Bef y su Guru
Como les decía en otra ocasión, cada quien tiene su propio ídolo particular y su manera de idolatrarlo (a). En el particular caso de Bernardo Fernández, mejor conocido entre la tropa como Bef (responsable de Monorama, uno de los mejores changarros en la red), sus dos más grandes amores en cuestión literaria, son los extintos Philip K. Dick y Kurt Vonnegut. In absentia, descubro ahora, otro de sus ídolos es Samuel R. Delany, a quien ahora puede darse el lujo de llamarle Chip.
Desde que nos vemos en el lobby del hotel, me encuentro conque Bef contempla con verdadera devoción al estadounidense, donde -- por su aspecto- algunos que ignoran quién es, lo miran sin respeto. Yo admito mi parcial ignorancia ante su enorme, enormísima ouvre (pero esto en parte se debe, claro, y uno no pretende justificarse, que conste en las actas, al hecho de que crecí amparado por las sombras góticas de Otranto, alejado de la Ciencia Ficción y la Fantasía per se) pero recuerdo, no obstante, algo, una mínima y casi anecdótica parte de su carrera: los guiones de dos controversiales episodios del cómic Wonder Woman (La Mujer Maravilla) que fue directamente una de las primeras cosas que leí en mi vida.
Bef, sin embargo, sí que lo conoce. Se alimentó de la extraña fruta que era su manera de crear mundos y lo ve con una mezcla de arrobo, ternura y, sí, hasta un cierto temor.
Le ofrezco presentarlo, pero me dice que no se siente aún listo para. Que buscará el momento de hacer ese bonding.
Este llega para mi carnal, cuando ya andamos a bordo del tren negro y posteriormente, se extiende suavemente, como mantequilla sobre pan, y Bef, como un pequeño saltamontes, aprovecha cada oportunidad posible para acercarse y simplemente escuchar a Delany. Y si hay algo que Bef sabe hacer -- aparte de escribir formidables novelas de ciencia ficción cruzadas con una sana dosis neo-noir y post-cyberpunk- es escuchar.
El sábado, tocaba presentar a Delany y uno de los oradores a cargo de esto no pudo estar presente, así que como espléndido bateador emergente, el buen Bef surgió y se llevó la noche hablando con su guru, realmente gozándolo.
Algunas veces, escribir es un oficio un tanto ingrato, pero tiene sus recompensas y estar sentado codo a codo ante tanta gente con tu ídolo, y poder hablarle tanto en público, como en privado, es sin duda una de las más notables.
Bef, sin embargo, sí que lo conoce. Se alimentó de la extraña fruta que era su manera de crear mundos y lo ve con una mezcla de arrobo, ternura y, sí, hasta un cierto temor.
Le ofrezco presentarlo, pero me dice que no se siente aún listo para. Que buscará el momento de hacer ese bonding.
Este llega para mi carnal, cuando ya andamos a bordo del tren negro y posteriormente, se extiende suavemente, como mantequilla sobre pan, y Bef, como un pequeño saltamontes, aprovecha cada oportunidad posible para acercarse y simplemente escuchar a Delany. Y si hay algo que Bef sabe hacer -- aparte de escribir formidables novelas de ciencia ficción cruzadas con una sana dosis neo-noir y post-cyberpunk- es escuchar.
El sábado, tocaba presentar a Delany y uno de los oradores a cargo de esto no pudo estar presente, así que como espléndido bateador emergente, el buen Bef surgió y se llevó la noche hablando con su guru, realmente gozándolo.
Algunas veces, escribir es un oficio un tanto ingrato, pero tiene sus recompensas y estar sentado codo a codo ante tanta gente con tu ídolo, y poder hablarle tanto en público, como en privado, es sin duda una de las más notables.
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