miércoles, 22 de agosto de 2007

Mia en Darfur


Hace un año, en mayo, con motivo del viaje de prensa a Nueva York para el lanzamiento del remake de La Profecía -- bastante furris, a propos de nada-, tuve la oportunidad de conversar con Mia Farrow.

Todavía no me explico qué carambas hacía ella en una película tan de segunda como esa, pero valió la pena para poder estar en la misma mesa con alguien a quien admiré desde muy joven: Ya se sabe, yo soy devoto de El Bebé de Rosemary y también de las películas que hizo con Woody Allen (Especialmente de Alice, La Rosa Púrpura del Cairo, Broadway Danny Rose y Hannah y sus hermanas).

No obstante el pretexto, que en realidad era el trabajo de ambos, tuvimos una buena charla acerca de la película de Polanski y su rodaje, de los años 60 y de su vida como madre de catorce hijos. Y también de su (entonces) incipiente misión en UNICEF. Al final del almuerzo, antes de que me fuera y ella siguiera con su ronda de entrevistas, Mia me pidió mi e-mail y se lo di. Francamente, no esperaba que me escribiera, pero lo mismo, que te pida alguien a quien admiras tu dirección, es algo que no sólo halaga, sino que además te da una idea de que lo que has hecho es lo correcto.

No tuve noticias de Mia hasta ahora. Esta mañana, en mi bandeja de entrada, había un correo electrónico con el remitente "Mia Farrow". Me quedé perplejo. Me dio un salto el corazón; muy distinto a los saltos que da cuando recibo e-mails de gente cercana o a la que quiero, pero casi similar. ¡Un correo de Mia! Lo abrí y comencé a leer.

Después de un encabezado personalizado, seguía un cuerpo común, que me imagino ha sido enviado a otros periodistas o interesados en el tema; no me importó que no fuera una carta personal: creo que lo que tenía que decir, era mucho más importante que eso.

En el correo, Mia hablaba de Darfur, del genocidio que está teniendo lugar en esta región de África y de lo que, en mayor o menor medida, podemos hacer para ayudar a los desplazados que lo han perdido todo y corren el peligro de perder la vida.


"Mi nombre es Mia Farrow. Soy madre de 14 hijos y abuela de seis nietos. He venido porque ustedes sufren. Quiero que la gente sepa que en Darfur a su gente la violan y matan. Que ustedes ruegan a la comunidad internacional que intervenga y los proteja para salvar sus vidas. Yo no sé si nos escucharán. Pero juro que voy a intentarlo".

Así comienza la carta de presentación de Mia, para con los refugiados a los que recién visitó en Sudán, un país asolado por la guerra y la hambruna a causa del conflicto militar entre las milicias Janjaweed, apoyadas por el Gobierno Musulmán, y el Movimiento de Liberación de Sudán, que se alzó en armas en 2003 contra el régimen exterminador de Khartoum.

Las milicias (con finaciamiento de China, que persigue el petróleo sudanés) arrasan como plaga de Langostas con todo lo que encuentran a su paso. El resultado asciende a más de 500,000 muertos y más de dos millones de personas que se han visto obligadas a abandonarlo todo, convirtiéndose en refugiados en condiciones infrahumanas, en un territorio árido e inhóspito. Quienes principalmente sufren, son mujeres y niños, que no tienen agua, comida, medicina ni tampoco protección, expuestos al exterminio y la violencia armada.

Mia compara lo ocurrido en Darfur como algo similar a lo acontecido en Ruanda en 1994. "Esto es un genocidio en cámara lenta." Y enseguida exhorta ¿qué podemos hacer?

En muchas ocasiones, si no los vemos en las noticias, ignoramos por completo sucesos que posiblemente para nosotros carecen de significado, o de inmediatez. Sin embargo, es imposible volver la mirada hacia otra parte. Un día podría suceder aquí (el "aquí", naturalmente, varía de persona a persona). Un día podríamos ser nosotros, o nuestros hijos.

El conflicto continúa; supongo que no tiene una resolución a la vista, pero es también algo que sacude, que mueve a la sobriedad sin sutileza. ¿Qué puede hacer uno? ¿Está realmente esto demasiado lejos? ¿Debería acaso preocuparme antes por lo que está mal en mi país -- cualquiera que éste sea-, antes de tan siquiera interesarme por lo que le ocurre a un chiquillo africano que no sabe que existo?

Releo y pienso. Luego, escribo.

¿Qué hacer, qué hacer?

Cada quien es libre de decidirlo. Sólo puedo decir que con esto, Mia me parece mucho más relevante hoy, de lo que jamás me pareció con cualquiera de sus cintas. Y de algún modo, no me preocupo. Me ocupo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Buen Día!

Hace poco, leí en el periodico local sobre las causas sociales que la actriz Mia Farrow está actualmente realizando.Me parece muy loable de su parte. Como ella bien dice no se sí podrá lograrlo pero al menos lo está intentando.

En lo personal, este tipo de problemas sociales me generan demasiada angustia....y constantemente me pregunto al igual que lo plantea su escrito
¿Qué puedo hacer?.

A raíz de los daños causados a la zona sur de la península de Yucatán, me preocupa sinceramente la insensibilidad de la gente por los problemas ajenos, aun cuando se está en el mismo estado y si hablamos de problemas de lugares tan alejados como lo es Africa mucho peor. Ahora mismo tenemos al Perú y a varios estados de México (afectados por Dean) esperando de apoyo. Sinceramente desearía que muchos estemos dispuestos a hacerlo.

Saludos

Anónimo dijo...

Sigo leyendote, observandote desde la distancia y el filtro de tus palabras.

Tras estar sin voz, enganchada a los antobioticos, he de trabajar a medio gas, moviendome entre tos, volviendo a casa a paso lento.

Pochita estoy, my dear. El viaje me dió a mi la vuelta.

Volveré pronto a verte. Yo también tengo recetas esperándote.

Besos,
Lady Buckingham.