Jardín de infancia
El verano pasado en Gijón, entré a la Casa del Libro en Plaza de Italia, donde ya me conocen bastante bien -- tan es así, que es una de las primeras cosas que hago cuando llego, será acaso una de las primeras cosas que haré cuando llegue- y anduve, como es costumbre, curioseando por ahí, entre las muchas mesas de novedades (se vale soñar...) hasta encontrarme de manos a boca, con esta edición de bolsillo de la tercera -- y más reciente- novela de Rodrigo Fresán (Bos. As. 1963) que de inmediato saltó a mis manos.
El título ya lo conocía, y todo lleva de vuelta, a Roberto Bolaño (pero de eso hablo más adelante). Cuando supe que Fresán, de quien ya había yo leído la voluminosa y estrafalaria Mantra, sin entender mucho, he de confesar, tenía en su canon un libro ambientado en un sitio donde siempre habitará una parte de mi adolescencia (mi pálida y temblorosa juventud), me sentí intrigado. Así comenzó mi peregrinar en el invierno de 2004, por las librerías de esta ciudad, preguntando por Jardines de Kensington y recibiendo miradas incrédulas o estupefactas por parte de un sinnúmero de empleados de almacén, que se rascaban la cabeza ante la inexistencia del libro solicitado. Hubo de hecho uno, que se atrevió a sugerir que el libro posiblemente era un producto de mi imaginación (de milagro no le planté un puntapié en la espinilla por cínico).
Y de pronto, ahí estaba, en una edición accesible que me decía ¡llévame, llévame!
El libro -- que es la última novela que Bolaño leyó mientras trabajaba con las últimas versiones de 2666 y que le había gustado mucho, según se sabe- me acompañó de Gijón a Madrid y de ahí a Luxor, Abu Simbel y El Cairo, y de vuelta a casa, pero por culpa de Ian McEwan, tuvo que esperar.
Por fin, esta semana me acerqué a él, después de dos o tres intentos fallidos y dejé que me absorbiera, o bien -- y de un modo más adecuado, me secuestrara.
La trama (al menos, lo que ostensiblemente es la trama principal, si bien con Fresán no existe tal cosa) gira en torno a Peter Hook, el alias utilizado por el autor de una serie de exitosas novelas (à-la Harry Potter) protagonizadas por un crononauta llamado Jim Yang. Al igual que la creación de la Rowling, el personaje es tan popular que inevitablemente se encuentra en camino de convertirse en figura de celuloide.
En las vísperas de iniciar el rodaje, Keiko Kai, el pequeño seleccionado entre miles para encarnar a esta creación, es capturado por Hook y llevado a los sótanos de Neverland (no confundir con el rancho deluxe del repelente Jacko), una mansión edwardiana donde le relata episodios tanto enternecedores como escalofriantes de su propia lisérgica infancia transcurrida en los '60, siendo hijo único (o casi) del matrimonio privilegiado y psicodélico conformado por el pseudo-astro Pop Sebastian Darjeeling Compton-Lowe (cabeza de una banda de culto llamada The Beaten aka: The Beaten Victorians aka: The Victorians) y la hermosa pre-rafaelita por vía de Carnaby Street Lady Alexandra Swinton-Menzies, quienes buscaron escapar de sus grises infancias de postguerra convirtiendo la infancia de su hijo en una especie de pesadilla en technicolor, salpicada por un auténtico quién-es-quién y quién-es-qué del Swinging London [yo confieso: no pude reprimir una sonrisa al ver aparecer por ahí en una especie de encantamiento o mantra a algunos miembros de mi iconografía y santoral personal: Julie Christie (I'm in love with...), Alan Bates, Michael "mi tío" Caine, Marianne Faithfull y la mismísima Santa Audrey Hepburn de los moviefreaks], así, como una especie de Scherezada postmoderna, Hook va revelando algo insondable que existe dentro de sí.
Pero esta narración caleidoscópica no es el único elemento: si (como se hace con la banana del Velvet Underground) quitamos la cáscara lentamente y vemos, se encuentra otra narración alterna y tan fascinante como la de Hook: se trata de un relato en tonos de sepia, aunque también muy vivo, de la vida y obra de James Matthew Barrie, el padre de Peter Pan, en sus múltiples encarnaciones: creador y doliente, genio y timorato, víctima o ladrón, todas esas máscaras puestas en él.
Fresán va trenzando -- como quien hace un hermoso gobelino- sus tramas, sus personajes, situaciones reales (la creación del mito del niño que no quiso crecer), imaginarias (el naufragio del S.S. Victoria Regina en ruta a la India) e incluso dreams-within-dreams (detalladas sinópsis de algunas de las aventuras de Jim Yang).
Como lector, estoy fascinado. Me cuesta apartarme del libro -- ahora mismo, me observa desde donde lo dejé, en la almohada, pero es que tuve que levantarme para escribir esto con verdadera urgencia, algo que no me ocurría desde Sábado de McEwan- y creo que es prodigioso, o bien, un viaje mágico y misterioso.
Como narrador, estoy pasmado. ¿Qué clase de material es éste? ¿Cómo has escrito ésto, Rodrigo Fresán?
Siempre he sentido que somos nuestra infancia, y que sin embargo, nunca podemos realmente capturarla en nuestra edad adulta: lo que escribimos es una torpe, quebradiza imitación de lo que recordamos. Pero aquí me demuestra que la última parte de esta noción, no necesariamente es verdad: se puede volver. Aunque no siempre es exactamente el paraíso ideal, la tierra de Nunca Jamás que nos visita en sueños despiertos.
Ahora voy a devorarme las últimas veinte páginas del libro, que he estado posponiendo todo el día.
...derecho y sin parar hasta que amanezca...
Comentarios
a mí el título me llevaría a un verano en londres durante mi adolescencia. también me lo hubiera llevado.
un abrazo.
Pues no, de hecho, la novela se publicó en 2003, y lo que hace es burlarse sin piedad de la mortalmente aburrida película de Spielberg... (¡Ay! ¡sólo recordarla me trae mal estomacal!)
Por lo demás, te recomiendo muchísimo el libro. Creo que lo vas a disfrutar tanto como yo.
Un abrazo hasta Babilonia.
Siempre recuerdo que el primer blog que visité en este imprevisto munto vitual y que me impactó al grado de continuar con el mío fué ALIAS CANE, espro pronto leer tu libro y lograr que me lo autografies.
BESOS MULTIPLES Y UN FUERTE ABRAZO.
¿De verdad, ésta fue tu primera experiencia en la blogósfera?
Me siento muy, muy honrado.
De verdad que sí.
Y esperemos pronto, las fiestas.
Un beso grande grande hasta la ciudad amurallada.