viernes, 21 de diciembre de 2007

Cómplices

¿Recuerdan que en el test puse una pregunta que planteaba el que uno de mis mejores amigos me conoció metido en un bote de basura?

La anécdota es 100% cierta. Ocurrió hace más de veinte años, cuando yo era un recluso, er, alumno, del prestigioso, ultraconservador, supercatólico y de extrema derecha Reclusorio Jumentud, digo, Instituto Juventud, sito en su tradicional plantel de Santa María de la Ribera, donde pasé los años de 1985 a 1988. No es una experiencia en mi vida que recuerde particualrmente con cariño, pero que, si tuviera que repetir lo que me tocó vivir, volvería a pasarla solamente para poder conocer de nuevo a Jesús Menéndez.

Yo en ese entonces tenía 11 años recién cumplidos y él tenía 14 -- iba para los 15. Yo estaba inscrito en primer año de secundaria y él acababa de ingresar a preparatoria, con tres años previos como alumno de esa incólume institución, que ciertamente le habían ayudado a ser un sobreviviente con experiencia.

No recuerdo claramente las circunstancias bajo las que fui a dar al bote de basura -- en este caso, un viejo barril de metal de esos que se usan para combustible-, al final de un descanso. Les puedo decir que era todavía un niño y me veía y actuaba como tal, en una escuela pletórica de adolescentes y delincuentes juveniles (¿qué? ¡Lo eran!), algunos de los cuales se deleitaban con la idea de hacerme cosas como meterme en botes de basura -- o peores, que no voy a mencionar aquí.

Ese día, entre varios me dieron el apañón (no me extrañaría que alguno fuera hoy día un policía judicial) y considerando que yo medía como 1.52 entonces, me metieron boca abajo en un bote que estaba (gracias a Dios) vacío. Yo no podía salirme y me entró pánico. Habrá durado sólo unos segundos, pero eso bastó para que yo comenzara a gritar y llorar. Entonces sentí unas manos en mis tobillos, que me jalaban hacia arriba. Yo seguía llorando y no podía parar, había perdido mis lentes en el fondo del bote y mi rescatador hizo favor de sacarlos. Era un alumno de prepa, que yo había visto de lejos, durante las formaciones en el mismo patio principal, temprano en la mañana. Cuando me dio mis lentes y pude verlo mejor, suelo describirlo, como si hubiera visto el sol por primera vez en los días aciagos de mis primeros meses en prisión, digo, en la escuela.

Jesús ("Me llamo Chucho," me dijo aunque nunca lo llamo así) me tranquilizó y me preguntó qué había pasado. Le expliqué que unos cabrones (claro que no usé ese término para describirlos, pero eso no quiere decir que no lo fueran) me habían agarrado de su puerquito y me habían metido ahí. Me pidió que se los señalara y fue a hablar con ellos. Hasta hoy, no sé qué les dijo -- él no recuerda tampoco- pero debió ser algo similar a "o lo dejan en paz o se las ven conmigo".

Desde entonces y en los años siguientes como escolapio, tuve su protección constante y su amistad, aunque en esos primeros años, ciertamente él no sabía qué hacer conmigo... pero eventualmente fue adquiriendo en la vida el rol de mi hermano mayor, mismo que aún conserva (y comparte en un círculo personal con algunos otros amigos tan íntimos para mí como él). Al paso de los años, mi adoración total por este héroe de mi tardía infancia y primera adolescencia (así lo identifico en la dedicatoria de Las Fiestas, como un primer héroe, y es que de ninguna manera podría no incluirlo en ella) se fue convirtiendo en confianza, en complicidad, en esa relación tan inexplicable que conocemos como amistad. Es muy profunda, es un afecto que no puedo clasificar. Pero es una de las personas a las que más quiero en el mundo, y lo sabe. Y no sólo por haber tendo un gesto de bondad cuando yo más lo necesitaba, en un ambiente hostil. Lo quiero por muchas otras razones, pequeños gestos, sonrisas compartidas en una sala oscura de cine, por paseos en carretera, por recibirme en su primer hogar y siempre abrirme la puerta. Por escucharme, por considerarme.

Hoy, es su cumpleaños. Él, como ya dije, no recuerda como puedo hacerlo yo, las circunstancias bajo las que nos encontramos en la vida, pero me ha mantenido en la suya, con el mismo cariño con la misma emoción que le tengo. Y cuando nos vemos, es siempre una ocasión gozosa. Y la fecha, desde que la sé, hace tantos años, no pasa desapercibida.

Felicidades, carnal. Que haya muchos más y estemos juntos para celebrarlos.

3 comentarios:

g. neidisch dijo...

Un tío amable/protector/fraternal.
Qué envidia. Envidia porque es bueno sentir envidia. Envidia porque uno inevitablemente se compara? Envidia también por haber estado en un internado. Debe ser un proceso sistematizado; unos acaban policías, otros escriben, otros cambian de internados.
O envidia porque el bote de basura estaba vacío. No me creas.

Estoy de vuelta al norte frío y húmedo. No me di cuenta hasta anoche cuando Jens me dijo "estás triste?"

Anónimo dijo...

Tener amigos así es una bendición. Un beso para Jesús en su cumpleaños entonces.

Y otro para vos.
P.

Anónimo dijo...

Pinche Maic!!!


Está buenísimo, muchas gracias, de verdad.

Te quiero un chingo

Que te la pases muy bien, recibe un fuerte abrazo y ojalá nos podamos ver en SP


Adeu!