Retratos: Jack


Él es Juan Carlos.

También es conocido entre sus amigos por su apellido: Gea (como la madre tierra) y habiendo recibido por parte de él, el título de Aslan de Narnia, yo le di el de Jack, Gran León del Norte. Aunque quizá su nôm de guerre favorito sea aquél por el que lo conoce cierta extraordinaria personita que le dice Papá.

Juan Carlos es mi amigo y hoy escribo su retrato porque es su cumpleaños.

Nos conocimos de un modo totalmente Austeriano, esto es, por azar, durante una cena multitudinaria, en la que yo no conocía prácticamente a nadie, rodeados de muchos otros personajes que también hoy son amigos; fue en esa mesa alargada que alguien me preguntó qué película – que no fuera de dibujos animados- recordaba haber visto por primera vez.

Yo dije “Pues fue Desayuno con diamantes, con Audrey Hepburn.”

Él – lo había visto por ahí, con sus colegas en el lobby del hotel en que estábamos hospedados todos; de primera impresión me cayó bastante gordo, pero ya lo ven, las primeras impresiones engañan e igualito que Mr. Darcy, uno también se equivoca- intervino diciendo: “La primera canción que recuerdo con cariño es Moon River.”

Así es como, por accidente, cuando menos se buscan, nacen algunas amistades.

Un detalle peculiar es que con él me sucede algo que no con muchos de mis otros amigos: pese a la diferencia de generaciones entre nosotros, compartimos a manera de tesoro otorgado por nuestro ocio infantil-y-juvenil un enorme pozo de referencias de cultura pop (y no) que no todo el mundo pesca al ser expuestas; nos ha pasado que de repente alguno puede mencionar a oscuro personaje de la cinematografía (p. ej: Marilyn Chambers) y resulta ser que ambos vimos, en distintas órbitas y tiempos, Detrás de la cortina verde. O puedo, nada más por jugar, contestar al teléfono recitando el diálogo inicial de Rebecca (Hitchcock) y de inmediato sabe de qué estoy hablando; esa es la clase de cosas que demuestra que nuestras cabezas tienen una impresionante capacidad para almacenar información aparentemente inútil (pero que de inútil, nada).

Y no sólo eso: aunque no le guste admitirlo, él tiene cualidades que admiro.
Es un periodista profesional con mucho instinto y, principalmente, un poeta de verdad – algo que requiere un talento muy especial que no todo el mundo posee- y su poesía fluye, con vida propia: para muestra están sus dos volúmenes de poesía [Trampa para niebla (1990) y El Temblor (2005)] y también su columna cotidiana en La Nueva España, donde su don para el lenguaje y su oído se dejan aparecer aderezando su escritura de vez en cuando.

Igualmente, posee conocimiento casi enciclopédico de la música pop, misma a la que ha seguido fervorosamente desde tiempos del post-punk (una causa de orgullo suya; posiblemente sea la primera persona que tocó en la radio española a The Clash, cuando recién había aparecido el London Calling – el criaturo era DJ adolescente con gustos muy peculiares) y del New Wave, cuya sensibilidad aún retiene. Su colección de acetatos mataría de envidia a más de cinco; me consta, y sin embargo no es egoísta: comparte su riqueza con quien siente puede obtener cosas buenas de ella (y un ejemplo de eso, es nuestro joven león allegado, Lusin).

Es también un estupendo lector omnívoro, que realmente se da el lujo de disfrutar lo que lee y de volver a sus tótems buenos (Brodsky, Heaney, Gil de Biedma, Proust, Bolaño, Pèrec, Pound, Sebald, McEwan… buf, de enumerarlos no acabaría nunca). Sabe contagiar con generosidad sus gustos a otros lectores más bisoños y siempre está atento de lo que sucede en la esfera: las tendencias, los narradores. Es hombre de letras, después de todo (y de muchos otros intereses) aunque más que eso, es un buen hombre, y como dijera Flannery O’Connor, semejante cosa es difícil de encontrar.

En ocasiones hemos contrabandeado – en persona y por carta- muchísimas cosas: relatos, escenas, libros, música. Él quizá no sepa, pero he aprendido alguna que otra cosa de él también, que enseña lecciones sin ponerse a pontificar y las más de las veces sin darse cuenta siquiera de que lo hace (y ésos son los mejores mentores); por ejemplo, el hecho innegable que sentir una ciudad, entenderla y amarla, asumir los deberes de ciudadano exige pasearla a menudo, de cabo a rabo, con ojos abiertos, a conciencia y que debería ser precepto hacerlo una vez al año, a solas, en silencio. Siento que en muchos aspectos me he nutrido de nuestra amistad, que en su mayor extensión ha sido e-epistolar (el término es creación suya) con amplia correspondencia a lo largo de los años. De hecho, también puedo decir que él me conoce bastante más de lo que cree – y esto no es poca cosa cuando uno es fabulador profesional.

Quizá la mejor faceta de él, sea la de hombre de familia: es un gran padre (y no sólo lo digo, me consta) y un compañero estupendo, amoroso y leal, con una mujer incomparable a su lado (la verdadera Grey). Igualmente, es amigo estupendo y se advierte en algo tan simple como caminar con él por las calles del Finisterre donde reside: no pasa mucho antes que alguien que lo estima lo salude efusivo. Ergo, no conozco a alguien que habiéndolo tratado, no tenga de él una sonrisa o no le guarde genuino cariño; si tantos somos los que lo queremos, por algo es.

Así pues, Gauisus Natalis Frater Leo.

Benedicite.

Y no son años, son kilates.

Comentarios

Anónimo dijo…
Hoy he aprendido algo nuevo leyendo tu blog. De Wikipedia: Cape Finisterre (Spanish: Cabo Finisterre; Galician: Cabo Fisterra) is a rock-bound peninsula in the uttermost west of Galicia, Spain. :D

Ben from the buckeye state.
Miguel Cane dijo…
Hi Ben!

Efectivamente, existe el Cabo Finisterre, pero mi amigo vive más al norte, en otro puerto.

Es sólo que él afectuosamente se refiere a su ciudad como Finisterre, y yo hago lo mismo.

Saludos hasta Columbus!

M
Anónimo dijo…
Miguel:

No cabe duda que los mentores siempre son importantes, y más si son tus amigos y se comparte con ellos la cercanía del cariño.

Que bueno que uses este espacio para reconocerlos y felicitarlos en las ocasiones importantes.

Un besote

Viviana
Miguel Cane dijo…
Viv,

Gracias.
Uno es afortunado, aún si sólo tiene un blog como éste para medianamente poder demostrar lo mucho que uno aprecia y quiere a los que aprecia y quiere.

Pero para eso está, también.

Otro besote para vmd.

M
Anónimo dijo…
Miguel,

creo que te quedaste corto porque yo he conocido al Gea y su familia atravez de todos los relatos buenos que con ellos has pasado
juan carlos,
No conozco a nadie como Miguel que abra su corazón a la buena amistad, y espero que cuando este por esos lares nuestra epistolaría pueda ser tan agradable como la de ustedes...Lo dudo... yo no soy poeta...pero lo quiero y se que el perdonará mi falta de lengua...
hanna berumen
.
Miguel Cane dijo…
Hannita, vida mía:

Quizás me he quedado corto. Pero eso no quiere decir que sea corto el afecto, aún si no está por escrito.

Del mismo modo, en que tampoco es corto el cariño tan grande que siento (y desde siempre) por ti.

Gracias por tus palabras, por tu cariño, tu calidez y tu amistad.

Nunca nos faltarán cartas qué escribirnos, Hanna.

M

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