoran a la hermosa criatura que hemos estado siguiendo por las calles del primoroso Londres.

Un cuento de hadas negro, macabro, malvado, es también una de las grandes cintas de su tiempo y del siglo XX, amén de ser la puerta para que Polanski creara una trilogía sobre los horrores de la vida de ciudad y los apartamentos -- junto con El Bebé de Rosemary (1968) y El Inquilino (1976)- que aún hoy son territorio fértil para pesadillas.

Felices sueños...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ya veo que la vuelta fue bien. por aquí todo tranquilo, mañana es fiesta y hoy saldré por la noche, aunque estoy cansado.

Ayer vi el ilusionista. Me gustó, la verdad, aunque se parezca a sospechosos habituales.

abrazos y disfruta de tus 'vacaciones'.

Miguel Cane dijo...

Querido Lusin

Sí, ya estoy más repuesto, o bien, "en el mundo de los vivos", aunque después del palizón de regreso...

Diviértete. Vive la vida vasca y no te olvides del puerto.

Te mando un abrazo cariñoso y te escribo pronto, fiu.

Ya fai cutu.

M