Retratos: Maricarmen y El Jefe




Conocí al jefe un día a mediados de agosto de 1996.

Era sábado. De eso sí me acuerdo. Nos presentó ECP, que era mi otro jefe y editor, a la puerta de la redacción de El Universal.

Obviamente, lector de El Gato Culto, yo sabía quién era él, donde él no tendría idea de quién era yo, puesto que, recién ingresado al área y sin experiencia previa en el periodismo activo, yo no era nadie. Recuerdo que me puse nervioso y que le di la mano sin mirar. "Mucho gusto, señor Taibo."

"Me llamo Paco."

"Perdón, Don Paco."

"¡Oye! Sólo mis enemigos me hablan de usted. ¿Vamos a ser enemigos?"

Me dejó boquiabierto y lo miré. En sus ojos había una chispa de algo que con el paso del tiempo fui descubriendo como una deslumbrante inteligencia, una complicidad estupenda y su simpatía.
Ese mismo sábado fui incluido en el cortejo para ir a comer con los dos editores y otras personalidades. Entre ellas, por supuesto, estaba Mari.

Lo primero que recuerdo que ella me dijo directamente a mí, fue: "Ven a comer a casa el lunes."

Yo, azorado como estaba ante el nuevo mundo recién descubierto (llevaba menos de cinco días como 'periodista', algo para lo que nunca estudié), asentí, pero no le di mayor importancia. Habíamos sido casi veinte personas a la mesa en distintos momentos y donde muchos se acercaban a rendir pleitesía a ECP -- después de todo, era/es alguien de influencia- y a saludar efusivamente a Paco. No me di por aludido, no realmente.

Al menos no hasta el lunes, que cerca de las dos de la tarde, Paco se asomó al despacho de Enrique (que a la sazón se había ido de viaje, dejandome a cargo de la plana de suciales del diario) y me dijo "Oye, criatura. Que llames a mi mujer" y me dictó un número telefónico que ahora me sé de memoria.

Ring, ring.

"¿Bueno?"

"¿La señora de Taibo?"

"Soy Mari, vida. Vas a venir a comer. No lo has olvidado."

"Eh..." (imaginen a Cane, diez años más joven, con menos cabello y menos kilos encima, gafas rojas de pasta al estilo de Andy Warhol, que tartamudea con un auricular al oido) "...yo..."

"Acompaña a Paco. Coger un taxi."

Y así lo hice y así fue como llegué por primera vez a Culiacán 76.



Son muchos los que se han sentado a esa mesa a lo largo de los años que llevan viviendo en México, desde que salieron de Asturias (1959) y no son pocos los que la han señalado como una de las mejores mesas de México. Maricarmen es una cocinera estupenda, aún si es demasiado modesta como para reconocerlo.

En aquella época de mi vida, cuando era un aprendiz, Mari me otorgó la beca Taibo para ir a comer cuantas veces fuera necesario, a su casa, aún sin estar ellos (con el pretexto de que "no gastares tu dinero comiendo en la calle, vida") y así, por temporadas, iba a veces de Lunes a Viernes, o dejaba de ir según lo indicara mi trabajo. Poco a poco, fui conociendo al resto de la familia: Benito (que se convertiría en un maravilloso Hermano León) e Imelda, Carlos y Piyú -- a ellos los conocí 'embarazados' y puede decirse que vi nacer a Lucía (Lux) y Andrea-, PIT II y la formidable Paloma.

Poco a poco también, alentado en buena parte por El Jefe, como amorosamente le apodan los muchachos, comencé a escuchar y participar en las conversaciones de sobremesa en esas comidas; y qué charlas. Se hablaba de todo: política (siempre), cinema (alabado), libros, la vida en la calle, los recuerdos, los amigos, la cocina y el vino. Por lo regular, cuando me atrevía a sumergirme -- aún no tomaba confianza como para hacerlo del todo- a medias, El Jefe se moría de la risa y si de plano estaba metiéndome en lo hondo de la piscina, me lo señalaba.

De él aprendí muchísimo.
A él le debo el periodista y el escritor que soy.

Yo ya tuve a mis abuelos y él definitivamente no lo es, pero resulta curiosamente más significativo en otros sentidos. Me enseñó cosas para defenderme, para alimentarme. Fue un cazador y orfebre de palabras y yo aprendí guardándole las espaldas, rifle en mano, y atento en su mesa de trabajo.

Con Mari, por otra parte, se ha dado una complicidad distinta. Desde sentarme ante ella con las manos paralelas para hacer ovillos de lana, hasta seguir paso a paso una receta y ver la mágica alquimia de la cocina surtir efecto.

Maricarmen tiene la distinción de ser una persona que siempre ha creído en mí, sin vacilaciones. Incluso, ha creído en mí, donde yo mismo he faltado a mi confianza. Es mi amiga, y no lo dudo ni un segundo. Una amiga y una maestra de vida.

Junto a la inseparable Pinky -- su mejor amiga según lo dicta la vieja escuela: es decir, casi literalmente su hermana-, muchos de mis proyectos se han presentado ante ella por primera vez. Es la primera escucha muchas veces; la que me señala la diferencia entre lo que se sueña y lo que es posible.

A ambos les debo muchas cosas que han sucedido a lo largo de estos diez años (y contando).

Puedo decir, sin extrapolar, que de hecho, Paco y Mari me han cambiado la existencia, aún sin que lo sepan. Les debo conocimientos y oportunidades; momentos maravillosos y aprendizajes a veces duros.

Les debo conocer un mundo en el que ahora vivo y donde me dieron, cada uno a su manera, los primeros bártulos para explorarlos. Les debo días de sol en Père Lachaise y el Louvre. Les debo los vientos en la Grand Place de Bruselas y les debo noches luminosas en Gijón, con toda la gente generosa que ahí encontré.

Soy afortunado y estoy agradecido.

Mis caminos siempre me llevan de vuelta a esa casa en una calle de la colonia Hipódromo, donde una vez a la semana (desde hace años es todos los martes) llamo al timbre y Pedro [siempre Pedro] me abre la puerta y me espera un vaso de Coca-Cola y Paco en su poltrona bermellón, esperando que le cuente qué he visto esta semana o qué estoy leyendo -- a veces lo hacemos juntos, yo en voz alta y él con los ojos cerrados, pero atento; así fue con El Jardinero Fiel de LeCarré, que nos estremeció todo un otoño- y Mari, haciendo punto en el sofá, me mira y me sonríe, para decirme apenas llego: "es hora de comer."

Y hoy, es martes.

Comentarios

boydeviaje dijo…
Hola cariño!, Cuentanos, qué comiste el día de hoy?
Nos vemso a las 8pm.
Te mando besos
Miguel Cane dijo…
Chèr Alice:

Pues te cuento:

Coliflores en salsa bechamel
Ternera al horno con patatas
y gelatina

Y por supuesto, un vaso de coca-cola al llegar.

Fue un placer estar con vuestramerced (y la Rata).

Besos,

M

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