Week-end


Así es esto. Uno nunca sabe cómo va a terminar el día

I

Ayer, después del episodio de la gaviota que les relataba, mi amigo Alex DeBernardi -- que conocí como Jefe de prensa de Semana Negra la primera vez que vine, en 2004, la noche que sería famosa como La noche de los Lions- llamó por teléfono para preguntarme qué hacía. Le contesté, sin faltar a la verdad (toda vez que se fue el portero con la gaviota muerta) que nada realmente. Quedamos de ir a comer y lo alcancé en una sidrería del barrio (Alex es mi vecino), junto con su esposa, Sara, y su hija de 18 meses, Carmen.

Yo estaba en Gijón el día que nació Carmen. Fue durante un festival de cine. Es una niña preciosa, más allá del sentido evidente a la vista: es una niña de disposición dulce y muy risueña. Es muy fácil poder hacerla reír y su risa es una recompensa espléndida al escaso esfuerzo de acercarse a alguien tan pequeño y ocupar su atención.

Lo que más hace reír a Carmen, lo que le parece fascinarle, es que yo fume pipa. Cada vez que la enciendo, sus ojitos se hacen enormes y extiende las manos, busca la manera de atrapar el humo blanco que escapa.

Ayer, de manera totalmente espontánea -- aún si ser espontáneo, a según, parece no ser mi fuerte-, Alex, Sara, Carmen y yo, pasamos todo el día juntos. Comimos, y aprovechando la primera tarde realmente soleada en más de una semana, nos fuimos a buscar un elusivo par de zapatos para Sara en Oviedo (a 20 km de aquí).

Disfruté enormemente la tarde y la velada. Fue de esos días que no planeas y se va deshojando del modo más natural. Descubrí que Sara, a la que conocía poco, es una mujer formidable y muy abierta y hablamos de todo. Con Alex la relación siempre ha sido estupenda, pero el día me permitió verlo en aspectos que no conocía tampoco y claro, acaba uno cautivado con Carmen.

Es curioso, ver las texturas de las familias jóvenes, que son siempre las más felices.

II

Domingo.

Voy con Juan Carlos, Pat, Patsy y Maricarmen, a pasear por el Jardín Botánico Atlántico, donde hay un recital de poesía y Jack es uno de los lectores.

El Jardín Botánico es el área verde más extensa de esta parte de Asturias; es un remanso perdido de árboles y jardines, con olores y verdores que sorprenden a la vista. Por ahí caminé, siguiéndolos hasta un pabellón construido en un islote en medio de un lago.

Nunca había estado en un recital de poesía de Juan Carlos.

O bien, sí, pero sólo de manera virtual, como un observador por cámara web. Aquí fue muy distinto, apreciarlo en vivo, escuchar su labor de orfebre de palabras; reconocerlas, incluso recitarlas en silencio, apenas moviendo los labios. Son poemas que conozco, que he leído por la generosidad de su autor, mi amigo. Poesía que admiro porque yo no he sido nunca ni seré poeta, no tengo la aptitud, ni el oído, ni la devoción.

El viento -- hoy el día fue gris- entre los árboles, los lectores, las mandolinas y guitarras. Yo escucho y pienso y miro los cielos y miro a Patricia, pequeña, tan atenta al recital de su padre. No podría describir, aunque mi oficio es ese, la expresión que cruza el rostro infantil al encontrarse con el de su padre, el poeta. Lo que escribiera sería torpe, emborronado y muy lejano a esa chispa de alegría al saberse distinguida, mientras Jack procede a leer entre otros, Joya, un poema que fue, literalmente, soñado.

Después del recital me despido de la pequeña familia y vuelvo a este rincón cerca del cielo, me hago algo de comer y me acompaña Mi bella dama. No llueve.

Es un fin de semana sin lluvia, sin desperdicio.

Con música escondida en el interior.

Comentarios

Anónimo dijo…
¡Que domingo tan bonito! En una tarde de poesía...

Besos desde acá

Viviana
Miguel Cane dijo…
Viv,

lo habrías disfrutado muchísimo, estoy seguro.

Recibe muchos muchos besos desde acá también.

:)

M
Anónimo dijo…
No deberías fumar delante de un bebé de 18 meses.
B7s
Miguel Cane dijo…
¡Pero su alteza faraónica!
Sólo lo hago en espacios abiertos y a una distancia de 5 metros, mínimo.

Besos.

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