sábado, 28 de abril de 2007

Mi hermosa peluquería


El Goodbye Tour continúa y anoche (hace rato, más bien), Carolina y yo fuimos a la primera exposición de Alex Figueroa, a quien conocimos por Joan Marcet, su socio, y muy amigo nuestro (y asiduo, lo sé de cierto, visitante de este blog).

La expo es una muestra del trabajo realizado por Alex como diseñador gráfico e ilustrador, con un estilo muy retro, mucha influencia de la cultura pop y harto colorido psicodélico. Quedé encantado con la obra presentada (¡Debí tomar fotos, con un demonio! ¡Su Silvia Pinal en bikini está de pelos! Ahora, si pusiera a Marga López...) pero lo que más me sorprendió, incluso más que el talento de Alex -- que conozco desde sus prototipos-, fue que hace unos días, su espectacular melena de Sideshow Bob (sí, el patiño asesino de los Simpson) pasó a mejor vida bajo una lluvia de tijeretazos y ahora él sí que se parece a Mia Farrow, circa 1968.

Miguel Cane: [con la mandíbula hasta la rodilla] ¡Alex! ¡Pero qué te pasó!
Alex: [perplejo por un momento] Este... ¿de qué o qué?
Miguel Cane: ¡Tu greñero!
Alex: Ahhh... es que quería un cambio.
Miguel Cane: Pues otro poco y sería permanente... ¿quién te hizo este corte tan radical?
Alex: Pues... el chavo que me recomendaste...

Oh, no. Mi esteticènne, cual Gojira/Godzilla ataca de nuevo.

Y este es otro personaje que voy a echar en falta; durante mis visitas irregulares -- puedo dejar pasar hasta dos meses para poner un pie en el negocio de mi peluquero ("¡Esteticiènne!") sin ningún problema-, desde que me aplica el shampoo, Toto ( Renato) comienza un alud de verborrea (comparado con él, yo soy Helen Keller) y me pone al tanto de las escenas más crispantes, estremecedoras y románticas de una vida muy importante: la suya.

"¡Ay!" suspira como si fuera eximia diva en pleno set, mientras decide qué va a hacer con mi cabello. Tengo que reconocerle que es creativo y muy bueno: los peinados y cortes (o bien, largos) que he ostentado estos últimos dos años y pico, son casi todos suyos -- excepto un corte drástico que me hice en España y que casi le cuesta una trombosis cerebral-"¡qué ingratos son los hombres!"

Algo murmuro. En su estética, que yo me ufano en llamar "peluquería" sólo para ver cómo se pone a hiperventilar, Toto no tiene TvNotas ni alguna otra revista naca. Él sólo compra Caras y Quién. Me imagino que al quedarse sólo, suspira ante las fotos de los niños de sociedad, algunos de los cuales son pájaras de cuenta más locas que él (esto lo sé, aunque claro, siendo ellos ricachas, los pocos desclosetados son "gays excéntricos", donde cuando son de clase media sólo les conoce como unos pobres "maracas"); el que yo escriba ocasionalmente para Gente, le parece lo máximo en la vida. Así que me entretiene más oírlo, mientras levanta con los dedos algunos mechones de mi cabello.

"Te juro que no sé por qué no ando con una mujer, ¡de veras! O sea, nada personal, pero ¡en buen plan...!"

Yo contesto que estoy enamorado de Julie Christie.

"Ooosh. Pues haces bien, porque fíjate que..."

Y se suelta. Yo asiento e intervengo cuando espera que lo haga. Y la verdad, es que me da risa, aunque yo sería feliz con un poco menos de plumerío. Digo, tengo consciencia gremial, pero que me sienta como Gary Cooper en su presencia, es casi ridículo.

Toto procede a contar su última historia de amor (la misma que, me entero, le contó a Alex mientras procedía a despojarlo de manojos y manojos de rizos naturales) frustrado. El sujeto en cuestión, es un ejecutivo bancario de edad interesante.

"¡Si no estuviera tan bueno!" protesta mientras siento muy rápido el click-click de las tijeras, cerca de mis orejas "¿Por qué, por qué, por qué nos fijamos en esos hombres? ¿Por quéeeee??"

¿Nos, Kemo-sabe?

"Yo estoy enamorado de Julie Christie."

"Ay, pues yo estoy enamorado de X. ¡Pero no me quiere!"

Un tirón. Auch.

"Digo, soy un esteticiènne. Este negocio es mío y sólo-tengo-veintitrés-años, ¿ajá? O sea, soy un partidazoooo... ¿por qué me fijo siempre en pervertidos, patanes, crápulas, parásitos o perruchos? Ay dime, tú qué crees. Es que fíjate que X me trae... no, no. Me tiene en la pendeja, yo no sé cómo lo permito. ¡No puedo permitirlo! Fuimos al Boy Bar y toooodoooo el tiempo, se la pasó hablando por celular con alguien. Y luego, fíjate. Le dije, 'Ay, X. Xsito. Se casa mi hermana y quiero invitarte como mi date a la boda. ¿Me acompañas?"

Por lo que entendí, X, que también es cliente y cuya madre vive relativamente cerca de mi casa, le dijo que sí, aunque de un modo ambiguo y más bien esquivo, pero igual, Toto (me entero por ese entonces que en su casa le dicen Renatito) le trajo la invitación y pagó su cubierto en el banquete. "¿Y sabes con qué me salió el día de la boda? ¡Conque tenían que hacerle una endodoncia! ¡O sea! Hello?"

Se pone realmente alterado. Espero que no vaya a soltarme otro tijeretazo (Alex no tendrá la misma suerte). Habla acerca de la imposibilidad de los hombres, gays y no, para reconocer el amor ajeno y comprometerse. Aceptar ser amados por alguien más.

Yo asiento y vuelvo a declarar mi amor por Julie Christie.

"¡Sufro!" exclama Toto y termina. Yo ya estaba un poco alarmado.

"¿Qué me aconsejas, manís?"

¿Yo? ¿Dar consejos, si para mí no los tengo? Sin embargo, mientras me reviso en el espejo, le digo que realmente, del amor y sus despropósitos no hay nada escrito que se pueda decir. Puedes ser una locuela desmecatada o un rey del closet, o un pediatra dedicado o una monja (léase, la esposa de Dios)... pero varía de persona a persona. Mi experiencia personal al respecto, pobre como es, no podría serle de mucha ayuda (aquí, Toto comienza a lloriquear y se le corre el rímel. Siento un rush de testosterona: hasta mi voz baja una octava y sueno como un orientador vocacional, supongo.

"Deja de sufrir y de aferrarte al amor a la vuelta de la esquina. ¿No crees que todos deberíamos de empezar por aquí?," le doy unos golpecitos al espejo con los nudillos, como si fuera una puerta "empieza por tí y todo lo demás vendrá solo..."

Toto, que en menos de una semana dejará a mi amigo Alex como adolescente rumbo al servicio militar, busca un kleenex y agita las manitas en el aire. "¡Pero yo quiero estar enamorado! ¡Quiero que alguien esté enamorado de mí!" me mira, mientras saco para pagar el corte (son 100 pesos, para sus otros clientes, más) y yo mismo me sacudo los hombros de cabellos. En ese momento no lo sé, pero sí que echaré de menos a la peluquería... no creo que en Finisterre encuentre una igual.

"¿Es tan malo estar enamorado? A ver, dime. ¿Lo es?"

Yo sólo sé, y se lo digo one more time, que estoy enamorado de Julie Christie.

4 comentarios:

senses and nonsenses dijo...

estar enamorado es sentirse vivo...

espero noticias tuyas desde mex o finisterre. ha empezado ya la cuenta atrás.

un abrazo.

Paxton Hernandez dijo...

El amor es bonito pero cómo apendeja jajaja. Lo digo por experiencia propia.

Un abrazo,

Anónimo dijo...

Malo no es, estar enamorado... Lo malo es que uno se siente tanto como un halcón volando allá arriba, como una triste lombriz.
:-D


Ese Toto, si no existiera habría que inventarlo, Miguel. ¿Cómo te quedó el corte? ¿Las dos orejitas en su lugar? Porque fue una experiencia peligrosa, en esa agitación y con tijeras...

Un beso

Prismatico dijo...

Hola, pues a los peluqueros nunca les digas que los quieres corto por que te van a atacar el cabello, oye escribes con muchisima soltura.
el amor es la prueba de que estamos vivos por que duele.
Salu2