miércoles, 10 de enero de 2007

Queremos tanto a Liv



Amo a Liv Ullmann.

Esto no es una declaración hecha a la ligera ni con estrellas en mis ojitos pajaritos.

Es la meritita verdad.

La he amado desde que recuerdo; desde que la vi por primera vez en una pantalla, o en una fotografía. Desde mi tierna e irrecuperable, pasando por mi pálida y temblorosa y llegando ahora a mi caótica y formidable.

Por lo mismo, ayer me sorprendió que la magistral Viv, visitante de este espacio y amiga muy valiosa, me dijera: "¡oye, qué confiancitas con Liv Ullmann! ¿Qué es eso de su frigidez?" [Re: el post fechado ayer, Si te vi...]

Le aclaré entonces que no era la de ella, sino la mía, análoga a mi adoración por ella.
Enseguida me expongo.


Hace algunos años, cuando tuve la fortuna de estar en su presencia -- más detalles enseguida-, quedé tan impresionado, que no hacía más que hablar de Liv Ullmann. Liv Ullmann esto, Liv Ullmann lo otro... y en una ocasión, en la cafetería de la televisora en la que entonces laboraba, se dio un involuntario cónclave de reinas a la hora de comer: aparte de mí, estaban otros compañeros del medio y del ambiente, que casi nunca coincidíamos.

En la sobremesa, salpicada de bonitas perradas -- éramos espantosos- uno de ellos, el presuntuoso e inseguro Silvano [a los demás no los identifico por nombre, ya que cada quién su closet] mencionó: "Si eres fan de Liv Ullmann, es señal de que eres frígido."

Los otros tres pares de ojos (uno de ellos adornado con rímmel) se volvieron a mi personita y yo contesté, con el mayor acopio de elegancia que pude: "¿Sí? Vaya. Supongo que es tan cierto como el hecho de que si eres gay y eres fan de María Callas, eres un cliché."
(esto dicho con una disculpa para todo gay que sea fan de la divina y que pudiera ofenderse, que conste)

Terminamos la comida y uno de los compas se volvió a nosotros dos y dijo "En-la-vida-volvemos-a-comer-juntos". Pobrecillo.

Pero volviendo al tema:
¿Frígido por ser fan de Liv?

Es chistoso, ¡si yo la amo!... aunque también amo las latas de caviar (jejeje) y no me he relacionado con una.


No, de plano no creo que esa sea la razón de lo señalado. Pero podría decirse que tampoco está alejado de la realidad: o bien, a lo que me refiero es, mi adoración por Liv (y por Ingrid y por Julie Christie) es más bien la veneración escarchada de quien admira una joya.

Así soy respecto al amor y la adoración.

Pero ahora, toda vez aclarado el punto, permítanme contarles la historia de cómo fui a dar literalmente a los pies de Liv.


Siendo tan fan, era evidente que de entre las personas con las que en mi pálida y temblorosa soñaba con conocer, estuviera ella. Pero aunque lo fantaseara -- en mis años de prepa, incluso- no pensé que fuera a suceder hasta que trabajé como reportero de TV.

No me gustaría quejarme de esa época de mi vida inútil pero divertida. La verdad es que fuera del hecho de que no tenía vida personal, no me iba tan mal y aprendí mucho. Y tuve buenas oportunidades de hacer notas y coberturas y hasta amistades. Algunas de las cuales valoro y recuerdo con cariño, como Nora Salinas, Miguel De León o Juan Pablo Gamboa Cook -- desde entonces y hoy todos triunfantes en su ámbito- con quienes conviví mucho.

La historia con Liv se dio casi por accidente.

Venía a México a presentar su filme Tröllosa (Infiel), y a inaugurar un ciclo retrospectivo de su carrera, tanto como actriz (la época gloriosa de Bergman) y como directora. Había conferencia de prensa y una entrevista concertada, a solicitud del noticiero de la noche.

Pero la nota no había sido asignada a mí, sino a otro reportero. Fui a felicitarlo y me dijo: "¿Quién es Liv Ullmann?" ... de inmediato le ofrecí cambiar mi nota (un coctel con una presentadora de TV) por la suya. Luego fui a ver a Elizabeth Vargas, mi jefa, que no estaba al tanto de la asignación hecha y de inmediato autorizó el cambio. "Es que no mandarte a entrevistar a Ullmann es como no mandar a un pambolero al Mundial", me dijo.

¿Y yo? ¡Feliz!


El día de la entrevista llegué temprano a la Cineteca Nacional.

El ambiente estaba cargado de una energía muy especial y cuando estuve frente a Liv, fue como estar ante un sueño hecho carne [años después, sería una sensación muy similar al encontrarme en un parque inglés con Julie Christie] y me sentí por turnos privilegiado, orgulloso y muerto de miedo: humilde ante una figura icónia e incluso histórica (a su manera).

¿Quién era yo sino un verde dizque periodista con zapatos lustrados a la carrera y las uñas mordidas?

Recuerdo que el cámara que me acompañó, Marco Vinicio (aka "La Gallina"... ¿dónde andas ahora?) me dijo que nomás no fuera yo a vomitar y que todo estaría bien. Inhalé hondo, me senté ante ella, abrí la boca y se me hizo un nudo en la garganta.

Liv me miró con algo parecido al desconcierto y luego (¿sería?) la ternura. Me preguntó si me sentía bien. Yo tenía los ojos rasos de lágrimas y me tembló la voz. Le dije que sí, que era uno momento muy feliz en mi vida [sí, ya sé que sueno como un imbécil, pero estaba hecho un imbécil y me faltaba el "callo" que ahora tengo].

Ella me sonrió dulcemente
[¡Ella me sonrió! ¡Dulcemente!]
y comenzamos a hablar.

La entrevista duró cuarenta y cinco minutos, de los cuáles sólo se utilizaron dos para la transmisión del noticiero de esa noche (a López Dóriga le gustó, me lo dijo cuando me presentaron con él poco después) y el resto permaneció por años en un videocassette, como en limbo.

El año pasado, cuando estábamos preparando la edición de Íntimos Extraños, que es el libro que compila algunas de las entrevistas que he hecho a lo largo de varios años para MILENIO Semanal, le pregunté a Carmina, mi editora, si podía incluir la entrevista.

Tuve que volverla a ver, vaciarla, traducirla y reescribirla, pero la usamos para el cierre del libro.

No sé si es la mejor entrevista que hice (todas o casi me gustan) pero es una de las que más cerca están de mi corazón, a nivel personal.

Fue la primera vez que me di cuenta que podía.

Fue el primer paso que di hacia donde ahora estoy.

Verla publicada, a su manera fue como una carta de amor para Liv... casi tanto como lo es, a su manera, la reminiscencia de esta mañana.

Un sueño de vida cumplido, que sirvió para hacer un proyecto de la misma.

No tengo mucho qué agregar, salvo que quiero mucho a Liv Ullmann hoy todavía y para siempre (cuando quiero, esto se sabe, soy como cachorro de Cocker Spaniel. Quiero para toda la vida)... lo que sea que eso signifique.

Y si quieren leer la entrevista, pueden encontrar el libro todavía disponible aquí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

sé qué soy sacrílego con lo siguiente que voy a decir, pero también sé qué sabrás perdonarme... A mí liv no me dice nada de nada... Soy consciente de su lugar dentro de la mitología cinematográfica, pero yo, pobre mortal, pues no. ¿Sufriré algún tipo de transtorno? Tú que crees Miguel.

Miguel Cane dijo...

Lusin:

¿Sacrílego?

No.

Cada quién su diva.

Te abraza,

M