sábado, 29 de septiembre de 2007

Miguel y María

Permítanme, por favor, presentarles a dos de las personas a las que yo más he querido:

Ellos son Miguel y María.

Con ellos (de ellos) aprendí todo [o casi todo] lo que sé, y a ellos les debo muchísimo de lo que, para bien o para mal, ahora ven.

Esta es la única fotografía que tengo de ambos juntos. Es de 1974, el año en que yo nací. Tengo algunas fotografías tomadas con mi abuela -- no son muchas- pero no tengo ninguna en la que aparezca yo con él. Casi siempre era él quien estaba detrás de la lente. Tal vez pensó que habría tiempo, tal vez yo no quise tomarme las fotos con él -- en mis fotos de niñez me cuesta sonreír; no es que no fuera un niño feliz (que lo fuí), sino que era terriblemente tímido-; nunca lo sabré.

Esta fotografía la tengo en un portarretrato en el hall de mi apartamentito. Es lo primero que veo cuando entro de la calle, lo último que veo cuando cierro la puerta con doble llave al irme a dormir.

Son los guardianes de ésta, mi casa.
A veces, no, casi siempre (me odio cuando miento) les hablo.

Miguel nació el 25 de febrero de 1910.
María
, el 26 de octubre de 1916.

Me gusta pensar que realmente se querían. Fueron, además de mis padres, el primer ejemplo de un matrimonio, que tuve al alcance de mi mano; con ellos conocí los mecanismos de la comunicación entre una pareja largamente unida (se casaron en 1939).

Mi abuela hablaba (y hablaba, y hablaba y... Yo soy igual, lo saben) y él escuchaba, sentado en un sillón, con el diario abierto, pero asintiendo. O con un libro. O ante un caballete, pintando [sí, Miguel pintaba. Era una de sus aficiones más cercanas, aunque nunca lo persiguió de otro modo que no fuera darse un gusto]. Nunca discutían en público (no me imagino que lo hicieran en privado, tampoco) y eran sumamente populares entre sus amigos y miembros de su familia -- María era una anfitriona consumada y todo lo cocinaba ella misma. Sí, era un maestra difícil y su esposo tampoco era de ninguna manera perfecto... pero me amaban y yo a ellos.

Los dos, naturalmente, me hacen falta. Miguel, desde hace mucho tiempo, y María desde hace menos, pero igual... están aquí, conmigo, pero muchas veces los echo en falta terriblemente. Algunas veces, los sueño.

Sé que mis amigos les hubieran gustado (mi abuelo siempre buscó estimular en mí una vida social, no le gustaba que yo fuera solitario. Supongo que ahora frunciría el ceño al ver que mi vida la he aprendido a vivir a solas) y él le habría encantado a muchos de ellos. Los que conocieron a mi abuela, la quisieron. Y ella siempre fue cariñosa con mis amigos, incluso con los que no conocía más que por referencia.

Hoy es San Miguel. Es santo de mi abuelo. Mi abuela solía hacer, en días como hoy, un pastel y nos daba un regalo a ambos. La familia (la pequeña familia que fuimos, nosotros seis, con Mónica en su primer año) nos reuníamos en la noche de nuestro santo para cenar y para celebrarnos. Es un vínculo que lleva disuelto muchos años, pero que para mí todavía existe y siempre existirá.

No sé si necesitas estar con alguien, o verle, para que sepa que lo quieres y que lo extrañas y que lo piensas. En la vida real pueden pasar semanas, meses, incluso años, sin contacto. Pero el sentimiento es igual y ni la muerte, como ha sido el caso con mis dos tótems buenos, lo puede -- lo podrá- cambiar.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Un abrazo Miguel, y este no es apresurado.

F.

*ஐღ Mì†a ღஐ* dijo...

Es cuando el amor traspasa lo tangible.

Puede no estar present e la persona, pero el cariño, la admiración y el respeto trascienden.

Un saludo enorme
Arrivederci

Anónimo dijo...

Si hoy es San Miguel, aparte de ser el santo de tu abuelo, también es el tuyo ¿verdad?.Desde la distancia, felicidades amiguín.

Jimena dijo...

Saluditos!

Anónimo dijo...

Podría comentar muchas cosas de tu texto, pero mejor te dejo un abrazo enorme y el deseo que siempre tengas cerca a tus ángeles guardianes, como yo tengo a los míos.

Un beso Miguel, y felicidades en tu santo.
Patricia

Unicornio dijo...

Del Unicornio, entrometido rocín cornúpeto, cuaco elusivo pero sentimental, a Don Miguel Cane, anfitrión y maestro del Site ¡Salve!

No, pues aunque trate de ser ligero y alentador con tantas palabras, solamente puedo mencionar que nuestros ancestros, de algún modo, se regeneran en nosotros. De alguna manera (Serrat dixit) tendrían que olvidarse, para evitar melancolías paralizadoras, pero esto es muy improbable, porque somos ellos, y ellos se reflejan en nosotros.

Alguna vez les conté la historia de los Havens, una leyenda de las olimpiadas modernas en cuanto a su amor filial, ¿recuerda usted, mi estimado? En caso de que no, se la relato mediante un correo electrónico, o le hago una versión abreviada en un comentario aquí.

Recuerdo que esa historia y la película de "El Hombre de La Mancha" (con la inexorable Sofía, ¡aayyy!, Sofía Loren y el enjutísimo Peter O'Toole, ¿recuerdan?) marcaron esa agria y devastadora época de mi vida, cuando perdí a mi guía y capitán, mi padre. Esa historia me ayudó a levantarme más pronto, y a decidir parte de lo que haría en el futuro.

De algún modo, personas tan galanas como esos ancestros nos hicieron mejores personas, y sería nuestra misión... no, nuestro privilegio hacer también mejores seres a nuestro alrededor, ¿no?

Al menos, se que eso le hubiera gustado al ancestral jefe del


sentimental Unicornio.
¡Saludos y que tengas un gran día!

Miguel Cane dijo...

Gracias, Frank.

Igualmente, y bien estrecho.

Ya pronto, pronto.

Un abrazote

(y a propos, todavía es tu cumple, así que felicidades!!!)

Miguel Cane dijo...

Ms. Corleone.

Sí. Con mi abuelo conocí lo que era el amor incondicional. Aún lo practico cada día.

Un beso.

Miguel Cane dijo...

Gracias, Julie.

Se aprecia muchísimo el detalle.

Abrazos, amiguín.

Miguel Cane dijo...

Pe,

Gracias. Sí, es una de las (muchas, qué alegría) cosas que nos unen, inexplicable e inextricablemente.

Besos muchos hasta el surdelsur.

M

Miguel Cane dijo...

Queridísimo Unicornis!!!

¿Será que de verdad uno tiene pureza de corazón para que se aparezca vuestra merced por estos bosques?

Gracias....

sí, recuerdo la historia. Es de esas anécdotas que no borran su impacto en el pasar del tiempo.

No se me pierda, amigo. Que estoy seguro que este mester de posmodernia será de su agrado.

Saludos muy afectuosos de este bisoño.