La vida es un cabaré
En el año 2000, fui invitado a participar en la cobertura de la Fashion Week en Londres. Así que, con la anunencia de mi entonces editora-en-jefe, Hilda (El Unicornio) García, agarré mis macundales y brinqué el charco, para pasar siete días atroces y agotadores de glamour, pasarelas, desmañanadas -- los desfiles comienzan a las nueve a.m. sharp-, situaciones estrambóticas (compartir cigarrillos con Anjelica Huston a las puertas del Museo Victoria & Albert, donde no se puede fumar; tener que comprarme un gorro de esquiador porque era febrero y al salir con el pelo húmedo se empezaba a escarchar), y también de desveladas: como después de media noche el Internet era por tiempo indefinido por 1 libra, aprovechaba para mandar toda clase de información vía mail a la redacción de To2.com, el periódico virtual (hoy extinto) para el que editaba -- en complicidad con Carolina- la presunta y un poquito afectada sección de Estilo.
Y mandaba notas como loco, ya que al ser "enviado especial" por primera vez en mi vida, yo pensaba que la cosa era realmente trabajar duro, porque el único otro "enviado especial" que hubo por parte del periódico antes de mí, fue un pobre pendejo que mandaron al Festival de San Sebastián, a quien la experiencia le resultó abrumadora y acabó por pelar gallo y darse a la fuga a Alemania, donde estuvo oculto, gastándose los viáticos y fingiéndose ciego sordo y mudo (como Helen Keller) por ocho días, hasta que Hilda lo encontró y le leyó la cartilla, haciéndolo volver con el proverbial rabo entre las patas.
Y yo, evidentemente, quedé tan horrorizado por el ejemplo, que dije "no, ni madres. A mí no me pasa eso." Así que yo era una especie de Anna Wintour de Stepford, en la era de la WWW. Y mandaba y mandaba cosas a lo loco, al punto que, a mi retorno a nuestras elegantes (hoy deben estar ocupadas por otros) oficinas, recibí el mote de NotiCane por algunos días, por aquello de que andaba yo dejando a EFE y Reuters sin chamba.
En fin, la cosa es que andaba yo en Londres después de casi 11 años, y era algo espléndido, con todo y todo. Ahora bien, en ese momento, también estaba involucrado en el -- hoy más que nada nostálgico, pero en ese entonces semitrágico- asunto de Ashley Mutimer (que contaré con detalle otro día) así que por lo mismo, era una especie de viaje emotivo también.
Lo que es más, la raison de etrè de esta entrega, tiene en parte qué ver con él y con una de sus amigas, con quien coincidí en casi todos los desfiles, porque era alumna en la St. Martin's School of Design y no se perdía los eventos; una chica muy simpática llamada Jane (sí, ése era su nombre. No importaba cuántas veces le preguntaras o cuántas veces le dieras dinero: Gracias. Mi nombre sigue siendo Jane).
La cosa es: mientras Ashley trabajaba, enviaba a su chófer todos los días para que me llevara donde hiciera falta mientras no lo necesitara y las más de las veces, Jane (que no-tan-secretamente desearía ser la primera Mrs. Mutimer... yo me conformaría con menos) me acompañaba y una noche, tuvo la brillante (brilliant, darling! era su frase favorita) idea de que después de tres desfiles (uno de ellos de Julien Macdonald, donde acabé sentado junto a un encanto de muchacha que hablaba castellano y resultó ser Jade Jagger) y una cena de comida japonesa, fuéramos a un club gay (a Jane le parecía brilliant, darling! que mi closet no tuviera puerta alguna y Ashley era exquisitamente nonchalant al respecto) para ver el show de The Lorraine Bowen Experience.
The what? (pronunciado wot en mi perfecta imitación de Charlotte Rampling, en la que a veces caigo cuando hablo inglés, pregúntenle a Michael King... sólo que Ms. Rampling tiene la voz más profunda que yo)
The Lorraine Bowen Experience. Tienes que verla para creerla. Brilliant, darling!.
Así pues, fuimos a un club en Soho y tomamos una mesa de pista (cuando eres hijo de un aristócrata inglés, todas las puertas se abren y es más fácil obtener buenas localidades sin tener que hacer cola como las plebeyas que se creen aristócratas inglesas, pero su tocado de tehuanas las delata. Yo estaba con el ojo cuadrado); el lugar estaba decorado como algún decadente cabaret de los 30 (ecos del Zie Kit Kat Klub) o bien, algún burdel (paredes tapizadas en terciopelito rojo, oropel, lamparillas en las mesas) decimonónico, contrabandeado de Dickens via Bukowski.
Ashley ordenó las bebidas y encendimos, los tres, cigarrillos (en el 2000, todo mundo fumaba en Londres con singular abandono, igual que Al Pacino sobreactúa en casi todo desde hace veinte años). Anunciaron elshow y tras un redoble de fanfarrias, se iluminó el escenario y pudimos ver algo muy similar a esto:
En un burro de planchar estaba montado un teclado Casio, que era el único instrumento de la banda, la cuál estaba conformada (como pudieron ver en el video), por una sóla integrante-letrista-vocalista-directora musical: una lesbianota gigante (that's one HUGE dyke, dijo Ashley, divertido, mientras Jane apuntó: brilliant, darling!) y maciza, de sonrisa contagiosa, cabello corto y alborotado, ataviada con un vestido de Mary Quant adornado con discos compactos (que reflejaban la luz como tornasoles), gafas de pasta (aunque no era una gafapasta pedante) y una buena vibra irresistible, así como una voz dulce.
Procedió a presentarse y dijo ser Lorraine Bowen, tener --entonces- treinta y nueve años y ser nuestra anfitriona esa noche, apuntando que la variedad éramos todos.
Acto seguido, procedió a repartir en las mesas de pista unas papeletas color de rosa con los coros de las canciones impresos y nos pidió los repartiésemos. Ella nos daría cue para cantar con ella. No sean tímidos, queridos.
Miré a Jane con algo parecido al horror, mientras ella miraba a Ashley con algo parecido a ganas de llevárselo a la cama y él miraba al escenario, con cara de esta noche voy a echar desmadre (o como le llaman los ingleses: mischief).
Varios minutos más tarde, yo también exclamaba a grito pelado, junto con todo el público: Everybody's good at cooking something! And I'm good at cooking crumble! In fact, I've got one in the oven! Would you like some?, cada vez más rápido, mientras la amazónica chanteuse, que debía ser de mi talla y estatura, brincoteaba y tocaba el teclado con todas las partes disponibles de su inmensa humanidad, incluyendo los codos, las muñecas, los glúteos y hasta las bubis, eso sí, bien cubiertitas, no estamos hablando de Janet Jackson.
La experiencia en el club (de cuyo nombre nada más no me puedo acordar), fue y es todavía, una de las más divertidas que he tenido en algún antro de vicio. Las letras de sus canciones eran deliciosamente mordaces, de doble, triple y hasta cuádruple sentido y pese a la sencillez de la instrumentación, la música era pegajosa y (¿me atreveré a decirlo?) casi entrañable. Y si no me creen, a las pruebas me remito:
Estuve feliz en ese cabaret (¿Por qué no podrán ser así aquí, donde lo folcloroide parece ser de rigeur, pero sin sabor?), tanto, que no me importó despedirme apresuradamente de Ashley y Jane (la idea de ambos en la cama era algo deprimente) a las puertas de mi hotel, para ir andando unas cuantas cuadras a Victoria Station, a poner mis "cables" del día, mientras tarareaba doing-doing-doing the bossy nova....
Al paso del tiempo, olvidé un poco a Lorraine Bowen, hasta que la redescubrí por accidente hace poco y me conseguí todas sus canciones. Eran, tal como las recordaba: pícaras, encantadoras, inexplicables, con temática tan variada como la cocina, el orgasmo, la lavandería automática y estrellas de cine como (mi icónica) Julie Christie -- She makes me go misty, she makes me go... oooooh, what a sta-aaar!-.
The Lorraine Bowen Experience sigue en activo y no hace mucho, presentó disco nuevo. Definitivamente goza de estatus de culto en las islas británicas, pero es virtualmente desconocida en el resto del mundo, salvo (me parece) Nueva York y San Francisco.
Así es que, Alias Cane al servicio de la comunidad, pone a su disposición esta joyita hallada de nuevo, para que la disfruten tanto en video (cortesía de YouTube) como en el Soundtrack de ésta semana. Si entienden inglés y pueden traducirse las canciones a ustedes mismos, escuchen con atención algunas como Richard o Crumble, en su versión de estudio. Ríanse un poco y disfruten.
Mientras, yo recuerdo esas mañanas de invierno, con la luz del norte, tan rara. Y, ¿por qué no? Bailoteo por ahí, arrítmico y sin pudor alguno...
...Brilliant, darling!
Comentarios
excelente crónica... vas a hacer reportajes estupendos desde finisterre.
un abrazo.
pero...
cuando las cosas se empezaron a poner medio rudas con el voluble de Federico Arreola dije ahi muere.
Saludos y nos estamos leyendo.
No sé si Lorraine se ha presentado alguna vez en España, pero si llega a hacerlo, como dicen las señoras Astures: ¡No os la perder!
Fue una de las experiencias mas "pipa" de mi vida como espectador.
Un abrazo
Seguiré visitando, es un estupendo blog y sobre todo, es divertido, sin corbata.
A ver si gano un día una trivia, juar juar.
Un abrazo,
M