Cuando Hitler me robó el conejo rosa
No recuerdo qué edad tenía cuando leí este libro por primera vez. Serían ocho o nueve años, algo así. Mi mamá llegaba a veces con libros del Círculo de Lectores a casa para mí. Aún si estábamos en momentos difíciles, económicamente -- ¿Y qué familia no pasó por momentos difíciles en México después de septiembre del '82?- nunca me faltaron libros qué leer.
Recuerdo que el título me intrigaba. Yo a esas alturas de la película ya sabía quién era Hitler -- Mamá y yo vimos juntos la miniserie Holocausto en la televisión; casi puedo oír a mamá ahora diciendo "¿cómo te dejamos ver tantas cosas?"- pero en el libro, el espectro del nazismo aparece sólo de manera sutil. Enrealidad todo lo vemos a través de la mirada de inocencia de una niña llamada Ana, que en 1933 tiene diez años de edad y tiene que dejar su vida cómoda en Berlín, junto con su hermano Max y sus padres.
Seguirlos por su azaroso exilio, pleno de humor y de aprendizaje -- Judith Kerr es una autora formidable, que toma su propia experiencia y la convierte en algo universal para todos los lectores pequeños- , fue para mí una de mis primeras experiencias de absorción total en un texto. Lo seguí fielmente de principio a fin, las escenas cobrando vida, color, forma.
Conforme crecí, volvía a leer pequeños retazos de esta novela que me dejaban un muy buen sabor de boca y ganas de retomarlo en algún momento, pero siempre hay tanto qué hacer y tan poco tiempo. En algún momento traté de entusiasmar a Mónica para que lo leyera (sin éxito alguno, mi hermana no lee novelas) y lo he obsequiado en cuanta ocasión he podido, especialmente a jóvenes lectores y lectoras (mi sobrino Esteban y más recientemente Patsy), acaso con la ilusión de que ellos también descubran ese mundo que yo encontré, creciendo junto con Ana, que no siente horror, porque aunque está expuesta al peligro, crece cobijada con amor.
Ahora, muchos años después, pienso mucho en el libro que, como Ana deja al conejo rosa, yo he dejado atrás en mi (huida) exodo del De Efe: está en una de las estanterías de mi habitación. Sé incluso en cual. Anoche soñé que lo retomaba y lo releía. Fue como rescatarlo del laberinto de senderos que tengo en el cerebro y volver a los días de infancia, mis tardes de sol y de lluvia, antes de perder (y recuperar tanto tiempo después) toda esperanza.
Es una lectura, lo sé, aún si la añoro, que evidentemente no decepciona. Es un pequeño prodigio de trama y desarrollo y no sólo para los críos: cuenta con un vocabulario simple y rico, situaciones sobrecogedoras que se empatan con momentos muy cómicos, en suma, es magia para los sentidos, una recompesa para todo lector a cualquier edad.
Existe una segunda parte que no he leído aún, porque nunca la encontré; sé que se llama La batalla de Bretaña y cuenta la historia de Ana y Max en su adolescencia y temprana edad adulta, en Londres, durante el blitz. Eso es todo lo que sé de ella y algún día seré detective salvaje y la buscaré. Pero mientras, conservo el recuerdo de mi lectura, una de mis primeras lecturas amadas y sigo sembrándolo en otros niños, esperando acaso que abran nuevas puertas, nuevos mundos, ¿y por qué no? Nuevas voces que también escriban.
Comentarios
Besitos
Besos.
Sin duda tú lo disfrutarás enormemente. Cuéntame cómo lo viste.
Mil besos.
¡Ah! ¡Qué maravilla tener este secreto compartido de la infancia!
Algunas veces vuelvo al Gasthof Zwirn y al pequeño apartamento de París, con Ana.
Muchos cariños y gracias por compartir. Bienvenido.