Si mis amigos pudieran verme ahora...
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En mi casa, tanto mi abuelo Miguel como mi Mamá eran muy aficionados y en mi dieta cinematográfica nunca faltaron platos como The Sound of Music, My Fair Lady o Funny Face. Pero el primer musical que me gustó como propio, el primero que vi por mi cuenta, fue Sweet Charity, mismo que vi por primera vez en cine, hace veinte años.
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En ese entonces, Paco tenía 18 o 19 años y tenía su propio coche, así que no nos opusimos. Sobre todo porque me picaba la curiosidad ver esta película que no conocía -- aunque sabía que existía igual que la obra de teatro- y no acabaré nunca de agradecerle que me presentara, tal y como debe ser vista, la primera película de ese maestrazo que era Bob Fosse.
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Charity (inspirada en la Cabiria de Federico Fellini) es la consabida puta con el corazón de oro (y de hotel, como se lo dice una de sus compañeras, reconviníendola al verla sufrir por otro romance malogrado), que aspira a encontrar al amor de su vida -- igual que todos nosotros.
En el interim, y aún pese a sus incontables decepciones, Charity no pierde la fe en la humanidad y se entrega a vivir la vida a tope, mientras ésta le llega aderezada con vistosos números coreografiados de manera deslumbrante por Fosse (desde entonces soy fan y sobra decir que para cuando conocí Cabaret y All That Jazz, yo ya me había chiflado por su manera de coreografiar y editar), que lo mismo van de los tugurios de la ciudad, al Parque Central, o al supersofisticado, exclusivo y muy chic Club Pompeii.
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La experiencia, a primera vista, fue arrebatadora. Como dije, ya estaba familiarizado con el género del musical, pero esto era algo que para mí era completamente nuevo, algo fascinante. No podía despegar los ojos de la pantalla.
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El trabajo de diseño de arte -- esas recreaciones de ambientes totalmente irreales- y el diseño de vestuario de la magistral Edith Head, que hace un arte de la exageración, son dos de las cosas que me hicieron indeleble la película, al igual que las canciones de Cy Coleman y Dorothy Fields, que se acabaron integrando a mi cabeza.
Como dato curioso, les puedo decir que en el verano de 1997, cuando fui solo a Nueva York por primera vez, me la pasé caminando por ahí canturreando algunas de las canciones, especialmente Big Spender, que tiene una frase que me sigue encantando: I don't pop my cork for every guy I see.
Por años, hasta que volví a ver Sweet Charity -- en video- era la escena que volvía a mí cada vez que recordaba la película y la experiencia de verla por primera vez, en una pantalla grande, tal como lo recuerdo ahora, dos décadas más tarde.
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Y recordar, como dicen -- a veces-- es volver a vivir.
Comentarios
Mi favorita es Daddy Long Legs, con Fred Astaire y Leslie Caron, porque primero leí el libro (con la risible traducción -a esa edad- de Papaíto piernas largas). Uy. Qué bonita historia de amor, aunque yo imaginaba todo muy distinto en la novela.
Larga vida a los musicales.
Ultimamente, me quede pasmada con Billy Elliot y con Spring Awakening.
Para mi gran fortuna, Luca tambien los adora.