domingo, 23 de diciembre de 2007

Zhabi y yo

Esta sí que es una pieza arqueológica de mi vida.
Es una fotografía de 1979, de cuando cumplí cinco años de edad. De hecho, ahí estoy soplándole a las velas de la tradicional tarta, en este caso, en forma de una granja (en esa época yo estaba obsesionado con las granjas y las vacas) cortesía de mi propia Harsh Mistress, que lo horneó y decoró personalmente (lo dicho, desconcertantes gestos de ternura).

El niño que está ahí, junto a mí, con su camisa amarilla, es mi mejor (¿único?) amigo de la infancia; su nombre es Zhabiani, que significa 'nube luminosa' en dialecto autóctono. Nos conocimos desde los vientres de nuestras madres (yo soy unos meses mayor) y por muchos, muchos años, él fue el equivalente moral de mi hermano.

Me gusta ver esta foto. Es la única en la que Zhabi y yo estamos juntos. En esa época, eramos inseparables, como uña y mugre. Jugábamos juntos todas las tardes y en vacaciones, desde en las mañanas. Juntos recorrimos toda la antigua Roma, montados en dinosaurios.

Al cabo de muchos años, Zhabi y yo dejamos de circular por el mismo sendero y nos bifurcamos: él es ahora un profesional con un futuro muy brillante y yo... bueno, ya saben. No nos vemos con la frecuencia de antes y de hecho, por más de una década, y por razones que no vienen al caso, él y yo dejamos de hablarnos. Aunque se recuperó el contacto, ciertamente ya no volvió a ser jamás lo mismo. Y haberlo perdido, por mucho tiempo fue un dolor que trascendió hasta lo físico. Era como haber perdido una parte de mí.

Ahora nos vemos poco (él tanpoco vive ya en esta megalópolis), casi siempre por accidente. Pero lo sigo recordando como el niño que fue, y lo importante que era para mí. Aún lo es.

Hoy, es su cumpleaños 33. Por seis meses seremos de la misma edad de nuevo. Él no lee estas páginas -- de hecho, dudo que sepa que existen- pero aún así desde esta modesta tribuna en el ciberespacio lo pienso. Éramos cómplices muy felices y siempre será parte integral de mi vida, una figura importante, un tótem bueno.

Señal en el camino que se ha dejado atrás, pero que permanece de cualquier manera indeleble, huella de pasos que dimos juntos, cuando fuimos niños.

1 comentario:

Cristina dijo...

Qué guay! también hoy es el mío y cumplo un 3, pero no dos ;)

Yo no tengo amigos con blog..así que te pido prestado un trocito a ti, ok?

Sigues por el otro lado del océano? Por aquí cerca de tu Finisterre hizo muucho frío estos días.

Espero que te acuerdes de mi.

Saludos