Por principio


Querida Carmen,

Antes que nada, permíteme decirte enhorabuena.

Toda vez dicho esto, déjame recordarte algo de lo que hablamos hace poco más de un año, en casa, en México. ¿Recuerdas que me preguntaste si yo querría ser el padrino de tu hijo, si llegabas a tener uno, ya fuera sola o con compañía? ¿Si quería ayudarte a criarlo/a, a ver por él/ella, a quererl@?
Yo sí recuerdo. Y también recuerdo que te dije de inmediato que sí.

Hoy puedo decirte, no que antes no pudiera hacerlo, que para lo que tú me necesites aquí estoy. Que te aplaudo y te admiro. Que de hecho, siempre he reconocido que realmente lo que nos ha marcado tanto a ti como a mí a los ojos (y a la sombra) del árbol genealógico del que ambos somos ramas, es que nosotros -- léase tú y yo- de un tiempo a esta parte, hemos hecho, al final de cuentas, lo que hemos querido. Lo que teníamos qué hacer.

Tú no le debes nada a nadie. Y en caso de que tuvieras deudas, cancélalas, rehúsate a seguir pagándolas. Ya bastante has dado tú también sin que se diga algo.

Eres una mujer adulta y eres independiente. Por lo mismo, que ahora tomes las riendas de tu vida -- y engendres una, te aventures en ese camino de misterios gozosos y dolorosos- me parece estupendo. ¿Qué te importa si hay reproches o miradas de desconcierto o desaprobación? ¿De veras, te pregunto, te importa? ¿Vas a cargar con ese equipaje, que no es tuyo, además del tuyo propio? Quien vaya a estar contigo estará, quien no... pues ciertamente tendrá otras cosas qué hacer con su tiempo, uno espera.

Si se trata de una cuestión de respeto, éste es una calle de doble sentido (por así decirlo). Es a base de duros golpes que la gente como nosotros se ha tenido que ganar el respeto. Ni a ti ni a mí nadie nos ha regalado nada al final y lo sabes. De hecho, creo que en muchos aspectos yo la tuve incluso un poquito más fácil dentro de lo difícil que fue... yo siempre fui lo que soy, y tuve el apoyo de mis afectos, donde el que muchos no me quisieran al final de la ruta, me valió madre. Mas yo sé que en tu caso, tú tuviste que usar tus manos, tu cabeza y muchas veces toda tu ira, para demostrar quién eres. Y algunas veces todavía no falta quien se pregunta por qué.

No des explicaciones ni te disculpes.

Así pues, ahora que empiezas este camino nuevo, naturalmente sabes que no estás sola. No sólo cuentas con la gracia y beneplácito de unos, donde encontrarás shock y blablablabs de otros. Físicamente no estoy contigo, pero sabes que me enorgullezco, que lo disfruto, que te apoyo. Es una verdad como un templo, que tú y yo muchas, muchísimas veces no vemos al mismo árbol con los mismos ojos y que no pensamos lo mismo al respecto de muchas cosas, pero esas diferencias son las que nos empatan también.

Será que, siendo como somos, algunas veces no podemos vernos ni en pintura, pero no por ello trataríamos de cambiar al otro. Y al final, el mismo fuego primario, esa sed de alcanzar lo que se quiere, eso sí lo compartimos. Somos marcianos sin vida en Marte, buscándonosla en la tierra.

Si te dicen algo que consideres impropio, no te enojes: ignora. Quien(es) te quiere(n) te querrá(n) igual y estarán (estaremos) ahí para apoyarte. Quienes se queden anonadados, pueden permanecer así, no creo que realmente te importe a estas alturas del poema.

Eres valiente y eso siempre me ha parecido una virtud mayor -- superior, mil veces, a la obediencia, la sumisión, la abnegación o el arte de disimular, que son tan sobrevalorados hoy en día, aún-. Manda al diablo cualquier emoción negativa, cualquier intento de cortarte las alas y haz tu propio nido. Es hora ya.

Si necesitas ramas para hacerlo, hazme saber.
Y si todavía quieres un compadre, nada más dilo que yo estoy siempre a tu disposición.

Te felicito, prima. Siempre has sido toda una mujer.
Con mi admiración,

Yo mero.

PD: Así es como vivimos ahora. Tú no te fijes y sigue adelante. Tu hijo (a) -- aunque yo siento que es un niño- será muy, muy querido. Empezando por ti.

Comentarios

Dushka dijo…
Si! Bravo, Carmen!

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