jueves, 14 de septiembre de 2006

Mi noche de graduación

Recordar es volver a vivir, rezaba el slogan de Kodak.

Y vaya que a veces es verdad: hoy recuerdo mi fiesta de graduación (algunos la llaman de promoción o bien "prom") no sin una cierta agridulce nostalgia, aunque debo reconocer que, celebrada en el gimnasio de la escuela, esa noche fue -- hasta cierto punto- una verdadera maravilla.

Recuerdo muchos detalles con cariño.
Yo estaba muy nervioso, con un esmoquin rentado, llevando a esta chica de la mano.
Había una banda que tocaba música en vivo para que bailáramos; los alumnos del comité habían decorado el techo con estrellas de papel de estaño.

También votamos para elegir al rey y a la reina de la prepa.
No sé bien qué era mejor, si el agridulce momento en que todo el grupo estuvo reunido para decir adiós al colegio, o precisamente la idea de no regresar nunca al plantel, terminar con esa etapa tan difícil de la preparatoria para siempre.

Todo iba espléndidamente... hasta que a unos estúpidos imbéciles se les ocurrió arrojarle encima un cubo de sangre de cerdo a la pobre de Carrie White y entonces todo se volvió literalmente un infierno.

2 comentarios:

Paul Medrano dijo...

Ingenio mexicano: hubiera aprovechado para hacer moronga; digo, en la cruda saben, literalmente a gloria.

Miguel Cane dijo...

Hey Paul,

lo que hizo después fue poner un puesto de tacos al carbón.

Moraleja: Nunca presiones demasiado a una personita aparentemente insignificante: podrías acabar hecho chicharrón.

Un saludote y gracias por leer.