Ingratitud
Estoy muy consciente de mis defectos.
Tengo muchos. Muchísimos. Por esto quiero decir, para que ustedes me entiendan, que son un chingamadral. Qué digo un chingamadral... ¡un putamadral!
Soy una persona defectuosa por default; eso mismo es lo que me hace ser más empático con los defectos ajenos, comprenderlos, o por lo menos, tratar de comprenderlos, aceptarlos, tratar de sobrevivirlos.
Sólo soy un ser humano.
Sin embargo, hay algunos que no sé cómo ver, que no alcanzo a comprender y que me parecen denostables. Uno de ellos es el que considero el peor de todos: la ingratitud.
Existen algunos tipos de ingratitud que no son realmente importantes; ustedes seguramente lo saben, quizá incluso hayan (hayamos, dijo el otro) incurrido en alguno: la gente a la que uno dice "Salud" después de estornudar y que no dice gracias; la gente a la que uno le detiene la puerta y pasa como Pedro por su casa, la gente que da la mano sin mirar. Esa clase de pequeñas ingratitudes me molestan, me parecen estúpidas y banales y ultimadamente, no me afectan en realidad, pero me dejan una imagen pobre de la persona en cuestión.
Luego, están las ingratitudes de aquellos en quienes (para nuestra desgracia descubrimos) hemos confiado. Gente a la que invitamos a nuestro hogar, con quienes compartimos no sólo confidencias, sino incluso visitas a nuestra familia, nuestra intimidad mental y nuestro afecto, y que de repente, sin explicación mediante, simplemente borran todo nexo de nuestro trato de manera abrupta, grosera, soberbia y pendeja.
A esa clase de gente, cuando me ha llegado a ocurrir encontrármela -- y sucede más seguido de lo que pueden creer- podría decirle, o bien, ahora mismo le digo -- porque sé que cobardemente se asoma a leer-: "no, pendejito (a), no. Te equivocas. No eres tú quien me saca de tu vida. Yo soy el que te expulsa de la mía. No vuelvas a acercarte, no encontrarás nada tuyo aquí. No existes. ¿De modo que para ti no existo? Pues cúmplelo. Ahora te aguantas. Cómete tu mierda solo (a), que yo voy a estar muy bien. No te necesito, no me haces falta, quédate con tus pinches complejos y si te vi, ni me acuerdo."
Naturalmente, el shock inicial es desconcertante: no te imaginas que la gente de la que te rodeas, a la que le ofreces tu amistad, resulte ser gentuza pinchurrienta e ingrata. Pero sucede. Y claro, te duele como coger una sartén caliente y quemarte de súbito. ¿Qué haces entonces? ¡Arrojas la sartén lo más lejos posible, claro! Pues eso. Mandas a esa plebe a la chingada y sigues tu vida como si nada. No existen, punto.
Pero ese es un caso muy común.
Existe, sin embargo, otro tipo de ingratitud, que tiene consecuencias aún más graves y provoca en ti más dolor del que te podrías imaginar. Es una ingratitud que, además, suele ser de carácter descuidado, gratuito, inesperado. Muchas veces te gusta pensar que quien te inflinge las heridas no tiene ni puta idea de que lo hace. Y si sabe lo que está haciendo y de cualquier manera no le importa, actuando de modo deliberado, entonces es todavía peor. Siempre te vas a inclinar a pensar "es que no sabe lo que hace", ya que pensar que están jodiéndote conscientemente, es algo inconcebible.
Esa, la peor de las ingratitudes según yo, que estoy lleno de defectos y que ciertamente he sido un ingrato y un cabrón incontables veces, es la ingratitud de quien se supone te quiere porque eres lo que tiene como apoyo en el mundo. La ingratitud de tu propia carne y sangre.
Y cuando ocurre, te duele como si te hubieran arrancado todo el pellejo de golpe. Te deja desorientado e incrédulo: ¿Desde cuándo ocurre esto? ¿Desde cuando somos extraños tú y yo? ¿Por qué me has hecho esto si yo te quería, si yo nunca haría nada para herirte?
Y el dolor es sin medida. Sin final aparente. Y no hay consuelo posible. No hay manera de parar las lágrimas, ni la creciente sensación de vacío que te carcome y luego, no queda absolutamente nada. Acaso sólo cenizas que te tragas muy despacio.
En la habitación 101 (Orwell dixit) existe lo peor del mundo, y varía de persona a persona.
En mi caso, creo que es esto. Y no sé si voy a reponerme.
Soy una persona defectuosa por default; eso mismo es lo que me hace ser más empático con los defectos ajenos, comprenderlos, o por lo menos, tratar de comprenderlos, aceptarlos, tratar de sobrevivirlos.
Sólo soy un ser humano.
Sin embargo, hay algunos que no sé cómo ver, que no alcanzo a comprender y que me parecen denostables. Uno de ellos es el que considero el peor de todos: la ingratitud.
Existen algunos tipos de ingratitud que no son realmente importantes; ustedes seguramente lo saben, quizá incluso hayan (hayamos, dijo el otro) incurrido en alguno: la gente a la que uno dice "Salud" después de estornudar y que no dice gracias; la gente a la que uno le detiene la puerta y pasa como Pedro por su casa, la gente que da la mano sin mirar. Esa clase de pequeñas ingratitudes me molestan, me parecen estúpidas y banales y ultimadamente, no me afectan en realidad, pero me dejan una imagen pobre de la persona en cuestión.
Luego, están las ingratitudes de aquellos en quienes (para nuestra desgracia descubrimos) hemos confiado. Gente a la que invitamos a nuestro hogar, con quienes compartimos no sólo confidencias, sino incluso visitas a nuestra familia, nuestra intimidad mental y nuestro afecto, y que de repente, sin explicación mediante, simplemente borran todo nexo de nuestro trato de manera abrupta, grosera, soberbia y pendeja.
A esa clase de gente, cuando me ha llegado a ocurrir encontrármela -- y sucede más seguido de lo que pueden creer- podría decirle, o bien, ahora mismo le digo -- porque sé que cobardemente se asoma a leer-: "no, pendejito (a), no. Te equivocas. No eres tú quien me saca de tu vida. Yo soy el que te expulsa de la mía. No vuelvas a acercarte, no encontrarás nada tuyo aquí. No existes. ¿De modo que para ti no existo? Pues cúmplelo. Ahora te aguantas. Cómete tu mierda solo (a), que yo voy a estar muy bien. No te necesito, no me haces falta, quédate con tus pinches complejos y si te vi, ni me acuerdo."
Naturalmente, el shock inicial es desconcertante: no te imaginas que la gente de la que te rodeas, a la que le ofreces tu amistad, resulte ser gentuza pinchurrienta e ingrata. Pero sucede. Y claro, te duele como coger una sartén caliente y quemarte de súbito. ¿Qué haces entonces? ¡Arrojas la sartén lo más lejos posible, claro! Pues eso. Mandas a esa plebe a la chingada y sigues tu vida como si nada. No existen, punto.
Pero ese es un caso muy común.
Existe, sin embargo, otro tipo de ingratitud, que tiene consecuencias aún más graves y provoca en ti más dolor del que te podrías imaginar. Es una ingratitud que, además, suele ser de carácter descuidado, gratuito, inesperado. Muchas veces te gusta pensar que quien te inflinge las heridas no tiene ni puta idea de que lo hace. Y si sabe lo que está haciendo y de cualquier manera no le importa, actuando de modo deliberado, entonces es todavía peor. Siempre te vas a inclinar a pensar "es que no sabe lo que hace", ya que pensar que están jodiéndote conscientemente, es algo inconcebible.
Esa, la peor de las ingratitudes según yo, que estoy lleno de defectos y que ciertamente he sido un ingrato y un cabrón incontables veces, es la ingratitud de quien se supone te quiere porque eres lo que tiene como apoyo en el mundo. La ingratitud de tu propia carne y sangre.
Y cuando ocurre, te duele como si te hubieran arrancado todo el pellejo de golpe. Te deja desorientado e incrédulo: ¿Desde cuándo ocurre esto? ¿Desde cuando somos extraños tú y yo? ¿Por qué me has hecho esto si yo te quería, si yo nunca haría nada para herirte?
Y el dolor es sin medida. Sin final aparente. Y no hay consuelo posible. No hay manera de parar las lágrimas, ni la creciente sensación de vacío que te carcome y luego, no queda absolutamente nada. Acaso sólo cenizas que te tragas muy despacio.
En la habitación 101 (Orwell dixit) existe lo peor del mundo, y varía de persona a persona.
En mi caso, creo que es esto. Y no sé si voy a reponerme.
Comentarios
Un besote,
Marta
NO dejes que las cosas te lleguen tanto, a los ingratos luego no les va tan bien en la vida como muchos piensan. Deja que la propia vida (o destino, o lo que sea) se ocupe de ellos.
Saludos!!!!!
Sólo puedo dejarte mi gratitud por el blog y por ser buen amigo.
Un abrazo.
"¿Qué decir entonces? ¿Cómo actuar? Es como en la buena política: seguirá siendo un deber de los Hombres, pero DEBE emprenderse SIN demasiadas esperanzas. Del mismo modo que se firman los Testamentos: SIN esperanza de reciprocidad.
Así, un HOMBRE hace lo que debe hacer PORQUE DEBE HACERLO.
TODO LO DEMÁS, LO QUE LE SIGUE, YA NO LE PERTENECE..."
(De una idea de Ikram Antaki).
Un fortísimo y afectuoso abrazo, de esos que a veces necesitamos Todos Los Hombres, de parte del
Solidario Unicornio...
Tu vida es sólo tuya y tu felicidad y contentitud dependen nomás de ti.
Y que se joda quien se tenga que joder.
Lancemos vivas a la República y derrotados, sigamos adelante, que cuando nos va bien no es mas que el signo que se avecinan nuevas desgracias!
Cómo amanecimos hoy? No se crea, yo comprendo (y más de lo que podría pensarse) lo que pega un desaire familiar, un desdén fraternal, una descortesía de quien menos hubiera uno esperado... vamos, una triste y llana "puñalada trapera"!!
Pero, como le escribí ayer, a veces los Hombres hacen lo que DEBEN hacer porque ALGUIEN debe hacerlo... y no hay nadie más en el Horizonte para cargar con esa responsabilidad.
Uno se da. Y comete errores. Y aprende. Y (lo que es lo más tierno y al mismo tiempo, lo que más enfada) SE VUELVE A equivocar. Y a empezar de nuevo.
Por eso, no se haga demasiado daño. Hay que aprender de ello. Y seguirle pa'lante. Porque
"todo lo demás, lo que le sigue y seguirá, ya no le pertenece a uno..."
Perdónese. Y perdone. Es difícil, pero ¿si no, qué chiste tendría?
Nuevamente de metiches, donde no les incumbe, pero con el Unicorniano afecto que nos caracteriza, se despiden
los extintos y comprensivos Caballitos con Cuerno.
P.D. Nomás manténganos informados de su "spiritu status". Total, si los Pumitas están en la final, ¿no es para creer que todo es posible, jejeje? Saludos a To2 los que comentan aquí. Y cuídense mucho.
Saludos!
Por cierto, Gracias a tu reseña compré el libro de Bolaño y tuve la suerte de que me lo firmara Hugol.
Ahora que leí tu comentario de que siempre serás soltero se me ocurrió algo que me ha alegrado la mañana.
Lo que debes hacer es buscarte una chica linda y comprensiva y casarte.
Pienso en la idea y me da mucha, pero mucha risa.
Gracias por los mensajes de soporte textuales (extra y sub) que recibí.
Gracias de verdad.
Todo estará bien en su momento.
No es por razones sentimentales, lo dejé bie claro. Es por motivos más bien filiales. Los míos son lo que me duele. Pero no hay dolor que sea permanente.
Gracias, insisto, por su comprensión, cariño y apoyo.