lunes, 12 de febrero de 2007

Cuidado con los niños


Así es esto: tú tratas de sostener una conversación con una amiga a la que no has visto en mucho tiempo (básicamente, desde que se convirtió en mamá) y lo cierto es que ella parece feliz de poder platicar con un adulto, después de pasar treinta meses confinada a las cuatro paredes de su leonero, sometida a una dieta estricta de Barney, Bob el constructor, Soy la comadreja, Teletubbies, Plaza Pésame, similares y conexos.

Acaso la gratitud pareciera rayana en lo desesperado, pero es que, como ella misma dice, ya le hacía falta poder hablar de otra cosa que no fuera aquello en torno a lo que su mundo parece girar desde hace un tiempo: su hijo de dos años y pico.

Todo parece ir bien, hasta que el nene (al que llamaremos Atila), cuyo temple hace parecer como un verdadero ángel al bebé de Rosemary, se le prende a la pierna como grillete y con voz tipludita chilla: ¡Mamá quiero jugar! (o algo parecido) Luego sigue un vago intento por decirle “ahora no cielito, que mamá está ocupada”, pero antes que pueda terminar de decirlo, el criaturo articula un par de palabras con pasmosa claridad: NO. AHORITA.

Casi puedes imaginártelo pronunciándolas en mayúsculas de siete metros de altura, para acto seguido, rematar el punto con estridente alarido que se prolonga como ulular de ambulancia en urgencia, así que tu conversación termina con la mortificada mami cargando a su tiranito en brazos, mientras te preguntas si acaso los vecinos no creerán que están asesinando a alguien.

La charla quedará pendiente, con suerte, podrán concluirla dentro de diez años, siempre y cuando recuerden de qué estaban hablando. Y eso, si tu amiga no desaparece absorbida por ese extraño ente que salió de su interior y ahora la domina.

Ahora bien, no crean que no me gustan los niños. Me encantan. Especialmente al horno.

Más allá de este chiste (de mediano gusto) debo confesar que soy niñero, que me gusta convivir con ellos y creo que soy adulto responsable y afectuoso cuando han llegado a encomendarme el cuidado de un niño ajeno por tiempo limitado. Soy un tío popular con mis sobrinitos y con los hijos de mis amigos.

Sin embargo, hay algunos niños que no parecen entrar en este molde. No sé porqué pero me he encontrado con chicuelos que parecen suplantadores y en lugar de ser hijos de quienes son ostensiblemente su papá y su mamá, más parecieran los retoños de Mussolini y Madame Mao.

Quizá sea obra de la bienintencionada idea de los padres de consentir todo capricho del nene (o nenita) so temor de provocarle un accidente cerebrovascular masivo, bajo el pretexto de darles lo que ellos no tuvieron nunca en sus infancias (Eso me lo dijo una amiga que era básicamente la esclava de su rrorro, el cuál le hacía unos chantajes morales, que ni Amparito Rivelles). Y claro, cuando esto pasa, los resultados atroces saltan a la vista.

¿No les pasa en algún lugar --restaurantes, aviones, autobuses, o en la calle- que tienen que hacer un supremo sacrificio para concentrarse en lo que sea excepto el taladrante alarido de un escuincle que demanda atención instantánea?

Difícil, ¿verdad? Más si consideran que los padres, especialmente los de nuestra generación – menores de 35 años- se sienten culpables de ejercer la fuerza totalitaria al estilo que sus padres y abuelos hicieran, todo dizque por las modernas técnicas para criar chamacos.

Quisiera hacer hincapié en que no abogo por correctivos físicos ("¡Toma un soplamocos!") ni crueldad verbal o tortura sicológica (ej: “síguete portando mal y vendrá el vetarro del costal por ti”). Pero las teorías Laissez Faire tampoco me parecen efectivas.

Es probable que ustedes piensen, “¿y éste güey qué opina?”, si no tengo hijos, pero hablo aquí por los jóvenes padres, confusos y oprimidos por Atila y los otros.

Creo que a veces jalar la rienda a ese amistoso invasor permanente, puede ahorrar a futuro algunos fregadazos a todos los involucrados.

Recuerden que fueron niños también, aunque sea a manera de mantra.

Por lo demás, y si ustedes me permiten una nota personal, les diría que si todos los niños fueran tratados como seres inteligentes y racionales y no como mascotas, sin duda el shock prepúber sería mucho más manejable.

Pero bueno, yo sólo hablo de como todo se ve desde mi terraza.

Cuando tenga hijos, si un día lo hago, ya les contaré.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Miguel :

He leido con profundo interes tus lineas.

Ahora yo, como nuevo padre, como tu, a veces no dejo de preguntarme que les ha pasado a las nuevas generaciones de niños, los cuales efectivamente reflejan un alto grado de consentimiento lo cual provoca situaciones como las que comentas y manifestaciones realmente groseras en algunos casos.

En defensa de los anteriores metodos de educacion (no hay que olvidar antes no se lidiaba con 2 o 3 hijos, se hacia con 7,8 9 o mas) creo que algunos de esos metodos merecen una relectura justa. A mi todavia me tocaron algunas de esas maneras de educar y te lo digo con honestidad : No me siento mal, no me traume, creo que soy un hombre de bien y creo que soy una persona responsable.

Ahora bien ...¿que pasara con esos niños de ahora consentidos a mas no poder?... que si vas al super con ellos tienen que salir siempre con juguete si no te arman un relajo. ¿Seran personas de bien?...¿sabran salir adelante en su vida?... ¿seran responsables?... quiensabe.

Mi beba tiene apenas 6 meses y digamos que hasta ahora su educacion que le hemos podido brindar todavia es muy basica. Espero tener la sabiduria suficiente junto con mi esposa para poder otorgarle un justo medio y que dentro de algunos años no sea otra "mounstrita" de esas de las que hablas.

Saludos Miguel y a ver que dia me escribes y me cuentas tus nuevas andanzas.

Toño / Pulsar

Nyman dijo...

Canito, relataste en gran parte lo que está empezando a padecer mi hermana Mónica con el adorado Sebastián. Apenas nos tuvimos que salir de una fiesta de niños justo antes de partir el pastel y de comer una esplendorosa taquiza, sólo porque llegó el punto (era una hora específica) en que mi sobrinito nomás no hace caso a mamá y empezó a salirse de la casa, llevar sillas de un lado a otro sin que la mamá pudiese hacer nada. Los argumentos claro está (para conmigo) "es que tendrías que ver como se pone si le aplico un correctivo", "es que me incomodaria con los demás hacer mi escenita, mejor vamonos". Así que nos fuimos jeje...Todo, por no darle sus nalgadas. Y si, tiene razón Toño...creo que aunque todo apunte a que no es lo ideal (al menos de cara a todas esas corrientes psicológicas) a veces se hace necesario. Ella me argumenta que le duele más a ella propinarle un golpe (por minimo que sea) al verlo indefenso y pequeño, pero...agh! se antoja complicado y yo mejor hago mutis cuando la veo así.

Pero ya veo venir las primeras nalgadas...jeje.

Saludos Cane (y Toño, sorpresa leerte por acá...a ver que día me visitas en mi blog! jajaja broma, broma)

Miguel Cane dijo...

Querido Toño:

Es verdad. Eres papá de estreno, pero a su vez tienes edad suficiente como para recordar que fuiste niño... y cómo eras cuando lo eras.

Por lo mismo, creo que Jessica tiene muchas más oportunidades de ser una niña bien integrada que sabe convivir con la gente, más que una pequeña tirana (cosa que no la imagino siendo)

Sé que harás una gran labor como papá.

Un abrazo y bienvenido, Toño.

M

Miguel Cane dijo...

Ben,

Pásame la salsa A-1.

¡Gracias!

(yummy)

;D

Miguel Cane dijo...

Davis,

¡AY!

Pero fíjate cómo queda alguna gente a la que sí le sonaron nalgadas para quitarle la vetarrez prematura y la arrogancia majadera... quedan bien "trastornaditos".

Creo que el buen Chevy va a tener que educarse con el ejemplo... aunque sí, a veces va a tener que ponerse dura tu hermana y creo que tú vas a tener que ponerte a la altura, o sea, comprometer tu complicidad con el chamaco, en aras de la disciplina.

Pero si se parece a ti, será un gran chamaco.

¡Abrazos!

Anónimo dijo...

Bueno, yo no tengo chicos pero ando rodeada de ellos. Mi amiga Claudia, madre de la ahijada que tanto nombro, fue durante la primera infancia de ella, de las que en lo posible no levantaban la mano. La única vez que lo recuerdo, no lo ví pero me lo contaron, fue cuando la tierna criaturita tenía unos 4 años y parece que hizo un escandalete en un centro comercial. Mi amiga llegó a su casa y ahí le dio unas cuantas palmadas en su rosado traserito (por encima de la ropa, obvio), de esas que duelen más en el amor propio que en el cuerpo, si me entienden. Nunca más pasó una vergüenza así.

Yo no sé... mi hermano y yo no éramos así, y juro que somos bastante normalitos. Mis primos tampoco... cuando estaba cansado, el menor simplemente se acostaba a dormir, y luego de una reunión familiar lo llevaban en brazos. En un restaurante, mi hermano y yo comíamos sentaditos y no se nos ocurría andar correteando entre las mesas como pasa hoy.

Si nos mandábamos alguna, bastaba que nos miraran feo, levantando una ceja: y no porque nos golpearan, que de verdad, no lo hacían. Pero estaba claro quién mandaba, me explico?

Claro que no hay recetas, pero me parece (y opino atrevidamente, porque veo de todo) que hay padres que optan por el diálogo a todas horas, ejemplo: "Peeeeerooooo, Juanitoooooo... cómo vas a prender fuego a la casaaaaa.... Te vas a lastimaaaar". Y a veces, el diálogo no funciona. Creo que una nalgada a tiempo puede ser mejor que un niño insoportable. Los riesgos de la vetarrez adulta por causa de nalgadas serían mínimos en este caso (jeje).

Hace poco me encontré diciéndole al hermanito mayor de mi sobrino, luego de dos o tres "por qué no puedo...": PORQUE YO DIGO QUE NO.

Frase que no será dialogante, pero es categórica. Y uno a veces termina entendiendo a sus padres, que también es buena cosa.

Saludos a todos!
P.

Miguel Cane dijo...

Querida P:

Dice mi mamá que nunca sabemos cuánto nos han amado nuestros padres, hasta que no tenemos hijos.

No dudo de la veracidad de la frase, pero a veces cuando veo a padres modernos sometidos por sus peques, pienso...

¿Yo? No.....

Muchos besos,

Anónimo dijo...

Herr Kein,

Los padres consentidores de chamacos malcriados existen desde tiempos inmemoriales, no son un fenómeno de aparición reciente. Así mismo, el fenómeno no solamente es originado por los padres malcriadores, es un fenómeno derivado de la interacción del temperamento de los niños con el de sus padres.

Uno de mis cuates, cuyo nombre callaré, tiene cuatro retoños: dos niños y dos niñas. Los dos niños son algo así como versiones "reloaded" del demonio de Tasmania, y como dignos émulos de Atila, por donde pasan, no vuelve a crecer el pasto, como puede comprobarse en varias zonas antes verdes de la ciudad donde residen. Mi cuate es razonablemente estricto con sus pimpollos, y trata de disciplinarlos lo mejor posible, pero hay que decirlo, la carga genética que traen esos chavitos es impresionante: el único momento en que se comportan razonablemente, es cuando están dormidos. Para tratar de cansarlos, los manda a practicar toda clase de deportes (futbol, karate, etc.) pero sus hijos son incansables e indomables. La mamá de mi cuate dice que es el Karma... resulta que mi cuate también fue un peligro con patas durante su infancia, y le ha llegado la hora de pagar las consecuencias.

Suerte que los dos míos son más o menos razonables... por el momento. El mayor se está aproximando peligrosamente a la adolescencia. I'll keep you posted.

Saludos,
Filiberto

Miguel Cane dijo...

Mein freund:

¡Ay! ¡Qué rápido pasa el tiempo!
La cosa se pone realmente interesante en la adolescencia (¡ya tengo sobrinos adolescentes y son cosa seria!) Y coincido contigo sobre esto de que algunas veces es karma.

Yo recuerdo a mis primos que eran unas manitas de estómago (especialmente con los juguetes ajenos), mas no todos, que conste.

No obstante, los guerrosos ahora sí que están pagando cara su osadía con sus versiones 2.0

Je,je. Keep me posted.

Un abrazo fuerte,