martes, 14 de noviembre de 2006

El Bardo Está Aquí

El amor de mi vida a los 21 años, that charming man, está en la ciudad y dará un concierto esta noche.

Naturalmente, ya tengo mi ropa adecuada, mis perlas y mis flores listas.

Debo confesarles, supongo, que nunca fui lo que se puede llamar un grupi.

De hecho, la idea de los fans de grupos musicales y/o artistas que se presentaban en TV, me pareció siempre – por ponerlo de un modo más bien diplomático- algo cursi, o bien, inexplicable. No obstante, también tuve mi etapa de fan. Pero nunca pensé que se vería recompensada tantos años después de su primera flor.

Descubrí a los Smiths tarde, cuando, de hecho, la banda como tal ya no existía.

Algo de culpa de esta epifanía habrá tenido mi camarada Rodrigo Calleja, devoto seguidor del rock and roll [y de las motos, pero esa es una historia de este anecdotario de una vida inútil-pero-divertida a la que volveré en otra ocasión, cambiando nombres de los involucrados], que sintonizó Girlfriend in a Coma en el estéreo de su coche (un Tsuru), una velada de mi cada vez (¡ay!) más lejana era discotequera, misma que pasé como espía en antros que hoy ya no existen – desde el Chilango’s hasta La Cama, a la que fuimos a dar nomás de puro morbosos, ya que era célebre por ser la peor discoteca del mundo-. La canción, su lírica ominosa y a la vez sensible de vals allegro vivace para hombre y respirador artificial, me pareció revolucionario y las imágenes de las letras tan inspiradoras, que eventualmente surgió de ahí el bosquejo de lo que sería una primera novela (jamás publicada) que giraba parcialmente acerca de un muchacho obsesionado con su novia en estado de coma [naturalmente, Douglas Coupland luego me ganó la idea].

El buen Super Rodri tuvo la gentileza prestarme un cassette (¿los recuerdan?) donde había grabado algunas canciones del grupo – incluyendo Suffer Little Children, que me aprendí de memoria- y después procedí a procurarme la discografía total de la banda y de su líder rapsoda, Morrissey (altote, sexualmente ambiguo, con voz atroz y carisma radiante que sólo podría tener un hijo de Cary Grant e Ingrid Bergman, si semejante ser existiera).

Su exquisita manera de pintar matices arrebolados a mi vida, entonces del gris más vulgar, me llevó a escribir mis propias historias, a narrar(me) la vida, a ser deprimido-pero-chic. Puedo decir que fue una influencia. Y si aún existiera la banda, habría sido grupi total.

Fue en el verano de 2005 en Roma, cuando lo que pudo ser mi sueño de grupi, se hizo realidad. Estaba en Piazza Navona a las once de la noche, comía helado y rumiaba mi morriña (hábito permanente), cuando vi un grupúsculo de muchachotes de entallados pantalones de cuero y peinados a la Elvis. Todos como guardaespaldas espirituales del hombre al que reconocí de inmediato, después de tantos años de ver su efigie en varios altares: El primo alsaciano. El poeta maldito.

Nuestros ojos se cruzaron un segundo: donde yo lo identificaba, él seguro sólo vio a otro turista. Siguió su camino para ser reconocido a gritos por alguien más. Mi héroe llegó muy tarde y lo dejé marchar, mientras volvía a mi helado y recitaba en silencio un mantra de Virginia Woolf: I have lost my youth.

Como sea, esta noche corearé sus canciones y es hasta muy posible, que llore a gritos.

Me lo merezco. Con él sí.

Por lo pronto, aquí está la primera canción de ellos que me deleité escuchando.

Que disfruten.

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