Extraños en la noche
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Esta es una de las más importantes películas de los años 60 y fue filmada en su totalidad en Puerto Vallarta, México. Es una brillante adaptación, con una fotografía impresionante a cargo de Gabriel Figueroa, de una de las últimas obras consideradas del "canon mayor" de Williams. En su momento, causó sensación por su reparto, que incluía a Richard Burton (en esa época parte del binomio que conformó con La Taylor), Ava Gardner (el animal más bello del mundo), la ya mencionada Deborah Kerr y la entonces núbil Sue Lyon (que un par de años antes había causado furor como la Lolita de Kubrick), pero la película es mucho más que su reparto o locaciones.
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La única excepción en este cargo de vetarras, es una bomba de tiempo, Charlotte Goodall [que está, efectivamente, buenísima, pero de bueno no tiene nada], una ninfeta que lo acosa sin parar, aún cuando se halla bajo la severa vigilancia de Miss Fellowes (Grayson Hall), una reprimida y siniestra machorra que se asume como la cabeza del grupo y que aborrece de manera enfermiza a Shannon.
Es así que, bajo circunstancias tensas, van a parar a Mismaloya, al hotel propiedad de la despampanante Maxine Faulk (la Gardner, en su segundo aire), viuda de un amigo de él, como último recurso antes que su frágil psiquis se derrumbe del todo. Maxine es una mujer totalmente terrenal, que toma la vida como viene. Sin embargo, no se ha dado la oportunidad de experimentar el duelo de la reciente muerte de su marido y trata de mantener una ilusión de normalidad aún ante una vida destrozada.
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Cuando los personajes hacen colisión, emergen las pasiones humanas de un modo totalmente descarnado, sin sutilezas -- algo con lo que Williams siempre batalló al ser traducido al cine: la censura siempre obligaba a "sanitizar" sus obras, que tocaban habitualmente temas considerados tabú-. Cada personaje encarna algo; Shannon es un hombre desesperado que se debate entre su los anhelos de su espíritu y las ataduras de su dogma. Charlotte está desesperada por saciar su apetencia sexual, Miss Fellowes es la ceguera y la necedad burguesa, la razón la tengo yo porque tengo la razón.
Por su parte, Maxine es una especie de representación de la madre tierra, en crisis, buscado cualquier distracción para evitar encarar sus propios temores o dolor. Es precisamente su interacción con Hanna, una mujer serena, bondadosa y noble -- aunque no por ello, libre de secretos y culpas- la que da el balance necesario a la historia. Juntas, son el ying y el yang para Shannon, que está obsesionado con la vida en dos niveles; el realista y el fantástico: ellas son las pasiones terrenas, la recompensa celestial o el horror arcano. Ellas lo obligarán a enfrentarse a sus propios demonios y acaso podrán liberarlo (y liberarse a sí mismas) en el proceso.
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En La noche de la iguana no necesariamente hay un mensaje -- ésto era algo que tanto Williams como Huston buscaban evitar; lo suyo no era jugar a Frank Capra-, pero ésta no es una película totalmente nihilista tampoco. Propone la idea de que es el hombre con su propia crueldad el que es juez y verdugo. Y también quien tiene la llave para liberarse.
Para poder seguir viviendo.
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