jueves, 20 de septiembre de 2007

Una casa en otro país

Este que ven, es mi amigo Cefe, más conocido en los turbios mundos leoniles como el Señor Mufasa. En la foto, aparece con sus hijos, Julia y Gonzalo. La tomé en el jardín de su casa, hace cosa de año y medio, cuando él se rompió un pie por andar en una (pinche) moto.

Él y su esposa, Ana, fueron de las primeras personas que conocí hace tres años, cuando vine a España por primera vez; son sobrinos de Paco y Mari, así que en mi primera noche en Gijón, acabé invitado a cenar por ellos -- y es algo que no se me olvida.

De hecho, el título de esta entrega proviene de la dedicatoria a un cuento que escribí una vez, a manera de agradecimiento por sus atenciones, para ambos, haciendo referencia a su casa, que en el momento de escribir, efectivamente estaba en otro país y ahora me queda a media hora de distancia andando.

Cefe es lector de este espacio, lo sé porque él mismo me lo hace saber... y también porque amargamente se queja de que nunca aparece en estas líneas [aunque es parte permanente del collage aquí a la izquierda]. Puede ser que tenga razón... y es que siempre que estoy a punto de meterlo en una entrada, por alguna razón, mayor o menor, acabo cambiando de tema... ¡soy incorregible! -- sobre todo, porque mi intención es genuina.

Fue en su casa, que supe que voy a ser tío.

También fue a él a quien pude llamar cuando, por culpa de un vuelo retrasado desde Londres perdí mi conexión Madrid-Asturias, en 2005. Me ayudó a llegar (vía telefónica) a la central de autobuses y estaba esperándome para llevarme a su casa para que me quedara esa noche, al final de un día desastroso que recuerdo muy bien. No se ccomplicó para nada y resolvió todo perfectamente, donde yo estaba exhausto, asustado y desorientado.

En cierto modo, si ahora estoy sentado escribiendo en este salón, es también gracias a él, que me presentó a un amigo suyo, cuya madre me alquila el apartamento.

Cefe es brillante y no-tan-cínico como le gustaría que creyéramos que es, y hace una buena mancuerna con Ana, que conmigo siempre ha sido generosa y cariñosa -- y a los dos los quiero un montón (aunque no se lo digan al Señor Mufasa, insigne miembro del Club de los Jóvenes Leones, porque se me engríe) y es por eso que siempre, cuando pienso en su casa, en ese jardín donde puedo sentarme a mirar las estrellas, pienso que esa casa también es mi casa, en otro país.

2 comentarios:

CRISTINA dijo...

Quien te abre las puertas de su casa te abre también su corazón. Queda muy cursi, pero creo que es cierto.
Un beso, Cane.

Tessitore di Sogno dijo...

No podría estar más de acuerdo con Cristina. ¡Besos!