viernes, 15 de septiembre de 2006

Ciao, Signora

"Si una persona tiene talento,
se le puede preguntar la cosa más trivial del mundo:
siempre responderá de modo brillante y profundo.

Si una persona es mediocre,
se le puede plantear la pregunta más inteligente del mundo...
... y responderá siempre de manera mediocre"


Ha muerto Oriana Fallaci.

Perdió el inútil combate a los 77 años en un hospital de Florencia.

No la sobreviven hijos, ni pareja. El cáncer se la acabó en un par de años.

Pero no borra esto su valentía, su socarronería, su avidez (y ácido mirar) por contar(nos) el mundo, desde su pluma voraz: su presencia lo mismo desde una zanja en Vietnam que desde el Edificio Chihuahua en Tlatelolco, el 2 de Octubre de 1968; testigo de la eterna jihad o invitada a brindar con champagne al lado de Valentino después de un desfile de haute coutoure.

¡Qué mujer afortunada!

Sin proponérselo, hizo escuela y habló sin tapujos ni prejuicios con líderes y anónimos, asesinos y amantes: su cuerpo se consumió -- igual que los cigarros que nunca dejó- en la búsqueda de la verdad o bien, en la creación de la misma.

Su forma hoy ya no existe. Ha trascendido al medio.



A cambio, deja su ejemplo para todos los que, timoratos, seguimos su ejemplo y buscamos hablar con y escuchar a los personajes que nos tejen la historia.

No para ser nosotros mismos protagonistas [ella lo fue, pero de una manera muy distinta; no todo mundo puede ser una auténtica superstar por mérito y derecho propio] sino para ser interpósitas personas y dar voz a los elementos que deben ser contados.

Amada/odiada, alabada/vilipendiada.
Siempre la eterna dicotomía. Era una fascinante orfebre de palabras e imágenes; she stuck to her guns.

Ciao, Signora. Desde aquí muchos somos quienes buscaremos alumbrar su camino a la estigia, donde seguro entrevistará a Caronte, antes de cruzar hacia el Elíseo...
¿o acaso prefiera el Tartáro...?

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