Retratos: Dushka

No conozco en persona a Alexandra Zapata, pero la llamo, como todo el mundo, Dushka.
O bien, sí, la conocí en passim durante la inauguración de una muestra de escultura de su madre, Carol Miller, en los jardines del Museo Dolores Olmedo de la Ciudad de México, hace cosa de un año, pero sólo nos dijimos "hola" y no nos conocimos, no realmente.

Sin embargo, siento que conozco a Dushka, porque la leo desde entonces. Su blog [escrito en inglés] es uno de mis puntos de referencia en el ciberespacio desde la primera vez que fui.

Ahí pude encontrar que tengo muchas cosas en común con ella y que también tengo muchas diferencias con ella. Y le fui tomando cariño. ¿Puedes tenerle cariño a alguien a quien no conoces? ¡Por supuesto!

Con Dushka se ha ido dando una relación amistosa que para mí resulta sorprendente. Es una mujer generosa, afectuosa, brillante y sensible. Su mundo, que es muy rico y extenso, está lleno de múltiples percepciones sobre temas muy diversos [ella y yo tuvimos una infancia muy similar en ese sentido], de viajes acumulados y asimilados, de experiencias por compartir.

Ella vive geográficamente muy lejos de mí, pero eso no significa que esté alejada. Sé que tan sólo a un e-mail de distancia contestará de inmediato y que está ahí para escuchar, para dar consejo y que siempre que pueda hará algo por alguien más.

A mí me une un lazo estrecho de afecto con su madre, Carol y el cariño se extiende a Dushka (y siempre, a su cómplice y compañero, Luca). Es una buena influencia, y una de las personas que me enorgullece tener como parte del ensamblaje de mi vida.

Hoy, es cumpleaños de Dushka. Amanecerá pronto en San Francisco (la ciudad más cercana a donde ella vive y donde trabaja cada día) y espero que sea con luz clara y limpia, para iluminarla, como lo ha hecho su sonrisa conmigo y espero que siga haciéndolo por muchos otros amaneceres de cumpleaños.

Y un día, esa sonrisa brillará para mí en persona, face to face/eye to eye.