Dorothy Parker, Dorothy Parker
Afternoon
When I am old, and comforted,
And done with this desire,
With Memory to share my bed
And Peace to share my fire,
I'll comb my hair in scalloped bands
Beneath my laundered cap,
And watch my cool and fragile hands
Lie light upon my lap.
And I will have a sprigged gown
With lace to kiss my throat;
I'll draw my curtain to the town,
And hum a purring note.
And I'll forget the way of tears,
And rock, and stir my tea.
But oh, I wish those blessed years
Were further than they be!
ººº
No sé muy bien por qué razón me gusta Dorothy Parker.
Será que me identifico de alguna manera; su sentido mordaz del humor, su cáustica pluma, su vena sabia y a la vez vitriólica me hacen pensar que si bien yo jamás, ni en un millón de años podría escribir como ella, sí tengo en su lenguaje un refugio, una guarida.
La Parker no es sólo una figura icónica de la literatura del s. XX y de la celebérrima mesa del hotel Algonquin [misma que por cierto, aún existe: cuando descubrí quién era ella, una de las primeras cosas que hice, fue acercarme a dicho recinto en Manhattan y efectivamente, ahí estaba la dichosa mesa redonda], es también una voz para la gente inconforme y sarcástica, para los que han sido vistos con escepticismo por querer algo más, o que han conseguido ese algo, aún a costa de sus detractores.
Creo que si bien Dorothy Parker ha caído ahora en desuso, es una figura de esas que existen para recordarnos que la escritura es por turnos atuendo de gala y armadura, vida y lucha, una feroz explosión de nuestros deseos. La diferencia, acaso, es que lo hace con un humor retruecanoso, igual que el poema arriba reproducido (mi favorito entre los suyos), que al ser leído en voz alta tiene un ritmo y una cadencia que trascienden los formulismos convencionales.
También me identifico con Dorothy Parker en otros aspectos que son más íntimos, personales. En su relación con los otros escritores de la mesa redonda (en especial con el dramaturgo Alexander Woolcott y, más estrechamente, con Robert Benchley). Eso me ha ocurrido desde que vi, allá por 1995 o 96 la película de Alan Rudolph Mrs. Parker & The Vicious Circle. (Sólo Alan Rudolph podía haber hecho algo así) No sé si fue Jennifer Jason Leigh como Dorothy o bien, encontrar aspectos más humanos detrás de la máscara de cinismo tan bien aplicada, lo que me hizo encontrar ese punto de referencia que conservo en mi vida.
La leo y me gusta. A veces llevo un puñado de los caramelos dulciamargos de Dorothy Parker en mi bolsillo, y me los llevo a la boca y me los trago.
Me recuerdan de dónde pude haber venido. Y tal vez me anuncien gentilmente dónde voy.
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