domingo, 28 de octubre de 2007

Encuentro en las Ramblas

Nos encontramos en la Rambla Catalunya ayer por la mañana y ya no nos separamos hasta la madrugada de hoy. Y fue bueno, y nos reímos, y lloramos, y nos gustó.

Cecilia es la mayor de todos nosotros, al menos la mayor de todos los nietos de los diez que conformaron a mi abuelo Miguel y sus hermanos. Es la primera prima, por años lo mismo fue leyenda, que ejemplo, que luz cariñosa; sin embargo, el que la vida nos haya hecho primos es una mera casualidad, como dice Alberto -- al que llamamos Beco-, en realidad somos nosotros los que decidimos seguir el contacto, hacernos amigos.

Nos reunimos en la ciudad condal, porque Beco trabaja ahí ahora y porque Ceci llegaba para acudir a una boda y ver viejas amistades -- ella vivió en Barça con su madre, la legendaria Julieta (de quien hablaré otro día), entre 1978 y 1983. Ya les conté que me encontré a Ceci por puro accidente, nada más llegar, lo que fue estupendo. Así pasamos más tiempo juntos, paseando por ahí, conociendo en mi caso, y re-conociendo en el suyo, el centro, el barrio gótico, Santa María del Mar y el Born, que fue donde me quedé.

Con Beco ya libre el sábado hicimos otras cosas. Caminamos por todo el centro hasta la Barceloneta, la estatua de Colón y el puerto deportivo. Con nosotros fue Patricia Ferrer, amiga de Ceci en el instituto, que nos guió hasta el encuentro con el Mediterráneo.

Comimos paella y esqueixada, boquerones y tapas. Pensamos mucho en nuestros padres y madres -- traté de hacer un árbol genealógico de memoria, pero tal empresa es imposible cuando estás sentado en una terraza frente al mar, que te ciega con sus destellos-.

Luego fuimos a ver la catedral, que si te descuidas, te deja sin aliento, fuimos al extraordinariamente gótico y misterioso Hospital Sant Pau, a rendir honores a Julieta (que hizo su especialidad ahí) y como niños, aplaudimos, mesmerizados, ante los juegos de luces de las fuentes mágicas de Montjuic.

No hay noche demasiado larga, aunque la alargamos lo más posible, para poder mantenernos despiertos e ir de vuelta Cecilia y yo al Prat en la madrugada, antes del amanecer, para registrarnos y volar, ella a Chicago y yo a este Finisterre.

Fue emocionalmente satisfactorio y agotador, pero valió la pena. Fue una semana extraña, apresurada, agotadora, con muchos aviones y muchos desvelones y muchas emociones y yo nada más les dejo aquí algunas fotos de mi encuentro con mis primos y si ustedes me perdonan, me voy a dormir... (además vino el famoso cambio de horario) estoy agotado, pero mañana reanudamos este espacio, lo prometo.


Beco y Cécile, in flagrante delicto en la Cerveseria Catalana

La catedral, puerta al siglo XIV

Cecilia, recordando...

En la Barceloneta, Cecilia y Patricia Ferrer, oyéndonos
recitar a Cortázar (!) en una tarima frente al mar

Beco, Yoyis y Cocoliso: La segunda generación

No, no es "El Orfanato"... es Sant Pau, al anochecer

Aquí, en Sant Pau, fue donde Julieta abrió la puerta... y los demás la seguimos

Montjuic: esto es la verdadera magia

Gracias a todos aquellos que hicieron posible esta mini aventura. Las anécdotas aquí surgidas (y no relatadas), que comienzan conmigo abrazando a Ceci al bajar yo de un autobús y subir ella a un avión, serán parte de la mitología de los primos, muchos primos, los bienamados, de un momento en esta vida en el que necesitaba ver gente, rodearme de cariño, y poder seguir andando.

Aquí estoy, de vuelta. Todo es bueno.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

uyy que pena , hoy los PUmas perdieron el clasico joven que bueno que tu amigo desde alla lo sufre menos ( o mas ? )

Anónimo dijo...

Que bonita playera!!!

CRISTINA dijo...

¡¡¡Qué bonita Barcelona!!!
El marco perfecto para un encuentro que debió de ser maravilloso.

Besos.