domingo, 17 de junio de 2007

Las dos caras de Truman


Hace cosa de año y medio, casi dos, cuando vi por primera vez la interpretación de Philip Seymour Hoffman como Truman Capote en la cinta Capote (Bennett Miller, 2005), por la que obtuvo un Oscar, quedé profundamente impresionado por su trabajo; lo que es más, tuve oportunidad de decírselo, durante la entrevista que sostuvimos para hablar de la película, en Los Ángeles, en enero del 2006, previo a la ceremonia en el Teatro Kodak.

En ese momento, Hoffman habló acerca de la interpretación yendo por encima de lo que es una imitación, una manera de aproximarse a un personaje real -- algo similar a lo hecho por Dustin Hoffman como Lenny Bruce en Lenny (Bob Fosse, 1974) y por la Kidman, de la mano de Stephen Daldry en su memorable trabajo como Virginia Woolf en Las Horas (2002)-. Una manera de construir un retrato con palabras y con actitudes; de meterse en piel ajena.

Me quedé con la idea de que esta interpretación de Truman era perfecta, aún si tenía cierta inquietud y curiosidad por ver otra película sobre el mismo tema llamada Infamous (Douglas McGrath, 2006) que se había filmado casi simultáneamente y que había tenido la (por ponerlo de algún modo) mala suerte de ser totalmente opacada por la anterior.

Le pregunté al director de prensa de WB México, si algún día, pasado el suficiente tiempo, se estrenaría la película en el De Efe y me contestó "¿y como para qué? A nadie le va interesar ver una película que ya vio" (pude haber entrado con él en una discusión bizantina acerca de los remakes y las secuelas, pero me dio una güeva monumental y sólo me quedé mirándolo con rostro de dulzura y candidez, la cara que suelo poner ante la gente que me provoca un agudo desprecio por su estupidez casi conmovedora). Así que me quedé con las ganas, aún si la cinta tenía en su reparto a varias figuras que son icónicas en mi pantheon más reciente de estrellas (Sigourney Weaver, Isabella Rossellini, Hope Davis y Gwyneth Paltrow).


La oportunidad de ver la película en pantalla grande por fin llegó hoy, cuando pude ir al cine -- con Carlos Taibo, que es un lujazo acudir al cine con alguien que lo hace- a verla, aquí en Gijón, donde se estrena con el título Historia de un crimen. Lo único malo es que la cinta estaba doblada al castellano (el doblaje es excelente y la traducción la intuyo brillante, pero no deja de restarle puntos al visionado), así que no podía saber cómo sonaban realmente los actores en personaje; sin embargo hubo algo que me paralizó: el trabajo de Toby Jones (actor británico) como Truman Capote.

Jones no sólo hace una interpretación como Hoffman: es casi milagroso al convertirse en Truman. Camina como truman, luce como Truman, la forma de su cabeza es similar, la estatura, la mirada, lo único que me faltó constatar fue la voz, pero me quedé helado: el hombrecito es Truman.

La trama, ostensiblemente tomada (y filmada a ese estilo) de la biografía oral Truman Capote, compilada y editada por George Plimpton, con distintos puntos de vista sobre el escritor, trata acerca del episodio en torno a la concepción y redacción de A sangre fría. Desde noviembre de 1959, cuando la familia Clutter es asesinada en Holcomb, Kansas, hasta 1965, cuando los asesinos, Dick Hickock y Perry Smith, son ejecutados por la horca en prisión. En esto, las dos cintas no se diferencían mucho, pero la de McGrath me gusta más. Tal vez sea un motivo egoísta, una razón personal, pero siento que aquí hay más asomo al mundo de Truman, sin dejar de retratarlo como lo que realmente era: enfant terrible, luminaria de talento, monstruo infame y maravilloso.

El multitudinario reparto de soporte está muy bien también: Sandra Bullock rompe su molde de niña buena y queda virtualmente irreconocible como Nelle Harper Lee (aunque su trabajo no se equipara con el de Catherine Keener), la amiga de infancia/voz de la consciencia de Capote; Sigourney Weaver da una dimensión extra a Barbara "Babe" Paley, la cabeza de una tropa de mujeres de sociedad a las que Truman llamaba cisnes, sus admiradoras y confidentes, a las que después soltaría una tarascada en 1975 al publicar en la revista Esquire su infame relato La Côte Basque, 1965, parte de su inconclusa magnum opus sobre las vidas privilegiadas de los superricos titulada Plegarias atendidas, que finalmente se publicaría en su semitotalidad de maner póstuma en 1987.

A esta tropa de cisnes se suman la Rossellini (cada año más exquisita como su santa madre) y Hope Davis -- una verdadera joyita, a la que se puede ver brillar en toda su gloria en American Splendor (Shari Springer Berman y Robert Pulcini, 2003)- como Marella Agnelli (la hoy viuda del mero mero de la Fiat) y Slim Keith (ex Mrs. Leland Hayward). La Paltrow tiene un bit como un favor especial al director (él la dirigió en la formidable comedia del '95, Emma, basada en la novela de Jane Austen) interpretando una canción de Cole Porter [What is this thing called love?] en la primera escena del filme, ambientada en El Morocco, uno de los más clásicos cabarets del Manhattan de los 40 y 50.

Por su parte, quienes se llevan buena parte del filme, son Juliet Stevenson en un retrato muy cercano de la legendaria Diana Vreeland (por años la directora de la revista Vogue, en lo que se considera su época de oro) y Daniel Craig (un actor extraordinario, por donde se le vea) como Perry Smith, uno de los dos brutales asesinos.

La película, aunque con muchos, muchos méritos y una realización estupendamente cuidada, plena de texturas y un manejo muy hábil de los distintos tonos con que se puede contar esta historia, yendo de lo humorístico y mordaz -- especialmente para aquellos que ya conocen la historia de Truman- a lo patético y lo brutal; no es de ninguna manera perfecta. Se apoya mucho en la especulación (irónicamente, como el mismo Truman, que era un mentiroso sublime) y en el melodrama a veces estridente, pero estos elementos no parecen obrar en su detrimento. Esto es gracias a Toby Jones, que lleva sobre sus espaldas el peso de la cinta y hace un trabajo impecable. No estoy diciendo que ésto haga desmerecer el trabajo de Philip Seymour Hoffman (en lo absoluto); es sólo que este otro rostro de Capote es, tan completamente distinto y a la vez tan totalmente mimético, que resulta casi hipnótico.

Si están en España, vale la pena echarle un ojo y asomarse a este relato alternativo acerca de la tragedia que dio origen a una de las más grandes obras de la literatura contemporánea, y si en México la llegan a sacar en DVD (con algún título baboso, como es costumbre) dénle chance y véanla. A mí me gustó bastante, y aunque mi recomendación no es regla escrita en piedra (sería incapaz de gritar ¡EL CINEMA SOY YO!), creo que a más de uno le resultará satisfactoria por múltiples razones.



1 comentario:

Anónimo dijo...

darling,

Me parece terrible que se doblen las peliculas pero la industria del doblaje en españa, debe de ser increible. ¿quienes son, solo hacen doblaje o son actores de cine,teatro o tele?...
Estaré pendiente para verla...