miércoles, 27 de septiembre de 2006

Mary, Mary


En una época muy anterior a Ally MacBeal o a Sex & The City, existió un programa de tele que, cuando yo era pequeño, aparte de hacerme feliz, vino a anticipar y predecir el éxito de series como las que menciono, sólo que con mejor leche todavía.

Me refiero, por supuesto, a El Show de Mary Tyler Moore.

Estrenado en 1970 por la cadena CBS (y en México por el canal 4 unos diez años después), es considerado aún hoy, uno de los 10 mejores sitcoms de la historia [y eso que es carente de histeria, que conste] y todavía tiene -- gracias al DVD y al canal Nick at Nite de cable- un enorme seguimiento de culto.

La trama es muy simple, pero yo creo que ése es el secreto del triunfo: Mary Richards es una joven soltera de más de treinta años (en su época léase: quedada) que trabajaba como productora asociada para el noticiero de las 6 en la estación de TV WJM de Minnéapolis, Minnesota.

A los seis o siete años, para mí resultaba completamente exótico el concepto y no porque mi madre no trabajara (de hecho, lo hacía) sino porque Mary era un personaje entrañable desde su primera aparición en pantalla y con una mezcla de torpeza y ternura, resolvía de una manera efectiva (o al menos lo intentaba) los problemas de su zoo de amigos, que incluía a todo el staff del programa y a su vecina, una entrometida desparpajada pero harto simpática llamada Rhoda (igual de quedada y tan popular, que tuvo su propio programa, que ahí sí, ya nunca vi).


Creado por James L. Brooks (sí, el mismo que ayudó a Matt Groening con Los Simpson), el programa se transmitió entre 1970 y 1977 y recibió toda clase de honores. Mary Tyler Moore (que además de ser la estrella era una de las productoras) demostró que no sólo era una extraordinaria comediante, también es una estupenda actriz dramática (si no me creen, véanla al lado de Donald Sutherland en Gente como uno) y se ganó un lugar en el corazón de muchísima gente.

Yo aprendí a querer a Mary gracias a su manera de hacerme reír (bueno, era un sentido del humor bastante más sofisticado de lo habitual, pero recuerden: yo no era un crío como los demás) y ese amor tierno aún florece cuando veo alguno de sus capítulos.

Por supuesto, es un producto de su tiempo [¡Dios, esa ropa! ¡Esos peinados! ¿Alguien puede decir RETRO? -- aunque bueno, yo soy bastante retro, así que...], aún si algunos de sus temas parecen perennes (las burletas ácidas contra Nixon podrían ser para Bush), sin embargo, lo trascendente era la idea de la persona -- no importa que fuera mujer u hombre- que se volvía independiente.

Mary tomaba la decisión de cortar por lo sano y comenzar de nuevo. Así comienza la serie y la vemos madurar muchas veces a trompicones; pero siempre optimista y radiante y real. Mary tiene sexo (implicado: toma la píldora. Después de todo son los 70), no depende emocionalmente de nadie y su gruñón jefe, Lou Grant (Ed Asner, como el jefe que todos quisiéramos tener alguna vez), no es condescendiente sino que la trata como su igual.

Una de las tomas icónicas del programa era en sus créditos de entrada, que mostraba a Mary en una calle de Minnéapolis, vibrante y gozosa, tirando su boina al aire mientras camina por una calle repleta de gente. (¿Cuántas veces no estuve, en mi infancia y posterior pálida-y-temblorosa-juventud tentado a hacer lo mismito?)

Tan famosa fue la toma, que hace unos años, se develó una estatua en el lugar, que honra el momento y la presencia de esa joven espigada y morena, de ojos expresivos y sonrisa radiante que a tantos les robó, aún si fuera solo un poquito, el corazón.


Hoy pienso en Mary. Cuando termine, pondré en DVD algún episodio de sus aventuras para que me haga compañía en la insomne madrugada. Ya puedo anticipar el tema musical, tan característico, todavía hoy hace que me de un salto el corazón de gozo, nada más oírlo (hagan click aquí) y si ustedes quieren ver el video de cabecera, con imágenes de Mary en movimiento y que para mí es siempre memorable, hagan click y descárguenlo aquí.

Son sólo cincuenta y tres segundos, pero también son una dosis de felicidad gratis.

Ave, everybody!

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