viernes, 8 de septiembre de 2006

Delirio Lynchiano


Después de más de un año de anticiparlas, por fin han surgido del Festival de Venecia las primeras reseñas del nuevo filme de David Lynch, Inland Empire.
¿Les digo algo? No me siento decepcionado, sino más bien casi impaciente.

El miércoles, Lynch recibió un León de Oro honorario por su carrera, y presentó el que es su décimo largometraje (de 173 minutos de duración), que lleva por protagonistas a Laura Dern (con quien colaboró en Blue Velvet y Salvaje de corazón), Justin Theroux, Julia Ormond y Jeremy Irons.

La reacción de la prensa y crítica (como lo presentan los diarios), fue de estupor casi generalizado: la trama, aunque imposible de describir del todo, parece resumirse a un tema específico -- aunque tratándose de Lynch, ustedes saben que no es necesariamente lo que aparenta:

Laura Dern [a quien la crítica de manera uniforme ha tratado bien, tomando en consideración lo sui géneris del rodaje] encarna a Nikki, una actriz que es contratada para actuar en una película (a su vez un remake de una cinta que nunca se estrenó debido al brutal asesinato de los actores que la protagonizaban) que se rodará en el suburbio de Los Ángeles conocido como Inland Empire y donde interpreta a una mujer adúltera llamada Sue.

Hasta ahí todo parece entrar en un esquema lógico, aunque -- como es de rigeur en una cinta Lynchiana- de pronto, se vuelve imposible saber si lo que ocurre, cada vez más violento, brutal y bizarro, le ocurre a Nikki, a Nikki interpretando a Sue, o acaso a la propia Sue.

El terror se hace aparente en la absoluta desconexión de la realidad, adornada cada secuencia mediante una filigrana de imágenes aparentemente alucinadas, pero que según el cineasta "hacen un sentido perfecto."

Lynch, en la última década, se ha regodeado en lo críptico, utilizando imágenes y sonidos en lugar de una estructura narrativa coherente. En Lost Highway contó dos historias abominables de manera simultánea y en la majestuosa Mulholland Drive rompe el esquema justo a la mitad y nos involucra en el misterio de Betty/Diane y Rita/Camilla sin darnos explicaciones.

A título personal, a mí me gusta que Lynch no se moleste en aclarar su obra si no le da la gana, aunque, según los reportes, la prensa internacional reaccionó con lo único que se les ocurrió a los muy imbéciles [a veces uno se avergüenza del gremio, ni hablar]: ¡preguntar por el estado de su salud mental!

¿Será ese el problema con el cine hoy? ¿Que necesitamos demasiadas explicaciones? ¿Que se hace todo en función de un cada vez mayor grupo de teenagers gringos con muy escasa neurona y antojo irracional por chistes de flatulencias, palabrotas, efectos especiales y chicas escasas de ropa?

En varios foros de la red, los afortunados que pudieron ver la cinta en el Lido (realizada a lo largo de dos años y medio, en Video Digital y sin un guión propiamente escrito, sino más bien como un ejercicio improvisacional) aseguran que este filme pasa a la historia como dos cosas -- posiblemente de manera simultánea-: una obra maestra y también, el delirio de un alucinado.

Personalmente, me parece perfecto.
Los que adoramos a Lynch (y sé que somos legión, o como dijo Nacha Guevara "todos mis amigos lo son") estaremos esperando a que termine el circuito de grandes festivales para que eventualmente nos llegue a algún cinema cercano...
... si llega.

Aunque siempre nos quedará el DVD... igual que París.

2 comentarios:

emejota dijo...

Querido Miguel:

Yo también tengo muchas gannas de poder ver esa última entrega. El carácter críptico de Lynch no requiere de explicaciones porque precisamente su maestría reside en saber construir a partir de ello otros mundos, realidades paralelas, que inquietan profundamente por su extraña verosimilitud.

En mi modesta opinión, su dirección del episodio piloto de "Twin Peaks" es maravillosa.

Un abrazo.

Miguel Cane dijo...

Querido Mariano,

Es verdad. Una de las imágenes definitivas de mi adolescencia: Laura Palmer, envuelta en plástico.

¿Y qué si Lynch no explica, digo yo? ¡Él puede hacer lo que le venga en gana!... por otra parte, muchas veces la existencia misma es así, un misterio inexlicable, muchas veces inconexo, pero siempre fascinante.

Un abrazo grande de vuelta hasta allá!