jueves, 15 de mayo de 2008

De entre los muertos: Vértigo cumple 50

La obra maestra de Alfred Hitchcock, considerada una de las mejores películas jamás filmadas, llega al medio siglo de vida tan relevante y hermosa hoy como en su estreno en Mayo de 1958.

Es evidente, sólo con visitarla por primera vez, que la ciudad de San Francisco, California, tiene un aire de misterio, capaz de instigar en cualquier persona la sensación de hallarse en otro mundo, quizás uno secreto y obsesivo que todos escondemos dentro de nuestra apariencia ordinaria. Alfred Hitchcock, el legendario cineasta de origen británico, ciertamente se enamoró de ella y la convirtió no sólo en escenario, si no en un personaje más de su célebre cinta considerada su obra maestra, Vértigo.

Al enfocar una de las orillas del Puente de San Francisco, al amanecer, se observa que la niebla ha devorado el otro extremo del puente, pero, misteriosamente, el extremo más cerca del espectador se muestra agónico y tentador. Es allí donde Jimmy Stewart salta a las frías aguas de la bahía para salvar a Kim Novak, dando pie a una historia de amor estremecedora e inolvidable.

Si bien en la época en que fue estrenada, no alcanzó el éxito deseado (Hitchcock lo atribuyó a la falta de química entre Stewart y Novak y desde entonces ya no volvió a llamarlo), al cabo de cinco décadas se ha convertido en una auténtica joya de la cinematografía que, a mediados de los 90 y gracias a la dedicación de Robert A. Harris y James C. Katz, con un millón de dóalres de la Universal como presupuesto, se hubiera perdido irremediablemente.

Ellos fueron los encargados, con un trabajo monumental, de restaurar los elementos del film, tanto la imagen como el sonido, que mostraban una verdadera necesidad de conservación y corrían el riesgo de perderse para siempre.

Hitchcock, en cada uno de sus rodajes, era implacable en lo referente al orden y a la planeación de las escenas. Cada detalle para él era vital e importante; el distraerse hasta por un segundo puede resultar en perderse de una clave importantísima para la trama. De esto estaba muy consciente y por lo mismo, Vértigo atrapa desde la inolvidable secuencia de créditos con el motivo de espirales creado por Saul Bass y la obsesiva partitura circular de Bernard Herrmann que sirven para establecer el tema y tono.

Así, tomando como base un argumento de los franceses Pierre Boileau y Thomas Narcejac (autores también de Les Diaboliques, que fuera llevada al cine por H. G. Clouzot y era una cinta que Hitchcock había admirado mucho), nos presenta la historia de John ‘Scottie’ Ferguson (Stewart), un ex policía retirado por padecer fobia a las alturas, que lo hizo dejar morir en acción a un compañero. Un viejo conocido (Tom Helmore) dedicado a la industria naviera, lo contrata para que vigile a su esposa, la elegante y aristocrática Madeleine Elster, (la Novak, exquisita e inexpresiva) quien, aparentemente, está perturbada de sus facultades mentales y ha intentado suicidarse. Al principio, Scottie, hombre cáustico, cuya única confidente es la diseñadora de vestuario Midge (Barbara Bel Geddes) con quien sostiene una relación asexuada de amor no correspondido que disfrazan de amistad para hacerla pasable, acepta la propuesta y comienza a seguirla de lejos por las calles de San Francisco.

Eventualmente, Madeleine, que aparentemente está obsesionada con una mujer que murió en circunstancias misteriosas años antes, llega a tirarse desde el puente a la bahía y Scottie logra salvarla de ahogarse. No obstante, no contaba con enamorarse de ella. Las cosas se complican cuando ella se arroja de la torre de una iglesia (el vértigo le impide salvarla). Con profundo sentimiento de culpa, cae en una honda depresión hasta que, ya restablecido, encuentra una mujer extremadamente parecida (como una doble) a Madeleine, llamada Judy – la Novak, de nuevo-. Se aproxima a ella y busca modificarle algunos detalles para reconstruir en ella a su amada muerta. Mientras tanto, la verdad (Hitchcock apenas suministra información al público, dejando a Scottie sin saberlo) se va extendiendo de manera oscura y perniciosa, para arrasar con los nervios del espectador.

Esta es una película que explora los límites y busca borrar la línea que separa lo real de lo imaginario, surcando (y negando) el universo cotidiano mediante la introducción de un acontecimiento extraordinario (el aparente retorno que hace Madeleine de entre los muertos) con consecuencias devastadoras. Así entonces, Vértigo es una obra metafórica en muchos sentidos -- el vértigo, la caída, el árbol milenario, el río y el mar, la mujer, el amor, la impotencia, la muerte y el deseo de morir, el miedo a la muerte del deseo, el mito del amor perfecto y eterno...- con la que Hitchcock alcanza la cumbre del arte clásico de narrar mediante imágenes y, en un mismo gesto, la supera afirmando la supremacía de la construcción sobre el realismo y la verosimilitud. Su influencia ha perdurado por años y ha tocado a los más diversos cineastas de tres generaciones.

A mediados de los años 60, sin que aún se conozca la razón específica de su acción, Hitchcock resolvió retirar de circulación a Vértigo y otras de sus películas. Pasaron veinte años sin que se pudiera ver o volver a evaluar su película hasta que, después de su fallecimiento ocurrido en 1980, su única hija, Patricia, quiso ponerlo nuevamente en circulación en 1984, a través de la distribución mundial en conjunto con Universal Pictures de un "Paquete Hitchcock" compuesto por Vértigo, La ventana indiscreta (1954), La soga (1948), El tercer tiro (1955) y El hombre que sabía demasiado (1956). El lanzamiento de estas películas atrajo la alerta del estudio para restaurar la cinta a un negativo de 70 mm con un sonido restaurado. El trabajo fue una faena titánica, pero el resultado ha sido espléndido, resistiendo aún el paso del tiempo (la versión restaurada se reestrenó en cines por breve temporada en 1997-98) para continuar obsesionando al público de nuevas generaciones.

Hitchcok ciertamente estaría orgulloso. Ésta era una de sus cintas preferidas y es su carta de amor a una ciudad que siempre halló fascinante. Que hoy en día siga siendo una leyenda que ha trascendido al tiempo, es prueba del genio diabólico que la concibió.

3 comentarios:

Héctor Huerga dijo...

Voilà! No es una opinión invitada ni recurso inventado, soy yo. Ricardo III desde la Ville de Genève. Con mi pulgar izquierdo sobre tu blog extiendo el hilo anudado a mi uña hasta hectorhuerga.blogspot.

Bisoux, Héctor

Alejandro Caveda dijo...

Es una de mis películas favoritas también, y desde luego, mi preferida de Hitchcok, aunque desconocía muchos de los datos que aquí apuntas. Un gran post, como siempre. Salu2.

Anónimo dijo...

Excelente reseña, master. Da vértigo leerte. Y cuando escribes sobre una obra maestra no ya del cine, sino de las bellas artes en general, más. Bravo.