Encuentro con la Diva
No recuerdo hace cuánto tiempo descubrí a la cantante islandesa Björk. Sé que fue después de haberse separado de los Sugarcubes, más o menos al mismo tiempo que apareció su primer álbum como solista: Dèbut.
Supongo que habrá sido en 1993 o así.
Desde entonces, he sido admirador de su estilo tan sui-géneris de hacer música. Compré los álbumes Post y Homogenic (de los cuales ése es mi preferido y contiene mi canción favorita, Bachelorette), aún si Medulla, su álbum del 2004 no me hizo tan feliz que digamos.
Cuando Lusin me dijo, "vamos a ver a Björk", al principio pensé en rehusarme. No tengo una cultura del concierto -- aunque he ido a algunos: Tori Amos, R.E.M., los B52, Alaska (en su momento, con Dinarama), The Cure, Siouxsie & The Banshees (que resultó decepcionante), Suzanne Vega, los Cranberries, Moby, Paul McCartney, un sinnúmero de bandas rockeras mexicanas y tres veces a los irlandeses U2, a los que, por cierto y aquí entre nos, siempre encontré pesados-como-collar-de-papayas y nunca pagué boleto para verlos en las tres ocasiones (pero esa anécdota la contaré otro día)- y las multitudes, para ser francos, me provocan un profundo terror.
Pero Lusin es muy convincente y así es como uno acaba en Las Ventas (donde jamás había estado) , con una entrada de admisión general, ante un escenario masivo, donde la diva, con un atuendo tornasol hace su aparición pasadas las diez de las noche del miércoles.
Björk es diminuta, pero tiene una energía que ilumina más aún que las trampas de luz y los rayos laser. Su voz hace que la multitud congregada salte y se desbarate en gritos y silbidos.
No he oído aún el nuevo álbum, Volta, por lo que muchas canciones no las reconozco, pero sí recnozco Army of Me y Hunter, que me ponen la piel de gallina cuando las oigo. Pronto me descubro coreando algunas más: Hyperballad y mi favorita: Bachelorette. Cuando la canta, con todos los versos intactos -- incluyendo el último, que no viene en el álbum, mas sí en la letra- me estremezco.
No funciono muy bien en los conciertos, debo confesarlo. Me paraliza tanta gente, pero la música es como una caricia y desde mi pequeño aislamiento, contemplo el espectáculo. Es cierto que Björk es para un escenario más íntimo -- mi colega Antonio García Ángel alias "Calidad" tuvo la suerte de ir el domingo en la noche a verla en La Granja, un centro de conciertos para 1,200 personas en Segovia- y que es un espectáculo para ser visto, con sus pendones de animales a color y la banda de música de viento conformada por amazonas escandinavas.
Lusin baila, salta, grita, se entrega. Lo observo y me siento satisfecho, más aún que en un nivel personal. Esa es la razón por la que vine, después de todo: compartir la experiencia con mi amigo, así que poco importa que una hora cuarenta y cinco minutos después estemos caminando a pasito de pollo en medio de la multitud que abandona la arena: estuvimos en el rito ante la divina y nos concedió su gracia (aunque a mi modo de ver faltaron temas del primer disco y extrañé particularmente Isobel, del segundo, que sé a veces interpreta de manera acústica).
Podemos ir en paz, el show ha terminado.
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B7s