jueves, 7 de junio de 2007

Espejito, espejito...


Hay una anécdota muy curiosa, que solían contar acerca de mi muy primera infancia -- tan temprana que ni siquiera me acuerdo del hecho per se, aunque hay por ahí una fotografía que lo prueba-; estábamos en un hotel de Guadalajara, donde habíamos ido los cinco (mis dos pares de padres y yo) a una boda, cuando tenía yo cosa de un año y poco más.

Dice mi mamá que ese fue el día que descubrí lo que es un espejo de cuerpo entero, en el reverso de la puerta del armario de nuestro cuarto de hotel. Supone que yo nunca me había visto a mí mismo de cuerpo entero, porque cuenta que corrí hacia el espejo y gritaba: "¡Niño! ¡Niño, ven!", llamando a mi propio reflejo, invitándolo a jugar conmigo.

Dice, o bien, decía, que esa fue la primera vez que pensó que tal vez debería yo de tener un hermano o hermana. Y mi padre tomó una foto de mi carita mirando al espejo, desconcertado al descubrir que ese otro niño al que llamaba no era otro más que yo.

Tengo una relación extraña, quizá desde entonces, con los espejos.

¿Confieso algo? No me gustan.

Soy narcisista -- qué, ¿no lo habían notado?- pero extrañamente, no me gustan los espejos. En mi habitación en México, no hay espejos. Los uso sólo cuando es estrictamente necesario. Hace muchos años que dejó de gustarme cómo me veía reflejado en ellos. No que no me guste yo -- que sí, me tomó mis años pero sí, sí que me gusto. Todos deberíamos gustarnos, aunque conozco a gente que se gusta demasiado y otra que no se gusta nada y sin razón-, pero siempre he tenido la noción de que el espejo no es exacto, como lo es vernos reflejados en los ojos de los demás, que es algo que no cesa de maravillarme aún ahora.

También hay espejos que se escriben.

Me explico: muchas veces, hay cosas que he escrito, que son espejo de lo que he visto, de gente que conozco, de escenas que he vivido. Incluso, este blog es en cierta manera un espejo de cuerpo entero, ante el que con palabras me visto o me desnudo por completo, según sea el caso. No siempre al mismo tiempo y no todo mundo sabe cuando lo estoy haciendo.

Espejo, espejo.

Espejo es algo que me horroriza, como cuando veo a alguien perder por completo sus características individuales para convertirse en el eco de otra persona, aduciendo al pretexto del amor, cuando el amor debería de ser específicamente lo contrario. ¿No sienten ustedes horror cuando de pronto alguien que conocen, que conocieron, de pronto -- o a veces gradualmente- se transforma en otra persona; que suprime todo lo que es para hacer suyas las características (casi siempre amargosas o negativas) de alguien más? Lo he visto ocurrir a veces. Cuando pasa, disuelvo mis nexos con la persona. Es acaso un mecanismo de supervivencia activado por mi propia individualidad salvaje, que no me permite ser otra persona que quien soy.

Espejos son libros también, que he leído. Películas que he visto. Incluso poesía o canciones que he escuchado. Espejos. Las horas, de Cunningham, es un espejo portentoso. Hay otras que pretenden serlo, que incluso lo invocan en sus títulos o en sus estructuras narrativas... y no obstante el presunto (e incluso ostensible) talento de quienes las escriban, no me han dado más y son de esos libros que he ido dejando tirados en el camino, sin pesar pero acaso con el desencanto de tener que dejar una lectura sin substancia, ya nadie me devuelve mi tiempo perdido. Lo mismo pasa, y con mayor frecuencia -- debido a mi trabajo- con las películas.

Esta mañana, mientras hacía algunas cosas de la casa, labores de amo de que no dejan de formar parte de mi experiencia, me descubrí en uno de los espejos que hay en el apartamento -- son dos, uno sobre el lavabo y otro en el minúsculo hall- y estaba sonriéndome mi reflejo. No sé por qué, pero sonreía.

Y me gustó, mucho, lo que vi.

Aunque finalmente, sólo sea un espejo y yo no tenga fe en ellos.

6 comentarios:

Vulcano Lover dijo...

Viste acaso el mar por alguna esquina??? Afortunadamente, los únicos espejos perfectos son los de cristal. En la vida, en los libros, en las personas, siempre lo que se prentede copia, no deja de tener un algo propio e individual, un fondo que lo diferencia. El espejo perfecto, cuando nos situamos frente a él, quizá no nos gusta porque nos muestra con una objetividad que no sabemos reconocer. Porque la objetividad no existe, y el espejo, de alguna forma, no deja de ser una trampa.

Saludos

Anónimo dijo...

Migue, Las personas como tú no deberían tener temor a los espejos, solo reflejan en los ojos la nobleza de su alma. A mi últimamente no me gusta ver mis ojos en el espejo y no es porque no me considere noble, no sé... es algo extraño. ¡Un Abrazotote!

Anónimo dijo...

La vida no es más que un gran espejo de la realidad. Eso es lo que yo creo.

Un abrazo my dear

Dushka dijo...

Miguel: no eres narcisista. Un narcisista es aquel que por mirarse a si mismo no ve nada mas -tu te miras a ti mismo para entender mejor a los otros. Te miras a ti mismo para compartir y al hacerlo no excluyes a nadie.

Sincopado dijo...

El espejo fue lo que cruzó Alicia, ¿no? Qué siniestra arma esa que te permite descubrirte a ti mismo... Abrazos.

Ya queda menos.

senses and nonsenses dijo...

como decían en una película de bergman no reconozco a ese viejo que me está mirando, dónde está el niño que fui, el niño que soy...

el espejo es una de las metáforas esenciales del cine. los espejos mienten, muestran sólo reflejos de una verdad, no la VERDAD.

un abrazo.